Osito y su regreso de la muerte (copia)

Osito y su regreso de la muerte (copia)

Osito era un perro. -Si, un perro muy fulero, pero muy bueno.- Flaco. Tremendamente flaco. Todo lleno de rulos negros y con una mancha relativamente simétrica de color marrón en medio del pecho. De esos perros piolas, siempre dispuestos a mover la cola cuando hiciera falta.

Generalmente Osito vagaba, desde tiempos inmemoriales, por toda la barriada, buscando el paraíso de todo can: El Lugar Perfecto y Sagrado donde dormir la siesta.

Cuenta la leyenda que una tarde de enero, cuando el calor comienza a dejar respirar, un fiero perro blanco, cruza de dogo argentino y dálmata lo sorprendió por el cuello arrastrándolo por el ardiente asfalto. Osito era un “Pan de Dios”, carecía totalmente de cualquier tipo de condiciones para el arte de la lucha, no era para nada agresivo, si no más bien todo lo contrario. El titán blanco se abuso. Lo trituro con su potente mandíbula de acero hasta dejarlo como una bola de chicle toda llena de pelos rulados. Totalmente ensañado no hizo más que pasear el magro cuerpo de nuestro amigo por más de sesenta metros.

Los pibes del barrio ahí sentados, se vieron instados a intervenir por los gritos y ruegos de las vecinas del lugar que no pudieron evitar llorar en cuanto sintieron los alaridos de la victima.

Naco el cobarde fue el primero, actuó espontáneamente, tomo de la bicicleta del “Cabezón Sanchez” ahí estacionada, su inflador plástico y de mala calidad, pensando que era un garrote invencible… error. Al propinarle el primer golpe al ciego can, noto que se había doblado y q de nada servía, ni para golpear, ni para inflar, ni para nada, trago saliva, se encomendó a sus dioses y salto del otro lado de la tapia. Ya a salvo de esas terribles fauces profirió: Cabezón, una bosta este inflador…

Murdock, el valiente, fue el segundo. Tomó una piedra guaranga de un cantero y tras apuntar durante unos instantes, lanzó el proyectil de grueso calibre sobre el malvado perro blanco, con tan mala suerte que éste giró y el macizo impacto de lleno en Osito. Pobre Osito sobre que se estaba comiendo la cagada de su vida, Murdock encima le tiraba piedras.

Otros pibes trataron de intervenir pero fue en vano, retrocedían ante los colmillos ensangrentados de ese mastín asesino.

Pirineo, el gigante, hizo de tripas corazón, se adelanto unos metros y castigo a un árbol paraíso sacándole la mitad, que utilizó para entrar en acción. Se puso a corta distancia y propinó severísimos golpes a la madeja canina. Osito en esta oportunidad también ligó de más, pero por suerte el tártaro, a quien el castigo le resulto peor, dejó la presa y salio corriendo.

Osito estaba muerto, no quedaba en él rastro alguno de vida.

Era difícil consolar a las, compungidas, vecinas de tanto dolor, mientras se puteaban con las contundentes señoras dueñas del fiero can blanco, que se habían apersonado al lugar quizá por el estruendo, quizá porque lo vieron escaparse de su propia casa.

Osito yacía a centímetros del cordón de la vereda con los ojos cerrados inmóvil. Sin signos vitales, en un brotado charco de sangre. Era un despojo perruno tirado ahí.

Algunos se acercaron y lo tocaron con el pie, otros con una ramita. Nada. Pero nada de nada.

El Silencio.

Un minuto después ocurrió lo inesperado. Osito abrió un ojo, ahí nomás pegadito, el otro, se reincorporó, se sacudió, comprendió que ese lugar era terrible, -que estaba casi entero,- constató que el tártaro no estuviera próximo y huyó para el lado que va el viento a ponerse a salvo. Corrió como nunca y eso que era sabido en el barrio, que Osito era veloz. – Esta vez fue mucho más rápido.-

Antes de doblar la esquina se paró en seco. Nos miró a todos, sin vernos a ninguno, aunque Murdock y Pirineo cuentan que sintieron su mirada fría. Pero, de verdad, el resto de los allí presentes no lo notamos.

Lo que si nos sorprendió fue que inmediatamente después se escucho un grito agudo, como dolido. Como un grito que tiene el problema de salir, por algo que obstruye la garganta.

..” Ya van a ver, hijos de puta…”

Pero de verdad, nunca pudimos corroborar de donde vino.

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