Demasiado jovenes como para quedarnos a mirar el reloj,

a esperar la puesta de sol. 

Demasiado ansiosos como para calcular el tiempo

y contar estrellas.

Te quise como fin de semana, la noche era más larga que el día a pesar de verte a oscuras, sabía reconocer el camino a tu espalda, como luciernaga deambulando por las calles de Madrid, recorriendo campos y pisando flores. La confianza de gritar tu nombre a dos cuadras era yo sediento de tu amor queriendo beber hasta el último concho de tu copa.

Rompiendo líneas, saltando luces, de viernes a domingo, galopando en la almohada, bailando en la entrada, cantando la vie en Rose, como la reencarnación viva de una pintura en óleo fumándome hasta la última calada de tus labios, perpetuando el momento, escribiéndote cartas, escuchando el mar. Verte caminar a paso decidido, acercándote cada vez más, como carrera clandestina pensando solo en ganar.

Como si de una guerra se tratase, sin armas ni trincheras, me entregue como tributo a tu merced, queriendo ver los mismos colores, con la boca seca y los pies rojos, me tienes de rodillas pidiendole a Dios que existan más semaforos en rojo, que me devuelva al verano, a ti y tus brazos. 

Quiero borrar las grietas de mi cuerpo, pero manteniendo las de mi corazón; porque ahí estás tú.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS