Lo malo del tiempo no son los años, sino que los pecados tengan gustos similares. Lo malo de los años no son las canas, sino la colección inacabada de fracasos. Lo malo del crecer no son las personas, sino sus valijas cargadas con engaños, pero lo bueno del silencio es que no engaña… y lo malo de las palabras es que a veces hacen daño.
Escribo de manera ambivalente, puliendo mi teclado en cada verso, y, pese a que cada letra tenga un gusto a chico diferente, solo soy alguien corriente que calló sus penas muchos años. Aquel que sufría las sonrisas, y que la reina del baile nunca le regaló un tango, aquel que mataba por un beso de pasión y terminaba haciéndole el amor a la soledad.
Hoy camino por una ciudad con flores congeladas y con corazones que galopan en dirección contraria al compromiso, en todo ese ruido escribo las palabras que me encuentro, contándole al viento lo mejor de mi… aquello que nunca ha sido mío.
Y es que quiero ser desterrado sin pretexto de este círculo imperfecto en el todos huyen de sus sentimientos, de estos vínculos cuadrados que creen que el ego es lo que me empuja a la escritura, pero la realidad es que cada letra es un billete que intenta pagar la deuda de mi silencio cuando más necesite gritar lo que sentía, y hoy entiendo que mis versos no solo son poesía… sino una forma de viajar en el tiempo.
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