Dialogando con el Miedo

Dialogando con el Miedo

Malena

25/04/2021

Esta historia comienza en víspera de mi
cumpleaños, en el mes de marzo, ya casi finalizando, porque justo el 30 cerraba
el llamado a un Concurso denominado «Reto Escritor». 

Era un
día bastante caluroso, sin una pequeña brisa que acariciara mi
rostro, sin el trinar de los pájaros atrayéndome al patio para deleitarme
con sus diferentes melodías, había un silencio poco común; o quizá era yo, que
estaba demasiado absorta en mis pensamientos, experimentando tantos cambios
emocionales; al enfrentarme a un largo fin de semana, para esperar los resultados
del Concurso en el que había decidido participar con mi obra «Los Amores de Elena», un poco para vencer mis miedos, pero que además me brindó momentos mágicos; y fueron tantos, que me hicieron cambiar por
completo el concepto que tenía grabado en mi memoria con relación al miedo, ese
fantasma que en ocasiones aparece y sientes que te roba el aliento, así como cuando estás sumergido en las escenas de una película de terror y de repente ves una
imagen espectral que se coloca sobre alguien y comienza a aspirarle el alma a
través de su boca, jajajaja si, esa era la imagen que tenía del miedo.

Justo ese día, tambaleándome entre la
ansiedad de la espera, el miedo a no calificar, la alegría por tantos amigos
enviándome mensajes de apoyo, cuando me encontraba en ese torbellino de
emociones, tomé la firme determinación de cambiar mi relación con el
miedo, enfrentarlo cara a cara y decirle lo que ahora pensaba de él, porque no
hay nada que te haga sentir más ligero, que darte el permiso de «sentir» y
luego soltar para dejar fluir, y entonces, justo allí donde me encontraba,
recostada sobre el sofá, comencé mi conversación con él.

– Hola miedo ¿cómo estás hoy?, siempre
tienes una forma muy particular de hacerte sentir.

– Hola Elena, bastante bien y además
sorprendido!, constantemente se niegan a reconocerme.

– Se que es así, porque hasta ahora
habías sido alguien completamente desconocido para mí, alguien que cuando niña
alimentaron de mil una manera, incluso llegaron a darte forma cuando me decían:
– te va a llevar el «coco» -, como si fueses realmente una persona con el
poder de acecharme; y sentir tu presencia me resultaba
verdaderamente agobiante, eras algo sobre lo que llegué a creer que
nunca lograría tener dominio. Podía fabricarme un sueño grandioso,
extraordinario, pero entonces, aparecías tu para dañarlo, haciendo aparecer
imágenes catastróficas que me ponían helada, me hacían temblar, me dejaban muda
y terminaban paralizándome por completo y, ¿qué crees? siempre
terminaba echándote la culpa de todas mis desgracias, de mis planes inconclusos,
de mis deseos no alcanzados, y de mis metas cada día más lejanas.

– ¿Y qué fue lo que cambió? ¿De dónde
salió la idea de charlar conmigo?

– En realidad nada ha cambiado, todo
sigue igual, sólo comprendí que no me había tomado el tiempo necesario para
conocerte, y que muchas veces nos dejamos llevar por falsas creencias; y con
todas esas horribles imágenes sobre ti que tenía archivadas en mi memoria,
terminé pensando que eras el freno, el motivo de todos mis pesares; y
quiero pedirte perdón miedo, y además suplicarte que seas mi mejor
amigo.

– Vaya, eso no me lo
esperaba; nunca nadie me había hablado de esa forma, creo que estoy
acostumbrado a que todos me echen la culpa, me insulten, lloren en los
rincones, alegando siempre que soy el culpable de todos sus males. Que me digas
ahora que deseas ser mi amiga, me hace sentir un poco extraño.

– No es tu culpa, nada ha sido tu culpa.
La verdad es que las personas jamás no ocupamos de revisar hacia nuestro
interior para determinar en qué estamos fallando, cuáles son esas limitantes
que no nos dejan expandirnos; alimentamos constantemente tantas falsas
creencias, entre tantas, esta de que tu nos paralizas; cuando en realidad eres
la energía que nos saca disparados de nuestra zona de confort para vivir nuevas
experiencias.

– A ver cómo está eso, yo los impulso a
vivir nuevas experiencias, no entiendo! ahora me estás confundiendo, en
realidad siempre veo como se quedan paralizados cuando me sienten, y puedo escuchar como
se les acelera el corazón, como esperando siempre lo peor.

– Si es bastante lógico que estés
confundido, has estado desempeñando en muchas ocasiones un papel que no te
corresponde, y es por eso que decidí mejorar mi relación contigo, aprender
a amarte, a valorarte, porque la verdad es, que eres nuestro mejor amigo,
ese que nos despierta cuando andamos como muertos vivientes sin valorar lo
esencial de la vida, ese que nos da la energía que necesitamos para dar el
salto al vacío e ir por nuestros sueños. Estoy tan apenada contigo, que
desearía poder llegar a todos de alguna manera y demostrarles que no eres
esa imagen que nos mostraron de niños, que no eres tan malo como todos nos
han hecho creer, que tu no eres el freno, sino el motor que enciende la chispa,
la alarma que nos indica que necesitamos un cambio, el amigo que nos invita a
una nueva aventura.

– Me siento sumamente honrado con tus
palabras, jamás había sentido la felicidad; es algo totalmente nuevo para
mí; la verdad es que me había hecho la idea de ser ese personaje que has
descrito, son muy pocos a quienes he visto reaccionar de manera positiva cuando
llego, y muy pocos los que me han permitido ver los resultados de ese impulso
que gracias a mí les llevó a conquistar el éxito.

-Si, en ocasiones somos muy prepotentes,
y no queremos dar a otros el crédito de nuestro éxito; pero he descubierto
que las leyes universales se dan de manera natural creamos o no en ellas, y
estoy convencida de que nada ocurre en el universo sin que se genere una
compensación; si tomáramos en consideración esto, cuando construimos pensamientos,
cuando expresamos lo que sentimos y sobre todo cuando hacemos lo que
deseamos, sabríamos, que de manera natural recibiremos del universo en la misma
cantidad o duplicado eso que estamos entregando. Te pido perdón, porque mi
limitante no eras tú, sino mis falsas creencias y te agradezco por haber
encendido mi alarma, para retomar la escritura y sanar a través de ella.

– Pero, ¿por qué me das las gracias?, si
ni siquiera quedaste entre los seis finalistas

– Te doy las gracias por haberme
mostrado tu verdadero rostro, por borrar esa fea imagen que tenía de ti, por
aceptar mi amistad y mostrarme tu lado amable, te doy las gracias porque sin tí
ni siquiera me habría inscrito en el concurso y hoy no tendríamos esta
conversación; seguiría allí en mi zona de confort, viviendo en ese falso
oasis de seguridad que nos sumerge en la monotonía y nos impide «vivir», porque
la vida es más emocionante cuando se acelera el corazón con tu llegada, con ese
sustico en el estómago que tu produces, pero que luego se va transformando en
diversión, en sonrisas, en celebración. No quiero que te vayas muy lejos,
quiero que siempre estés pendiente, y cuando me veas cayendo nuevamente en la
rutina, haz algo que me vuelva a traer a la vida, con todas sus tonalidades,
con todas sus frecuencias, con todas esas circunstancias que siempre nos están
dejando aprendizajes.

– Trato hecho, estaré pendiente, y
déjame agradecerte también por verme con los ojos del amor y permitirme
disfrutar de esas alegrías que dices que nacen gracias a mi.

Y fue así, como entendí que el miedo es
ese fuego abrazador que nos une para defender la libertad, que nos impulsa
cuando está en peligro nuestra seguridad, que nos da valor cuando queremos
entregar nuestro amor.

Cuántas veces hemos dejado de ir por
nuestros sueños culpando al miedo, cuando en realidad ha sido nuestra falta de
amor propio, al no reconocer nuestro poder creador, al no cultivar la gratitud
para enumerar a diario nuestros dones, nuestras bendiciones; nuestra capacidad
para elegir, y justamente de este poder de elección fue del que me empodere
para decidir que el miedo no era mi enemigo y comenzar una nueva relación con
él, valorando la función que cumple en mi vida.

Sólo espero que como yo, muchos puedan
comenzar a mirar en él a un verdadero amigo, porque él no es más que el
antagonismo de nuestro espíritu de valentía que desemboca en nuevas
experiencias, y nos conduce por los caminos que debemos transitar hasta
lograr nuestra mejor versión y donde podamos encontrarnos con nuestro propósito
de vida, ese que enseña que la mayor felicidad se encuentra en «servir».

Muchas veces nos hablan con la voz del
corazón y sólo escuchamos con los oídos del egoísmo, hoy le abrí mi corazón al
miedo y él me escuchó con los oídos del amor; la energía que todo lo transforma,
que devuelve la esperanza, que fortalece la fe, la que cree en los milagros y
nos devuelve el poder de creer y crear, que poseemos desde que nacemos, pero
que se oculta bajo el velo de las falsas creencias, esas que sólo alimentan los
virus que nos roban la paz. Llegué a sentir compasión por el miedo, porque
él se había resignado a representar ese oscuro personaje, además sentí empatía,
porque cuántas veces hemos andado por la vida representando personajes que no
guardan relación con nosotros, cuántas veces andamos haciendo el papel de
víctimas quejándonos por todo y de todos. Pero, me gusta la idea de que el
aprendizaje no termine jamás, cada nueva aventura nos conduce al mayor
conocimiento.

Ahora voy por la vida aprendiendo desde
el amor, reaccionando desde el amor y con un fuerte deseo de encontrar mi
propósito de vida, ese que me permita hacer lo que amo, sirviendo a otros y
generando los recursos que me permitan seguir cumpliendo metas, propagando la
buena nueva de que podemos conquistar la felicidad a través de la gratitud, que
podemos expandir la llama del amor practicando la empatía y la caridad, que
podemos alcanzar una vida más plena entregando siempre lo mejor de nosotros y
que el planeta también desea que lo tratemos con amor, a través de la pandemia,
esa que nos llenó de miedo a morir, en realidad llegó para decirnos que la
valoremos y que aceptemos el espacio que estamos ocupando como la mayor
bendición que tenemos para vivir nuestra experiencia de vida y que quienes nos
rodean son exactamente las personas que necesitamos para transformarnos en
nuestra mejor versión.

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