El olvido

Endulzaste tu mente. Dejaste atrás los lujos de la vida monótona y tranquila que ofrecía tu hogar y tu familia en busca de un sueño, un sueño que, si bien parecía hermoso y perfecto en un principio, al final también lo abandonaste.

Si bien los humanos somos versátiles y estamos en constante cambio, valla el mundo se mueve y también nuestros ideales más enraizados terminan rompiendo nuestras paredes más fortificadas que nosotros mismos creamos, tú rompiste todo tu ser, ¿mejor, peor? No lo sé, pero cambiaste.

Cambiaste tu hablar, tu vestir, tu pensar, tu amar. Te olvidaste de dónde venías y a dónde querías ir, y fuiste en búsqueda de aquello que no sabías que querías, y, sigues sin saber si lo quieres. Mataste de tajo tus esperanzas de construir tu propio castillo para construir uno de arena, y te volviste la reina de un pueblo sin gente.

Dejaste atrás a quien creyó en ti y les dejaste promesas falsas que solo generaron descontentos y todavía te sientes en el derecho de sentirte víctima. ¿Qué acaso te sientes ahora superior de aquellos que se quedaron atrás? Aquellos que hicieron su vida y son felices cuando aún no defines la tuya. Rebobina y date cuenta quien te apoyo y confió en ti cuando tú misma no pudiste creer en ti.

Sientes el derecho de buscar tu felicidad viviendo a expensas de alguien más, cuando primero deberías evaluar por quien vives. Irte a buscar la vida que se dice llena de comodidades cuando nunca te diste cuenta que ya la tenías y que eras afortunada. Hoy, vives cansada, explotada y angustiada, buscando tu futuro en la niebla y borrando el pasado con tierra. ¿Realmente estás feliz? Yo sé que no, pero prefieres encubrir tu rostro cansado y lleno de amargura por una careta de la cual eres incapaz de sostener.

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