El miedo a soltar la costumbre…

A veces resulta difícil soltar, dejar ir, porque esa frase que tanto escuchamos de que «la costumbre es más fuerte que el amor» es totalmente cierta, pero también es cierto que no podemos vivir acostumbrados toda la vida a permanecer en un entorno toxico, engañados, vulnerados y reprimidos de la vida que anhelamos tener, porque si nos acostumbramos a eso, nos iremos matando lentamente y justo cuando nos demos cuenta del daño que nos hemos hecho, para ese entonces ya habrán pasado muchos años, años en los que el ciclo vuelve y se repite, una y otra vez, porque lo seguimos permitiendo, porque somos seres frágiles, muchas veces nos sentimos solos e incapaces y por eso nos limitamos y le tememos a reencontrarnos de frente con nosotros mismos y a restaurarnos con los pedazos que aún quedan intactos en nosotros.

No podemos seguir acostumbrados al dolor, a las migajas y al engaño, a cambio de una simple compañía que, aunque fría y distante a nuestro lado, no queremos perder sólo por miedo a soltar y dejar fluir.

No podemos seguir acostumbrados a vivir con miedo, a renunciar a nuestros sueños por complacer a otros y que solo nos demos cuenta hasta que ya sea demasiado tarde.

No debemos acostumbrarnos a vivir en un ambiente hostil, tenso, donde con el tiempo el sagrado templo de nuestro hogar se convirtió en un altar donde ahora reina más la ansiedad y la incertidumbre, que el amor, la paz y los sueños de crecer en libertad.

En donde conforme el tiempo pasa, menos cosas fluyen a nuestro favor, no podemos acostumbrarnos a romantizar el dolor y a seguir perdonando golpe, tras golpe, no podemos seguir acostumbrados al día a día, sin tener esperanzas de un futuro mejor, solo porque la costumbre nos volvió sus esclavos.

Yo sé que a estas alturas de la vida, en este mundo, es muy jodido ponerse en los zapatos de otros y ver la realidad desde esos ojos (cada día la empatía desaparece un poco más), pero también sé desde mi experiencia y en la realidad que he visto desde mis ojos y aterrizada en mis pies, que hay miles de cementerios llenos de simples recuerdos, de seres humanos que también existieron al igual que nosotros, seres que desearon y no fueron capaces de vivir con más riesgos y menos miedos a soltar.

Y… dicho todo esto no quiero convertirme en un epígrafe más de esos, que reposan en cualquier cementerio, en el túnel de la eternidad, abandonados y olvidados por aquellos que fueron su «familia» por los que esos mismos seres que hoy ya no están decidieron pasar una vida de costumbres y clichés.

Por : Viviana V.
11 de marzo de 2021
Bogotá D. C, Colombia

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