Y la princesa construyó su propio castillo a base de lágrimas y esfuerzo. Ante ataques y a falta de dragón o caballero, se convirtió en su propia guardiana.
Cuidado con la soledad, que al inicio te envuelve con palabras hechizantes. Pero que cuando quieres dejarla te dice que todos son iguales.
Y aquel príncipe, era en verdad un dragón que arrojaba fuego con sus palabras, asustaba con sus actitudes y por último congelaba corazones.
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