Después de tantos, tantos años, soy un ejemplo viviente de que algo de inmortalidad existe. He sobrevivido a más de lo que suponía. Desde afuera y desde adentro. Hasta ahora. Tengo un pasado innegable, pero mi futuro es algo incierto. Y escucho todo lo que se dice cerca de mi , asi que se lo que digo.

Las situaciones sociales e históricas me tocaron, sin doblegarme. Cierto es que perdí parte de mi esencia, del porqué de mi permanecer en el mundo, pero el tiempo todo lo transforma y yo no soy la excepción. Mi apariencia cambió, Es que a veces los retoques se hacen necesarios. Tal vez eso me permitió perdurar. Ser tan vieja como soy y soportar tantas historias diferentes.

Mi vida ha tenido vaivenes. Recuerdo, no sin nostalgia, las épocas de esplendor, cuando estaba rodeada de gente. Todo era movimiento, risas, juegos, siempre me acompañaban las flores y la música envolvía mi espíritu. Cuando los más chicos fueron creciendo, quedé cada día más sola y me convertí en el refugio de los mayores, que fueron enfermando y ya no volvieron.

Yo fui fuerte y emblemática. Algunas familias, inauguraron nuestra convivencia con fiestas y me recorrían con orgullo.

También he quedado sola por varios períodos, el polvo y la maleza me cubrían y nadie parecía interesarse. Luego venían otros a cuidarme y las luces se encendían otra vez junto con las risas, las conversaciones y los olores de la cocina. Siempre me gustaron los niños, así que no me molestaba un pelotazo ocasional o que garabatearan sobre mis empapelados y gobelinos. Para eso somos familia.

En el sótano tengo recuerdos de muchos de esos momentos, hay juguetes, un tocadiscos, libros amarillos que solo visitan los roedores, hasta que llega alguno de los parientes con ansias de despejar un poco, traen contenedores, ponen desinfectantes y veneno para ratas.

Los últimos que vinieron a cuidarme eran un matrimonio de unos cuarenta años. Yo los escuché hablar sobre mí, diciendo que había que cambiarme la cara. Tantas veces lo habían hecho, que no me importaba una vez más. Creí que ella lo haría. A las mujeres les gusta eso de transformar los seres y cosas más que a los hombres, tal vez porque son más curiosas…pero no, llamaron a un tercero que venía cuando el marido no estaba y comenzó con mi maquillaje, sí, pero lo que más le gustaba era transformar a la señora, así que pasaban horas en el dormitorio o en la bañera, sin olvidarse de sillones y hasta el piso. El trabajo no avanzaba mucho y el marido se dio cuenta. Me tiraron, por supuesto, la culpa a mí que soy vieja y no hablo, solo escucho y guardo secretos. Dijeron que tenía tanta pintura que había que quitarla como los catafilos de una cebolla. Que no sabían si bastaba con pintura o tendrían que operar de otra forma. Eso de operar sonó a transformación más profunda. Me quitaron cuadros que yo quería, a los que estaba acostumbrada a ver, tiraron abajo algunos anaqueles, me armaron un vestidor, pusieron mucha madera y oscurecieron mis espacios. Estaban casi por terminar, cuando se descubrió el amorío, armaron la mudanza y se fueron sin despedirse, dejándome tablas por encolar, puertas por colocar, un desorden importante.

He vivido tantas historias que nada logra perturbarme. Podría escribir libros enteros de relaciones familiares, amores contrariados, ausencias y lejanías. Llantos a escondidas. Soy una caja de Pandora, pero todos , los de antes , los de ahora , lo ignoran .Mi vista vieja y borrosa vió niñas con vestidos de encaje y sombrillas, otras con trajecitos que las hacían parecer mayores y más acá en el tiempo , con jeans rotos a propósito y remeras cortitas , al aire los ombligos. Vi abrirse muebles de donde salía una vajilla reluciente y también la comida en bolsitas que traen chicos en bicicleta y se comen en los sillones mientras cada uno atiende su teléfono personal.

Ese es el destino de muchas de nosotras. Reconozco que hubiese querido ser una de esas construcciones señoriales, que pasan de padres a hijos y a nietos como algo natural, pero me tocó un destino más incierto.

Ahora está lloviendo y compruebo que la gotera del living deja entrar agua en cantidad, así que la semana que viene seguro me reemplazan el techo y me pintan las manchas, aunque no sé, porque estos jovencitos que están ahora, que solo me usan para dormir, tal vez no les importe nada y al lado hicieron un edificio de varios pisos. Ojalá ese no sea mi próximo destino. Aunque, por primera vez temo por mi. Sentí rumores, y, lo peor, escuché muy cercano el ruido de topadoras, otra vez, cada vez más cerca.

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