Sobre los globos y a quién se le cuentan las historias
«El azul mañana es vago espectro del brumoso ayer» es lo que para mí, y tomándolo justo al revés, le daría nombre al libro. Los días azules fueron todos los ayeres por los que hemos pasado porque «todo tiempo pasado fue mejor» y hoy es un día brumoso, vivir el hoy es más complicado.
Fernando Vallejo relata series autobiográficas combinadas con pizcas de la vida en Colombia, específicamente, la de Medellín. Y menciona que el libro «no tiene más objeto que el de narrar la historia del único globo que entre los millares que palpitaban el el cielo agarré en mi vida, mi momento estelar, mi gran hazaña». Mientras lo leía, puse en tela de juicio esa frase porque los momentos estelares del globo en la historia, recordando muy vagamente, son solo dos. Pero, en un sentido un poco más literario, no es necesario que el papel protagónico se mencione en todo el libro; lo importante es encontrar el momento justo en el que lo contado converge y muestra específicamente eso, el punto exacto en el que se agarra ese globo rojo.
Durante mucho tiempo (e incluso todavía, a ratos) creí que para que una historia realmente merezca ser contada, y claramente, leída tiene que ser «la historia», es decir, algo excepcional, único, inigualable. Pero, he notado que no es así. Una historia sobre cómo alguien agarra un globo puede no sonar a nada del otro mundo, pero ciertamente lo es y no por el hecho en particular, sino por el estilo que se utiliza para contar la historia.
Varios aspectos me llamaron la atención del libro. En primer lugar, las onomatopeyas. Hace mucho no me cruzaba con un libro que las usará, y es que incluirlas en un relato sin caer en lo infantil o en lo innecesario, puede ser complicado en ocasiones.
Por otro lado, está la forma en la que se caracterizan las cosas y aquí quiero hacer dos menciones en particular: en la primera, se define a la luna no solo como redonda, sino también colosal y; en la segunda, la voz no es solo estentórea es, además, desafiante. Esto me parece valioso para resaltar porque, en términos de potenciar la imaginación del lector, entre más características se le dé a un objeto, más cerca estará de la visión que el autor tenía para ese objeto en particular. Y aquí viene el globo, porque seguramente, para Vallejo no era un globo redondo cualquiera, era uno rojo de dieciséis pliegos que cae encendido y que es complicado de atrapar.
La forma en la que se cuenta la historia también es relevante porque para empezar, no sigue una línea recta. Al ser una historia con toques de autobiografía, uno supondría que empieza en una edad en particular y termina años después. Pero, el recorrido es más complejo.
Hay saltos temporales entre su infancia, adolescencia, infancia otra vez, adultez, adolescencia y así siguen, sin un orden en particular. Por generalidad, al saber de este tipo de historias que no siguen una línea de tiempo en particular, uno pensaría que hay capítulos que delimitan las historias y así mismo, unen los espacios que ocurren en el tiempo para no generar confusión. Sin embargo, esto no sucede. El libro está prácticamente escrito de corrido, solo hay dos capítulos que fácilmente podrían ser uno porque no es como que se haga una distinción muy clara entre uno y el otro.
Y creo que a veces puede resultar complicado seguir estos momentos sin confusión, pero no lo es. La historia se sigue sin esfuerzo y me imagino que se escribió como tal porque, al escribir algo que recorre varios espacios temporales, uno trae recuerdos del otro y un momento particular puede llevar a otro distinto sin la necesidad de marcar el cambio de forma radical.
Además, en esto de hacer saltos temporales, encontré otro tipo de saltos. Los que hay entre los relatos de su vida y los de Medellín porque, cuando uno cuenta su historia, es prácticamente imposible desligarla del resto. Y no solo de las personas que uno conoce, sino de las costumbres, la cultura, la política y la religión.
Y es que Vallejo y su familia siguieron de cerca la muerte de Gaitán y «las pelotas de fuego» que saltaban de un lado a otro por la lucha entre conservadores y liberales. Además, el fuerte sentido religioso de algunos habitantes del país y las radionovelas fueron valiosos para su familia y por ello, formaron parte de su historia.
Finalmente hay algo, que no sé como llamarlo pero que tiene que ver específicamente con el destinatario de la historia, quién la lee. Creo que generalmente uno se cruza con autores que le cuentan su historia a «algo», porque no le hablan a alguien, no hay interacción entre uno y otro, la comunicación se da en una dirección. Pero, Vallejo cuenta cosas particulares de su historia a un alguien o mejor dicho a varios, son personas cercanas. Y me resulta curioso porque hay aspectos, especialmente en una autobiografía, que hacen que uno recuerde a alguien en particular y es más fácil y hasta más cercano para el lector, que le cuenten ese pedazo de la historia como una conversación entre el autor y esa persona cercana. Por ejemplo, hay historias de su niñez que le recuerdan a Elenita y esas se las cuenta a ella. También hay otro momento en el que se dirige directamente al lector, habla sobre las cosas que imaginaba de niño, cuenta que quería ser un cavernícola y que quería volar. ¿Es verdad que todos hemos soñado con volar alguna vez?
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