– ¿Me extrañás?

–Sí. Extraño cada segundo. ¿Vos?

–Pienso que esas aves, aquellas que observamos hoy, eran hermosas.

–Por supuesto, eran muy lindas. Aunque debo reconocer que, más que las aves, me resultó atractiva la idea de volar.

–Si pudiera volar… las nubes serían mi límite. No pararía hasta tocar las gotas de agua con mis manos. ¿Vos volarías conmigo?

–Sin duda. Te llevaría a recorrer el mundo entero. Y si fuera necesario me estrellaría una y mil veces con tal de que vos no caigas. ¿O preferís que caigamos juntos mientras nos besamos en el aire?

–Ahora que lo pienso, no tengo nada en contra de caminar. De hecho lo hice toda mi vida, caminar y caminar… con tropiezos, sí, pero avanzando siempre. En todo sentido. Tenía algo menos de un año cuando empecé a caminar. ¿Pensás en que ya es hora de que caminemos juntos?

–Pienso que sería una manera hermosa de terminar este año y comenzar el próximo: los dos tomados de las manos, caminando hasta el final, desbordados de amor. Hasta que la muerte nos separe. ¿No?

–Que tarde se hizo. Voy a guardar esta postal del ocaso para cuando me sienta un poco triste.

–Es una hermosa puesta del Sol, pero no se compara con tu belleza. Yo te voy a guardar a vos como mi postal.

–Será hora de que siga caminando, ¿no? Antes de que se haga más tarde. Cuídate, ¿sí?

–Vos también. Espero que sigas bien. ¿Te voy a volver a ver?

–Tengo la sensación de que mañana será un día fenomenal. Me voy.

–Espero verte.

– ¿Me extrañás?

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