Amo el lento cambio de color de las hojas de verde a amarillo,
el sol tibio que va perdiendo su fuerza por la distancia a la Tierra,
el acortamiento gradual de los días con sus noches más tempranas
y las últimas flores que exhiben sus colores antes del gris invernal.
Amo la posibilidad de entregarse a la melancolía sin culpa
porque la orgía del calor y la luz del verano se extinguieron
una vez más por el ciclo incesante de las estaciones que se repiten.
Amo la sensación de desamparo que precede al cobijo del hogar,
el vacío entre mis brazos que me invade por no tener a quien abrazar
y la necesidad de amor que invade mi espíritu
que llega con el viento frío y gris que trae el otoño de mi tierra.
por heridas aún abiertas y no curadas que conviven con mi existencia
como una enfermedad mal curada pero asumida.
Amo estar vivo, dolorosamente vivo pero abierto
para entregar mi cuerpo y mi alma sin reservas
ni cuestionamientos y sin espera de retornos.
Amo el otoño de mi vida porque puedo recién ahora
aceptar lo que soy, mi historia, mi persona y aún mis debilidades.
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