Reseña por: Saraswati Bedoya
Libro: Crisis Civilizatoria
Autor: Edgardo Lander
A veces no basta con ser ciudadano para tener una plena crítica sobre su territorio y los países que se relacionan a través de sus políticas. Este es el caso de Edgardo Lander, uno de los más destacados pensadores de la izquierda en Venezuela. Miembro del grupo de investigación sobre Hegemonías y Emancipaciones del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Lander se destaca en otras publicaciones como lo son Contribución a la crítica de marxismo realmente existente: verdad, ciencia y tecnología; La ciencia y la tecnología como asuntos políticos; Límites de la democracia en la sociedad tecnológica; Neoliberalismo, sociedad civil y democracia.
El autor, debido a sus experiencias académicas y políticas, elige a cuatro estados latinoamericanos cuyos gobiernos han fallado en hacer del socialismo una solución viable para los problemas de una sociedad en crisis; Estos gobiernos son: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela. Fuertes manifestaciones, acciones antidemocráticas, extractivismo, degradación de la pluralidad, pérdidas ecológicas y un sinfín de problemas generados, que no han sido tratados como parte de errores, sino que se acusa a otros gobiernos de las problemáticas y son apoyados distinguidamente por el Foro de Sao Paulo.
Una de las generalidades más perseguidas por los críticos de la izquierda actual, es la problemática ambiental; aunque la vemos acelerada por actividades como el extractivismo, no es cosa nueva: desde mediados del siglo XX la actividad humana ha crecido en forma desmedida, la revolución industrial y el avance científico han hecho de la vida misma un lugar más confortable; tanto, que, según algunos expertos hemos entrado en una nueva era: el Antropoceno. Este sexto evento de extinción masiva lleva consigo la aceleración en el cambio del clima, la acidificación oceánica y la desaparición de biomas enteros con la vida que alberga.
Aquí se plantean dos economías “diferentes” para el orden en el mundo, el capitalismo y el comunismo; uno de los objetivos del texto es reflexionar críticamente si realmente sólo tenemos estas dos opciones, pues sin importar el bando, la era actual está distinguida por una crisis multidimensional, patriarcal, clasista y colonial, donde entra en juego lo ceñida que está una sociedad al antropocentrismo decadente que no distingue de ideologías.
Es tan difícil desligarse de los modelos de desarrollo creados por el capitalismo que hasta la izquierda ha seguido sus pasos, el crecimiento sin fin. El neoliberalismo no solo ha manchado las facetas humanas en la sociedad, sino también ha conducido a la pérdida de la diversidad cultural y natural a través de procesos globalizadores.
Entramos a un orden de ideas y empezamos desde la mirada histórica: el comunismo nace cuando el nuevo orden liberal hunde a la clase obrera, y la última se inconforma por sus condiciones de trabajo, las nuevas formas de vida y producción. Luego, se busca unificar las clases sociales para eliminar las desigualdades que se empezaban a ver tan prominentes en esta era. Es aquí donde las luchas anticapitalistas son una sola y Marx escribe el manifiesto comunista, un tratado político que se convirtió en el mayor impulso de los países donde se hacía la transición hacia el socialismo.
Alrededor de los años 60’s predomina el poder de los movimientos de izquierda como: el socialismo real soviético, la socialdemocracia europea y los gobiernos que fueron resultado de movimientos de liberación nacional. Con la caída de la unión soviética se dio fin al imaginario de que esta era la única alternativa al capitalismo y se endureció el poder de los Estados Unidos. Sin embargo, el socialismo no murió aquí, mutó y se transformó en otros discursos, como lo son los discursos de los países mencionados por Lander.
La intención del crecimiento sin fin en el socialismo del siglo XXI se empezó a ver cuándo en los gobiernos de Venezuela y Ecuador se planteó la economía extractivista basada en el petróleo en primera instancia, para mejorar las condiciones sociales, (ya fuesen inversiones en educación, salud o empleo) y cuando este objetivo fuera logrado, se desmontaría la erosiva economía para el ambiente y se volvería a la normalidad; el problema de ello, según Lander, es no tener en cuenta lo difícil que es regresar a esta normalidad después de tanto tiempo.
Con todas estas experiencias, se destaca que la izquierda también puede ser hegemónica y ser cómplice del desconocimiento a la multiplicidad y pluralidad social.
Para gran parte del mundo, la modernidad ha sido una experiencia negativa, debido a los procesos de colonización, esclavitud y apropiación de los bienes comunes, un ejemplo es una de las soluciones más buscadas para la problemática ambiental, replantear las llamadas energías limpias, ya que el consumo y la producción de estas afecta terriblemente el ambiente, sin embargo, el autor enfatiza que, aunque estas energías son limpias, requieren minería en gran escala para ser implementadas en los territorios y limitan la democracia de las comunidades que requieren la energía como un derecho soberano.
El gran ejemplo a las energías limpias son las represas hidroeléctricas, que en los últimos tiempos han tenido un gran apogeo en proyectos energéticos de las ciudades modernas, sin estimar los problemas que lleva consigo: desnaturalización de la dirección de los ríos y de su flujo libre, con ello todas sus funciones en el ambiente y el desplazamiento a personas de sus territorios.
De esperanzas a frutos de estas “revoluciones” y el avance económico de los países, nace el “desarrollo sustentable” y todo el concepto en sí del desarrollo, que no hace más que subestimar los conocimientos ancestrales y posicionarlos en un concepto hegemónico de subdesarrollo y todo lo que está abajo y debe ser cambiado, globalizado y alterado. Se defiende entonces, según el autor la idea de para proteger la naturaleza es necesario que se le sea asignado un precio y un dueño, pensamiento que está ligado de la misma forma, a las posiciones neoliberales.
Cuando los procesos de transformación en Suramérica empezaron a aparecer, nunca se cuestionó las razones del fracaso del socialismo en el siglo XX. Se reserva entonces, el derecho a repetir los errores cometidos en el pasado, se tiene una fe ciega al progreso, se abre paso a la monocultura y el autoritarismo. No se plantea la autocrítica como parte natural de la implementación de estas economías que no distinguían del pasado y se mantienen con promesas a futuro.
Bolivia, uno de los primeros países mencionados, donde el gobierno empieza con un modelo extractivista minero que tiene impactos como el desplazamiento de poblaciones y con ello, la destrucción de la cultura. En el país se ha criminalizado la protesta a la minería para evitar “los obstáculos a los proyectos de desarrollo”.
Con ello, Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo, empezó también a depender de este recurso y las exportaciones, tanto así, que al final del gobierno de Chávez la economía dependía en un 96%. Los objetivos del mandatario eran duplicar la producción petrolera para el año 2019, con obvias repercusiones en el ambiente como los impactos en territorios indígenas y campesinos, al agua, a la biodiversidad y a la democracia en general. ¿El extractivismo es la vía real para superar al capitalismo?
Dice el autor que, aunque es real que el bloqueo financiero está presente desde el 2017 como presión desestabilizadora por parte de Estados Unidos, no podemos cegarnos a la crisis económica y humanitaria que existe desde el 2014, entre otros eventos como el desconocimiento de las elecciones en el parlamento que dieron lugar a un gobierno autoritario, las inhabilitaciones políticas a las oposiciones, la inflación y las cifras de migrantes y refugiados.
Tampoco se deja atrás el gobierno “progresista” de Ortega en Nicaragua, donde se penalizó el aborto sin excepción alguna, donde en el 2011 hubo reelección fraudulenta y, por último, donde se dejó en manos de una empresa China la construcción del canal del país.
En el texto se mencionan más eventos antidemocráticos como el Fracking en Argentina, la extracción de reservas de petróleo en Ecuador, Carreteras en Bolivia, represas en la Amazonía brasileña, la pregunta es, ¿quiénes aprueban estos gobiernos con estas decisiones?
Fundado en 1990 por el partido de los trabajadores en Brasil, el Foro Sao Paulo se ha convertido en un espacio partidista que genera encuentros entre gran parte de los partidos izquierdistas en Sudamérica. Su ideología está ceñida por el rechazo al imperialismo en el subcontinente. El autor señala que es aquí donde se apoya ciegamente los gobiernos progresistas sin cuestionarles y la culpa de los problemas económicos, políticos, sociales y ambientales generados por los proyectos extractivistas recae en Estados Unidos.
Cuando se menciona la corrupción, nunca se liga a los aliados del Foro, y cuando hay acusaciones serias, se tratan como intervenciones de la derecha. Entra entonces, la degradación de la geopolítica, donde se relaciona el imperialismo con USA, pero China pasa a un segundo plano.
Y es que China se convirtió en el financiador del progresismo latino, después de que su riqueza avanzara enormemente y que sin importar su control comunista el país está abierto a los mercados libres y el imperialismo. Su éxito radica en la primera idea planteada en el párrafo, no sólo son apoyos “para el avance social” sino que estos se orientan a sus garantías de los recursos que puedan obtener en los países que financia, donde está marcado sus intereses económicos.
Los territorios dejan de tener autonomía y se transforman en marionetas de dos bandos hegemónicos que tienen las mismas características. Los pueblos acaban de experimentar lo que es un gobierno “alternativo”, y no les produjo un sentimiento de lucha social, sino desilusión ante las luchas anticapitalistas; a raíz de esto, regresa la extrema derecha, que, sin importar sus orientaciones abiertamente xenófobas, racistas y con intereses burgueses son elegidos, gran ejemplo Jair Bolsonaro en Brasil.
Con el fin del progresismo, termina también a idea de que el futuro puede ser controlado y la idea del estadocentrismo donde el estado puede cambiar profundamente la sociedad. El asunto más importante que enfrentamos hoy es ponerle un freno a la creencia que podemos crecer hasta el infinito sin consecuencia alguna; ojalá lleguemos también al fin de la felicidad humana ligada a la obtención material y el crecimiento sin fin.
El futuro no está escrito, ni puede ser predeterminado, el futuro lo escriben hoy los pueblos.
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