Hay un lobo feroz en mi puerta, tiene mis ojos pero no soy yo, parece que no quiere dejarme entrar a casa porque de pronto cambio algo, me odia, me odia porque le temo. El lobo feroz enfermó, su corazón enfermó, aulló y aulló por muchas noches el nombre de otra persona, pero esa persona no apareció, inclino sus patas y puso su pecho al piso como herido de muerte, pero aun cuida la casa a la cual no me deja entrar, escuchá atentamente el silencio del viento, me mira y me odia aun más, decidió sentarse, pero al hacerlo solo veía el piso, como inmóvil, como inerte.
El lobo feroz no quiere comer, es un acto más de la vida, dijo, le he dicho que puede morderme, pero que me dejara pasar, quiero cambiar mi casa, le dije, se veía cansado, cansado de cuidar, cansado del frío de la noche, cansado de la lluvia, me mostró la cicatriz en su corazón y la tristeza nos invadió, quizá si hubiese cambiado mi casa antes, esa herida no estuviera, al final me dejo entrar, y al hacerlo, entro conmigo, a la final, nuestro corazón es el mismo.
OPINIONES Y COMENTARIOS