Sobre la comunicación y los fantasmas vivientes
«El fantasma blanco de Siam» es el nombre que William Ospina le da al primero de los cinco ensayos del libro. Para evitar spoilers del resto y porque de todos, este fue mi ensayo favorito, solamente me concentraré en él.
Quiero empezar sobre el que para mí, es el punto sobre el que gira la trama: la comunicación. Recuerdo que desde que estoy en el colegio, he escuchado varias veces la frase: «el hombre se distingue de los animales solo por una cosa»; pero cada vez que la mencionan, se refieren a algo diferente.
Hoy esa «única cosa» será la comunicación porque claro, las especies se comunican entre ellas, pero desde que existe, el hombre ha transformado la forma en la que intercambia sus mensajes. Según sabemos, al principio fueron sonidos muy «básicos»; luego, pudieron tomar varios de ellos para formar palabras, las palabras son parte de lenguajes que van de la mano con un sistema de símbolos que los representan; también se han desarrollado cosas como los emojis que hoy utilizamos para enviar mensajes de texto, que no siempre transmiten la información de la forma adecuada, pero eso es tema para otro día.
Ahora, para adentrarnos en la historia, el «fantasma blanco» es un hombre que, según cuentan los habitantes del imperio de Siam era un hombre que llevaba más de cincuenta años vagando por el país. Se sabía que por decreto real, no podía hablar con nadie y nadie podía hablar con él hasta el día de su muerte. A parte de esto, nadie sabía nada porque, por asuntos políticos, aquellos que habían reinado y vivido en su época, no estaban para dar explicaciones y el único que sabía su historia, era él.
La gente le había dado este ápodo porque, solo vagaba por ahí, era tal y como un fantasma, solo que con cuerpo y «vida». Aunque, ahora que lo pienso, en la historia se menciona que lo prohibido era que hablará y que le hablarán pero, comunicarse por señas o por cartas funcionaría como una especie de vacío legal ¿no? Quizás sí pero, en ese momento, las leyes se cumplían y no se buscaba una forma de romperlas.
Algo que también se menciona, es que las leyes de la época eran muy radicales: mataban a cualquiera que se atreviera a tocar o dirigirle la palabra a cualquier persona que perteneciera a la familia real, por ejemplo. Entonces, al ser tan radical las leyes y haber dejado al sujeto con vida, fue porque no había sido tan grave lo que había hecho, pero debió ser algo malo, algo que le quitará esa facultad que tenemos los seres humanos.
Lo que el hombre tenía para ser un «fantasma» y no un fantasma, era la vida, pero no sé qué tan digna sea la vida de alguien que no puede, por nada en el mundo comunicarse con los demás. Es prácticamente estar muerto pero todos lo veían, sabían quién era, hablaban de él y tenían que evitarlo para no chocarse. Pero, según cuenta Ospina, varios lo habían visto estrellarse con las paredes y no porque no las viera, sino porque quizás, a veces se le olvidaba que estaba vivo y pensaba que, como los fantasmas, era incorpóreo y podía atravesar las paredes.
¿Dónde estarán los pensamientos de alguien que olvida que está vivo?
Por otro lado y para mencionar un aspecto interesante sobre la redacción del ensayo, debo mencionar: el ritmo. Cuando se combina el ritmo con el que William Ospina escribe la historia y la constante pregunta de qué hizo el sujeto para volverse un fantasma hace que: 1) la historia se lea muy rápido y 2) se lea como cantando.
Los signos de puntuación están colocados en puntos estratégicos, no solo para tomar aire, sino para cortar las ideas en el momento justo y empezar con otras nuevas. Las frases están integradas por varias comas y los puntos se usan solo cuando es estrictamente necesario, además, se nota que, para escribir cada una de ellas, Ospina hizo un análisis profundo de qué palabras usar para que sonará como una de esas historias que uno no escucha todos los días. También digo que se lee como cantando porque, las canciones vienen en versos no muy largos y al final del cual se hace una pausa y se sigue con la siguiente, algo así pasa cuando se lee «El fantasma blanco de Siam», más que párrafos son versos y es prácticamente como si la historia de este hombre se convirtiera en una canción.
Hacer el recorrido desde el principio hasta el final, no toma mucho tiempo por esto que acabe de mencionar y porque, cuando la intriga llama, el misterio constante de la historia hace que uno como lector quiera llegar lo más pronto posible al final de la historia: el punto donde el misterio es relevado y sobre el cual los habitantes de Siam no se cansaban de suponer. Pero, ¿será que, de tener la oportunidad de regresar el tiempo, el fantasma habría cometido el delito por el que lo castigaron, otra vez o habría escogido el súper poder de la comunicación?
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