Estaba sola, perdida, no sabía quién era; dejaba que los demás me humillarán, me hundía en lo más profundo de mi vida, quería huir pero el miedo era más grande y se hundió dentro de mí, me dejo sin palabra, sin aliento, sólo calle y eso fue mí más grande error, el peor error que podría cometer, estaba conciente de ello pero aún así vivía de esa forma; hasta que…
Miré, y observé aquellos pequeños ojos diciéndome «Ya no puedo más», rogando entre lágrimas que la dejara vivir, que la dejara ser feliz, que deseaba ser libre, en un instante ese llanto se detuvo sin más lágrimas por caer, cuando el silencio se apoderó entre nosotras, oí un pequeño susurro diciendo «Quiero… quiero ser yo».
Fue donde me di cuenta que el que habitaba ese cuerpo no era yo, si lo era la sombre de alguien desconocido que solo me hacía daño, empecé a cambiar tan brusca mente, me di cuenta que aún llevaba la carga conmigo, no podía desprenderme tan fácilmente de las cadenas de aquel desconocido; ¿Porqué?, ¿Que estoy haciendo mal?, ¿Cambie de la forma correcta?, ¿Porque aún me hago daño?; le pregunta a aquellos pequeños ojos pero parecía no comprender y poco a poco se fue y la perdí; quería llorar pero no podía, no podía darme por vencida, no deseaba hundirme en ese pesar que llevaba arrastrando, quería superarlo y sanar mis heridas, busque sin rumbo cuando estaba al borde de la desesperación la encontré, encontré aquella alma perdida que aún se escondía en lo más profundo de mi corazón; estaba tan dañada, triste y sola, pero aún así me miró con ternura, no quería dañarla así que empecé a conocerla y sanar sus heridas, poco a poco la quería más y más, y esas heridas tan profundas sanaron.
Aprendí que nada estan fácil de obtener lo deseado, que todo se lleva a acabo con paciencia y en el tiempo correcto, para obtener así el resultado correcto y deseado porque…
«No siempre el primer intento es el éxito ni tampoco el fracaso sino el inicio de todo»
By Karla Calvo
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