Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett

Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett

Sobre palabras que no existen pero que tienen significado y el suicidio

Lo que no tiene nombre es sobre Daniel Segura Bonnett, hijo de la autora. Daniel estudió Artes en la Universidad de los Andes y es el artista detrás de la ilustración de la portada.

Su mamá escribe el libro después de que, a los 28 años, en el 2011, en Nueva York, Daniel se quitará la vida al lanzarse de un edificio.

Esta introducción es importante para indagar en el libro y preguntarse, específicamente, qué es lo que no tiene nombre.

Después de leer (y escuchar) a Bonnett pude identificar que son principalmente dos cosas. La primera es, asignación de nombres. Según la RAE, la palabra huérfano hace referencia a una persona menor de edad a quien se le han muerto uno o ambos padres. No hay un nombre para hablar de un papá o una mamá al que se le ha muerto un hijo. Algunos los designan como huérfanos y otros, no entiendo porqué, dicen que son viudos. En conclusión y por definición, no tienen nombre.

Me imagino que esto se debe a una especie de relación que tienen las palabras con las leyes de la vida porque, un padre no debería tener que pasar por la muerte de un hijo. Además, he escuchado muchas veces la frase «cualquier tragedia se supera, menos la muerte de un hijo». Entonces y en resumen, esta primera cosa sin nombre es aquello que a Piedad Bonnett se le había «agregado» como característica luego de la muerte de su hijo, porque no estaba huérfana ni era viuda, era una madre que había perdido a su hijo.

En segundo lugar, Peter Handke, uno de los autores que ha escrito sobre el duelo y sobre el que la autora consultó previo a la escritura de su libro, dice: «esta historia tiene que ver realmente con lo que no tiene nombre, con segundos de espanto para los que no hay lenguaje».

Handke relata otro suicidio, el de su madre, en Desgracia impeorable. No he leído el libro pero, en una conferencia, Bonnett dice que la madre del autor se suicidó porque padecía de unas migrañas terribles que él consideraba que daban paso a esos segundos de espanto sin nombre.

Piedad adoptó esa frase para el nombre de su libro creo, en parte, porque siempre hubo, para ella y sus familiares un vacío de saber qué pasó en los últimos minutos de vida de Daniel. Él sufría de esquizofrenia, fue diagnosticado entre los 18 y 20 años. Su madre afirma que vivió una vida formal y aunque no fueron muchos, sus episodios de crisis desencadenaron muchas cosas en ella. Quien buscó a través de un sin fin de expertos y obras literarias, formas en las cuales pudiera, además de comprender, ayudar a su hijo. Pero, también admite que siempre supo que él acabaría con su vida a temprana edad.

En el libro presenta varios análisis sobre los últimos años de vida de Daniel. Describe cómo era su forma de hablar, su sonrisa, su extrema sensibilidad, su llanto y, algo que me llamó mucho la atención, era lo que decía sobre su mirada. Creo que fue ese vínculo materno el que la llevó a notar que Daniel no era del todo Daniel, que estaba ausente y luchando en su cabeza por seguir.

De todos los libros que he leído, creo que este es de los que más se me ha dificultado. No por la escritura, ni por la complejidad, sino por el relato. El cual no es para nada meloso ni excesivamente sentimental, pero no es fácil leer a una madre que ha perdido a su hijo. Aunque siempre supo cómo acabarían las cosas para él y sabía que esa idea estuvo en su cabeza mucho tiempo, cuando mencionaba las estadísticas de esquizofrenia y el «si hubiera podido, habría cambiado de lugar con él» que menciona una de sus entrevistas hace que su discurso para nada cursi, sea muy desgarrador.

Cambiando un poco de tema y para mencionar algo particular sobre la forma en la cual está escrito el libro, encontré que la narrativa es algo así como un círculo que empieza y termina en el mismo punto. Sin embargo, creo que lo más acertado, por lo menos para mí, es una U. Los dos extremos son los mismos pero no es posible hablar de un círculo porque hay varios vacíos. Aunque Bonnett habla un poco sobre ello, la parte de vida pre diagnóstico de Daniel, es parte del vacío y también toda la cuestión del duelo por la muerte de ella y toda su familia, específicamente en términos de mediano y largo plazo.

Los vacíos que deja la autora no son imprescindibles para la historia porque, de haberlos llenado, habría convertido la obra en una especie de novela o texto autobiográfico y finalmente, el libro no es ninguno. Vendría siendo más bien un homenaje o algo sin nombre que, para Bonnett puede ir en cualquier lado, menos en las estanterías de auto-ayuda.

Para terminar, quiero mencionar que en una de las ceremonias para conmemorar la muerte de Daniel, Pilar reflexiona sobre lo complicado del mundo sin él y de él sin el mundo. Pero, creo que al fin y al cabo, lo que no tiene nombre es sobre lo complicado del mundo de ella sin Daniel, ¿porque no es, después de todo, la ausencia de alguien, la presencia más permanente de todas?



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