Sofista es todo aquél que utiliza sofismas, es decir, quien hace pasar argumentos falsos o capciosos por verdaderos. Yo puedo afirmar que una mayoría de ciudadanos no están interesados en la política, aunque también puedo sostener lo contrario. En ambos casos, empleo un sofisma, ya que maldita la gana que tengo de conocer la verdad: sólo pretendo convencer al que tengo delante.

Es muy complicado que no te encasillen. Has de emplear un lenguaje tan aséptico en la forma y debes vigilar tánto el contenido, que al final no transmites nada inteligible. Los sofistas son unos expertos en eludir que los etiqueten. No suelen decir nada, no ya verdadero, sino con cierta sustancia. De ahí que los lectores prefieran a los sofistas que a los que no lo son. Ahora se dice que hacen que te mantengas en tu zona de confort intelectual. Como no contradicen ninguna de tus convicciones, al no decir nada, sus argumentos son admitidos por norma general. El problema no sería tal si no fuera por que la mayor parte de los argumentos políticos son en sí, sofismas. En efecto, si el orador o escritor habla claro, inmediatamente se le encasilla y su discurso es categorizado como conservador, liberal, progresista, comunista, ultra. Automáticamente una parte de la audiencia experimentará una profunda desafección y el resto del discurso se interpretará de acuerdo con esta percepción. Curiosamente la polarización suele ser por mitades, con unos pocos ciudadanos extravagantes que no se sitúan en un extremo u otro, como máximo una décima parte. Al político de turno no le queda otra que ser un sofista si quiere convencer no ya al indeciso sino al que no está de acuerdo con sus ideas. Por tanto, el cien por cien de los políticos dirigen sus esfuerzos a convencer a los ciudadanos de su propia verdad política, mediante el empleo exhaustivo de sofismas.

Si el lector ha llegado a este punto, una de dos, o es muy paciente o le interesa saber cómo acabará esta reflexión. Me dirijo a ambos tipos, ya que incluso pueden coincidir en una persona. La conclusión debe extraerla el lector interesado y paciente, aunque yo la apunto. Sólo cuando la política se desembarace de los sofistas, los ciudadanos serán capaces de empoderarse y construir un discurso liberador propio. Sin intermediarios que sólo buscan su verdad, no la verdad común. Dotándose de un poder distribuido y sin jerarquías. El primer paso es el más complicado. Pero resulta que Vd ya lo ha dado.

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