El mar de la desesperanza me reabita, nubla los motivos para el trazo, surca mis hendiduras y se jacta. Engrandece mis olas y mi espanto.
El terremoto se desata, agrieta el piso, estructuras sufren su inclemencia. Y como restos tendidos en el suelo, mis desechos despliegan su precencia.
Luego de la mar, la marejada, desata el desastre consecuente, destroza todo aquello que aún resiste y mi barca se rompe pero enviste.
Tendido y casi muerto me reabito, el corazón a punto de estallar responde, con sangre aun bombeando me defino pues con hummus en tierra fértil, crece el trigo.
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