Ataque de pánico en carretera.

Ataque de pánico en carretera.

Val Gomez

20/04/2021

No quiero llegar. Un gran porcentaje de mi vida lo he pasado en una carretera,
pensando en lo remoto que es el mundo, pensando, hablando y escuchando. La
mayor parte del tiempo solo escucho a las personas, en general me agrada
porque soy bastante empátíca. Pero mi parte favorita de tener oídos es la música,
siento que ella me escucha a mi y no yo a ella. Hay algo tan bizarro en el hecho
de ponerme los auriculares, no sé bien como plantearlo, solo diré que es como si
esos dos orificios fueran cubiertos por alguien que me entiende, y entonces todos
los pensamientos que tengo no salen, no fluyen, se concentran y se deconstruyen
en mi cabeza. Hacen una mezcla homogénea y van de un lado a otro,
hundiéndose en lo más profundo de mi subconsciente y saliendo a relucir en
forma de otro pensamiento. Después algo lo toma y lo transforma en lo que
quiera… esta última parte es donde me pierdo. Pierdo el control de lo que hago y por un
momento me desconecto de mi cuerpo. No tengo control de mis movimientos, ni
de mis extremidades, mi boca no cierra y mis pupilas caen al vacío.

Una explicación más certera de esto podría ser el hecho de que me siento
luchando contra algo dentro de mi que no conozco. Pero no es una persona, no
es un objeto, es algo infinito. Es un universo de pensamientos perdidos que me
quita lugar de ser y se posiciona para llevarme a donde quiera. Temo un día ya no
poder regresar. Temo un día caer en el profundo hoyo y no encontrar mi
respiración de nuevo. Temo que un día aquello que no conozco no me deje
regresar a la realidad y dejar de ser yo.

La curiosidad me come desde las entrañas. Explicarlo es tan fácil como ver una
película de Lars VonTrier, sé que esto no tiene nada de simple, me refiero a verla
sin entender el contexto, una vez que sea entendido, genera más dudas que
ninguna otra cosa en el mundo. Una de esas dudas es el por qué últimamente he
pensado tanto en el valor de la vida. Lo importante aquí no es que yo piense en
eso, si no el poco valor que le adjudico. Lo importante es que no encuentro
razones ni lógica, no encuentro motivación ni esperanzas. Cualquiera que lea esto
dirá que la vida es maravillosa y por ningún motivo voy a discrepar. Existen
muchas cosas que me hacen sentir bien: la música, la melancolía, el arte, mi
hermano, los paisajes, el cine, la comida, los olores, el sexo, la soledad, las
emociones… mismas que me están llevando al carajo.

Mientras escribía las cosas que me agradan de la vida, divagué demasiado sobre
lo que en realidad me hacía sentir bien y para ser sincera hay tantas cosas que
podrían hacerlo… pero no. No diré que soy un humano complejo o incomprendido
porque suena a cliché, solo diré qué hay cosas que yo tampoco entiendo y me es
inevitable dejar de sentirlas. Solo diré que si dejara de existir no me importaría en
lo más mínimo, pero mi limitante viene del circulo donde vivo, son personas reales
que lo lamentarían sin tener la culpa.

No tengo miedo, no siento temor de desaparecer y convertirme en nada. Tampoco tengo razones para querer hacerme polvo, solo que de igual manera no existen razones para no serlo, solo limitaciones como ya las mencioné. Tal vez solo estoy esperando un detonante, una motivación para quitarme la desmotivación que siento.

De fondo retumba Live with me – Massive Attack. Me da esa ligera ansiedad y
paranoia que necesito para que la depresión gane puntos. La he repetido una 5
veces y me he dado cuenta que amo este estado, me siento cómoda sumergida
en la indiferencia hacia un mundo al que también le soy indiferente. Estoy segura
que esto último no es idea mía… la gente no escucha, pienso que solo están en
una búsqueda insaciable de protagonismo. Pero yo no necesito eso, a la única
que siempre trato de impresionar es a mí misma, después la ansiedad viene con
un golpe de deseo por aceptación y pierdo los cabales de nuevo. Así cada noche
cuento hasta 100 para quedarme dormida y no saber de nada por horas.

Es difícil mantener el conecte con la realidad ya en esos momentos, pues en tu
interior ya no defines cual de todas esas voces, eres tú. Planteare esta escena
cotidiana y trataré de hacerle justicia al detalle que merece esta experiencia:

Me encuentro sentada en mi pequeña habitación. La fascinante voz de Beth
Gibbons en The Rip suena en la bocina. Tiempo de ocio para mi y tranquilidad.
Observo a mi alrededor y todo empieza a parecer tan ajeno, tan alejado de mi. Mi
percepción cambia por completo. Me siento lejana a todos los objetos que me
rodean y ellos se alejan de mi. Las extremidades… ¿son mías? Por un momento
pareciera que este cuerpo no me pertenece y percibo una sensación de flotar.
Trato de concentrar mi mente en la idea de que todo está en orden. Todo está en
mi cabeza. Pienso 500 cosas a la vez y una de ellas me dice que justo ese es el
problema. Ojalá fuera una enfermedad proveniente de alguna parte sólida de mi
cuerpo pero no es así. Es la mente la que me juega malas pasadas. Trae a mi
pensamientos de angustia y desesperación. Miro el celular como distracción y la
pantalla de este me parece despegada de la realidad. Alcanzo a ver mi mano que
no me parece mía. La observo y sigue pareciendo extraña. Trato de cerrar los
ojos para conciliar el sueño pero los pensamientos me despabilan. Me siento
dispersa y desesperada. Quiero ayuda pero eso implica pánico y pánico, es lo
que tengo de sobra.


Me siento, me paro, me acuesto y así sucesivamente.

Es mi deber hacer énfasis en esta parte, donde explico mi desesperación por
conciliar el sueño, en un intento fallido abro los ojos y comienzo a escuchar ese
zumbido en los oídos que da cuando la ansiedad empieza a comerme y un ataque
de pánico viene consigo.

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