SINOPSIS
¿Qué puede resultar de los ardides maquinados por una mente perversa y codiciosa en contra de otra perturbada y voluble?
El detective Otoniel Pérez, acompañado de su incondicional amigo, el profesor e historiador Renzo Mejía, va tras el rastro de una sucesión de hallazgos dantescos en monumentos y templos históricos de la capital hondureña.
Con sus sórdidos ritos, los criminales van dejando sangrientas escenas que evocan arcanas ejecuciones con una meticulosidad casi indescifrable para sus perseguidores, desatando el pánico entre la élite política, empresarial y eclesiástica afín con el derrocamiento presidencial una década atrás.
Con los amplios conocimientos en psicología criminal de una de las víctimas y la información exclusiva de una enigmática agente de la guardia de honor presidencial, el equipo investigador corre contrarreloj para evitar un baño de sangre con matices ideológicos sin precedentes en uno de los sitios más emblemáticos de la historia poscolonial de Honduras.
PRÓLOGO
La historia del adalid centroamericano general José Francisco Morazán Quezada siempre se ha visto envuelta en una serie de conjeturas, la mayor parte de estas no fundamentadas e incluso espurias, como si de una especie de desaprobación de su enorme legado de progresía, sobre todo por los más conservadores de nuestras sociedades regionales actuales se tratara.
Acusaciones de herejía y libertinaje, hasta prácticas psíquicas o agoreras contra su propia alma errante, son algunas de las acusaciones que descansan sobre sus hombros, sepultados en una tumba en El Salvador, y que, desde allí, seguramente, y para la posteridad, querría que siguiesen emitiendo en su contra, ya que gracias a ello su patrimonio de pensamiento diferenciado se amplifica con el paso de los años.
Achacándosele arbitrariamente situaciones como el deterioro del libre pensar de nuestros pueblos, todo con el afán de socavar justificaciones falseadas de algunas de sus medidas trascendentales, que como jefe de Estado de Honduras y presidente de la República Federal de Centroamérica instituyó, como la segregación del Estado y la Iglesia, la secularización de algunas responsabilidades, antes competencias clericales, y que a partir de la laicidad de declaraciones independistas como la Constitución de la República de Honduras, por ejemplo, han sido pilares sobre los que nuestros pueblos fundamentan sus devenires armoniosos y esperanzadores.
Por otro lado, las diversas luchas que, al igual que Morazán, llevaron a cabo muchos otros grandes y buenos centroamericanos en el pasado, nos permiten ubicarnos en un panorama patriótico, de antaño, contemporáneo y postrero, digno de enorgullecernos y tomar sus ejemplos para hacer de nuestros países lugares plausibles donde nuestras generaciones futuras puedan convivir con la tolerancia que las grandes naciones demandan de sus hijos.
Episodios heroicos como la Batalla de la Trinidad, entre muchas otras situaciones colmadas de gallardía y orgullo patrio, prueban que luchando por devolver lo justo al pueblo es el camino propicio para el desarrollo de una nación. Ejemplificándose en la turbulenta época posconquista y con al menos el anhelo de pensar y actuar con relativa libertad hacia sus propias conquistas e ideales.
La eterna disputa entre el bien y el mal, aunque de manera relativa y dependiente de quien le atribuya cada lado de la moneda, se simplifica en querer imponer criterios y formas de pensar de los fuertes hacia los débiles, utilizando todos los medios posibles, entre los que no podemos obviar el dogmático de religiosidad, la demagogia política y lo que emiten los medios de comunicación, como artimaña dominante de quienes desean, a toda costa, mantener el mundo como lo quieren mantener, compartiendo la culpabilidad con quienes lo permiten.
En el caso del prócer Morazán, algunas de sus reliquias se conservan en museos y casas de cultura en Honduras y demás países de Centroamérica, erigiéndose como mudos declarantes del gran tributo histórico-ideológico heredado hasta nuestros días y llenándonos de honor y orgullo patriótico como fuera su brillante anhelo y lucha integracionista y libertaria.
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