¿Alguna vez tuviste un perro negro?, No contestes está pregunta sin antes leer el siguiente texto…

Hace muchos años atrás, me entregaron en mi habitación un perro negro que lleva por nombre “DEPRESIÓN”. Desde el primer instante el cachorro con su presencia transmitía un aire tenaz y aterrador.

A cada lugar que yo iba el perro negro me seguía, mientras me sentía vacío sin ningún fin existente en la vida. Las actividades que antes realizaba con gran entusiasmo y pasión eran pisadas por las pequeñas patas de aquel animal de color negro.

A medida que iba transcurriendo el tiempo, paso de ser un cachorro a un gran e imponente animal tanto corpulento como feroz pero con un instinto oscuro verdaderamente aterrador.

Cada noche me quitaba el sueño dándole paso al insomnio y el desvelo. Su hocico me susurraba pensamientos negativos que llegaban a mi oído y bajaba por el resto del cuerpo dejando a un lado la certeza de ser alguien mejor.

No podía salir al medio exterior ni mucho menos ver personas a mí alrededor, porque el perro negro me comparaba con ellos haciéndome sentir inferior y cada vez peor. Los pedazos de mi ser se volvían irreversibles como el vidrio fracturado, dejándome cualquier tipo de sueño totalmente destrozado.

En las reuniones familiares y con amigos la gente me preguntaba cómo me había sentido pero yo les contestaba con mentiras y falsedades para ocultar la enfermedad que desde hace tiempo ya habitaba en el interior.

Los segundos continuaban andando, las horas consumían el tiempo pasado y claramente los días iban pasando hasta que finalmente ya los meses se iban acumulando. Su mirada imponente, sin duda alguna destrozaría en pedazos a cualquier oponente.

Un día tome la decisión de salir a correr para ver si podía librarme de él, pero con sus ojos desafiantes observaba cada uno de mis movimientos que salían de forma desesperante, sin tregua alguna al momento de dar un paso en falso salió corriendo como un verdadero maleante.

Allí me encontraba en el suelo mientras el perro negro ladraba, creo que mis gritos de desesperación nadie los escuchaba… ni siquiera el mismo cielo grisáceo ocultaba las heridas ni mucho menos los quiebres mentales que tanto me ocasionaba.

Me despertaba ante la fría madrugada observando cómo masticaba cada unos de mis pensamientos convirtiéndolo en frivolidad ante la desesperante oscuridad. La temperatura de aquella habitación claramente era de 9 Grados Celsius mientras aquella bestia sigue volviéndome añicos sin importarle el tiempo.

En ocasiones llegaban los concurrentes pensamientos sobre cometer el acto que me generaría el punto de gracia, quizás esa era la forma de librarme de este malvado alimaña el cual ya le conocía todas sus mañas.

Esta larga batalla tenía un vencedor, sin duda alguna se había perdido toda la alegría en mí pero allí en el fondo de los suburbios del ayer me pregunté: — ¿Qué sentido tiene la vida? — Afortunadamente ese fue el momento en que decidí buscar ayuda profesional.

La solución no fue de un día para otro aunque a través del tiempo me di cuenta que no solo yo había tenido un perro negro sino millones de personas y que ciertamente no existe una bala de plata o una píldora que controle a este animal, pero con la medicación correcta todo puede cambiar.

Arruinaste gran parte de mis años, por suerte hoy ya he construido la vida que por mucho tiempo había deseado aunque aún así pude enseñarte nuevos trucos dejando todo los tuyos a un lado.

Fuiste volviéndote cada vez más pequeño y ya no dabas tanto terror ni mucho menos miedo hasta que finalmente me extendiste tu pata como símbolo de amistad mientras te marchabas con toda la tempestad.

Existen días en que me preguntó cómo estará el perro negro y si seguirá aturdiendo a otros dueños… Luego de contarte todo esto, te pido contestar la pregunta que te hice al inicio del texto: ¿Alguna vez tuviste un perro negro? Si es así, espero que nunca vuelvas a verlo.

√Alegoricamente

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