Las pesadillas vuelven

Las pesadillas vuelven

Patricia Guebel

26/03/2021

Sintió que un frio glacial le corría por la piel: sin embargo, la temperatura estaba templada. Ese rostro le resultaba conocido, no recordaba de dónde, pero si, ya lo había visto antes. El sujeto avanzó hacia ella tomado del pasamanos del bus y comenzó a mirarla con ojos inquisidores. Los ojos, esos ojos los tenía grabados. El resto de la cara era confuso, pero los ojos eran como la fachada de un edificio tradicional, como el frente de la casa en la que viviste tu niñez: no se olvidan. El traslado lo llevó justo frente a su asiento. El frío pasó a ser un temblor, casi una sacudida. Su compañero de asiento la miró y le preguntó si estaba bien. Ella negó con un sutil movimiento de cabeza. Él comenzó a preguntarle cómo podía ayudarla. Ella le dijo que tenía que bajarse urgente, o, más que decirle le susurró, porque no tenía fuerzas y no quería que “ojos inquisidores” la oyese. A metros de la parada se paró y atropelló a medio mundo para avanzar y bajar primera, cosa que logró, pese a los insultos de los otros pasajeros que también bajaban.

Ya en la vereda caminó, casi corrió, empujó a unos cuantos transeúntes que iban tan apurados como ella, aunque por otras causas. Sentía que le faltaba el aire, pero no podía parar y tampoco se atrevía a mirar hacia atrás. Estaba a punto de entrar a un café para tomarse un respiro y avisar al trabajo que llegaba tarde, cuando sintió un aliento en el cuello que le dijo:

_Tontita, por qué corrés?, acaso me tenés miedo?. Si los ojos los sintió conocidos, la voz puso todos los recuerdos en su lugar. Ocho años y terapia sin interrupción habían logrado bloquear en parte todo lo referente a esa voz y esos ojos, pero allí estaban, como si renacieran de una pesadilla de la que no podía despertar. Se paralizó, quiso gritar, pero qué, qué contenido tendría ese grito, si además no hubiera podido emitir sonido. Miró a su alrededor: nadie reparaba en ella, iban absortos en sus historias, en sus apuros, con auriculares, sordos, indiferentes.

Tuvo 12 años otra vez y volvía a su casa después de hacer un trabajo grupal para el colegio, que se demoró más de lo pensado. El padre de su compañera se ofreció a llevarla junto con dos chicos más y ella se rehusó porque solo tenía que atravesar el parque y estaba en su casa. Su mamá seguro estaba en la peluquería, donde iba a ir esa tarde, su papá regresando del trabajo y su hermano jugando básquet, como todos los martes. Se fijó si tenía las llaves, agradeció la amable insistencia del padre anfitrión y salió. Era otoño, casi noche. Entró a caminar apurada mientras pensaba que cruzaba el parque y ya estaba en su casa. Pasaron algunas personas paseando sus mascotas, unos pocos. Estaba casi llegando al final del recorrido cuando una voz, esa voz, le preguntó por una calle. Se dio vuelta para contestar y vió esos ojos y lo demás fue un laberinto de lucha y sometimiento, detrás de una pequeña barranca, casi invisible por los árboles. El cuchillo sobre su garganta brillaba como el cierre del pantalón de esa voz con esos ojos.

_Calladita la boca le dijo, porque si no, e hizo el gesto de pasarse el cuchillo por la garganta

Como demostración, porque la garganta destinada al cuchillo era la de ella.

Cuando llegó a su casa, tuvo que esperar que vinieran sus padres. Después de discutir que por qué no fuiste a buscarla, qué si no había otro día para la peluquería, que vos nunca te ocupas y otros etcéteras varios, decidieron ir al Hospital. Esperaron un rato hasta que la revisaron, después vino otra Doctora que volvió a preguntarle las mismas cosas, le sacó sangre y le tomo muestras de todos lados y estuvo cerca de 40 minutos revisándola de nuevo y sacando fotos. Le dijo que quedaría internada tres días para recibir medicación y luego vino una mujer policía a quien le contó todo de nuevo y le dijo que luego de salir del hospital tendría que ir por la comisaría y se llevó a su padre para hacer la denuncia.

Cuando se fue a su casa, la llamaron de la comisaría. Fue con su mamá y su hermano. Le hicieron un montón de preguntas en una cosa a la que llamaban cámara gesell y luego Ella tuvo que identificar entre 6,7 u 8 personas a su posible agresor. Lo señaló sin dudarlo. Esos ojos no perdonaban ni a la oscuridad. Sintió ganas de vomitar, tuvieron que asistirla y cuando regresó confirmó lo dicho. Hubo un juicio (las víctimas eran varias) y el sujeto fue condenado, vaya a saber por cuantos años y cuándo salió por buena conducta, convertido en un servidor del señor y con la Biblia bajo el brazo.

Ella perdió el año en el colegio, empezó terapia. Su madre se convirtió en una sombra, obsesionada por todo y con miedos irracionales. Se despertaba en la noche gritando, descuidó su aspecto, no hacía nada de lo que antes le gustaba y andaba todo el día en camisón. Tres años después, su padre se enredó con una mujer joven y se fue de la casa. Su hermano fue a vivir con su novia y ellas quedaron más solas y desamparadas. Veía cada tanto a su padre y más seguido a su hermano, pero tuvo que apurarse a conseguir trabajo con dieciocho años, porque, además, no soportaba estar en su casa.

Todo eso recordó al escuchar esa voz y sentir que las cosas no cambiaban, que las cadenas que nos enlazan con lo peor de nuestra vida siguen ahí, aunque tratemos de alivianar su peso.

__ ¿Señorita le pasa algo, necesita ayuda? se dio vuelta y era su compañero de asiento que bajó tras ella al ver como estaba.

__Había un hombre aquí, que me siguió desde el colectivo, balbuceó, casi al borde de las lágrimas.

__No, siempre estuve yo y la gente que pasa, pero a tu lado, nadie más, te pregunté por qué tenías tanto miedo y empezaste a hablar, como si estuvieras contando algo que yo no alcanzaba a entender. Ya estaba por llamar a emergencias, cuando, digamos que “volviste”

__No había nadie más?

__Nadie, te lo aseguro, vení, te invito un café.

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