¡Que viva la música! de Andrés Caicedo

¡Que viva la música! de Andrés Caicedo

Sobre cambiar de vida y cómo leer música sin partituras

El seudónimo que Andrés Caicedo le da al personaje principal de esta obra es La mona, cuyo nombre real se viene a conocer prácticamente hasta la última página del relato.

La historia se cuenta como un monólogo, es esta chica la que narra todo lo que le pasa desde el día que, prácticamente, su vida cambio de rumbo y se concentra en una sola cosa: la música.

Un día cualquiera La mona se levanta, hace sus cosas, cambia un poco su rutina y de repente se da cuenta que ya nada será como era antes. Deja de ver a sus amigos y también conoce otros, frecuenta nuevos sitios al tiempo que no va más a casa de sus padres y relata cómo el futuro de una de las «niñas promesas» de Cali se va tan rápido que ni modos de salir corriendo para alcanzarlo.

Leyendo las primeras páginas, que tanto para ella como para mí, en la posición de lectora mostraban todo un nuevo mundo, no pude evitar preguntarme y reflexionar sobre qué tan fácil es cambiar de vida de la noche a la mañana. Y esa expresión puede sonar un tanto radical, pero viéndolo únicamente desde los ojos de La mona, se puede decir que así fue. De su vida anterior conservó solo su nombre y su cabello rubio, de resto, la forma en la que vestía, hablaba, lo que conocía, su rutina y otro montón de cosas, cambiaron absolutamente. Aunque esta sea una historia de ficción, posiblemente, porque lo cierto es que Caicedo no contó mucho sobre el libro, la radicalidad en las decisiones del personaje pueden estar presentes en la vida cotidiana de ciertas personas.

Pero, desde mi punto de vista, puedo decir que conozco pocos casos de personas que han dado un golpe súbito por hacer algo para cambiar su vida. Y no en un sentido tan radical como el de la historia, sino en pequeños detalles, del tipo que no afectan para siempre pero que pueden generar un impacto considerable. Y me imagino que es por esto que dicen en ocasiones, de que preferimos estar en una zona de confort. Una especie de burbujita que nos mantiene seguros y a salvo, porque el terror a lo desconocido a veces puede más que nuestros deseos.

Y evitando caer en un tipo de charla motivacional y en el «tienes que alcanzar lo que quieres sin importar las consecuencias», lo cierto es que la vida de La mona se vio alcanzada totalmente por sus deseos. La música fue para ella ese pedacito que no conocía y que tenía que alcanzar sí o sí.

Entonces, es aquí donde uno se da cuenta que desprender una historia del contexto social cuando claramente está desarrollada en un sitio en particular es prácticamente imposible de hacer si se quiere lograr contar algo realista y lo digo porque la historia de Andrés Caicedo no es solo sobre alguien con una obsesión que abandona sus estudios, sus amigos de toda la vida y sus padres para aprender de música, sino de una chica que se enfrenta a la realidad de una ciudad colombiana, Cali. Y al hacer esto, hay que mencionar las drogas, el alcohol, los secuestros y todo el conjunto de elementos que componen la vida de alguien que vive allí.

Dejando de lado el sentido crítico y político que el autor le da a su obra, considero que también es importante resaltar cómo se transmite la música en la narración porque se hace a partir de un sentido literario y no técnico. A lo que me refiero es que, generalmente, la riqueza de lo que un autor transmite está en el acercamiento visual que haga de lo que está en su imaginación, pero la situación es un poco más compleja cuando se involucran otros sentidos. Por ejemplo, El perfume de Patrick Süskind es una muestra clara de cómo hacer que el lector imagine olores y hay otros autores que hacen uso de ciertos elementos narrativos para transmitir sonidos, pero representa una mayor complejidad hablar de música y hacer que se piense en un género particular solo leyendo algo.

Y es que lo anterior va más allá de hacer mención al género, la forma en la que La mona narra su historia cambia de ritmo también y adopta el que tiene la música. Los signos de puntuación y las palabras, hacen que la historia no se lea de forma «plana» sino que las frases se conviertan en partes de la canción que La mona baila.

Considero que esto es vital para la obra ya que, si la música no tuviera este papel fundamental en la historia, la forma en la que se destaca no sería la misma. El título que Caicedo le ha designado parte de dos funciones: lo que en el sentido literario hace la música por la narración y lo que la música es para la parte de su vida que La mona se encarga de contar.

Por último, quiero rescatar una frase que marca con seguridad el camino sin retorno por el cual avanza La mona a medida que lo hace su historia: «entonces corrió, pues el hombre que sufre (lo comprobaría yo después) se olvida corriendo de su espíritu». ¿Vamos corriendo o caminando cuando sufrimos?

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