ENTRE SOLEDAD Y SUFRIMIENTO

Vivo detrás de los barrotes, refugiado entre cuatro paredes de bloques macizos, indestructibles ante mi fuerza; vivo entre mis miedos que resguardan mi integridad, duermo con el abrazo de la soledad que me acompaña sin rencor, sin justificarme, sin acusarme. Duermo entre la maldad, que acobarda hasta a el guerrero más valiente.

Sueño con los momentos de felicidad que fantasea mi mente, transportándome al otro lado de las paredes, pero sufro y me maldigo cada vez que despierto dentro de esta celda.

Vivo destinado a estar aislado del mundo, a morir entre la soledad y el abandono, sufro mis pecados en carne y hueso, el tiempo es mi verdugo quien se encarga de prolongar mi sufrimiento convirtiéndolo en un castigo eterno.

Lloro por el rechazo de la gente y sus peores deseos, lloro en mi celda por no poder recibir un simple rayo de sol, por no poder ver como cae una insignificante hoja muerta de lo alto de un árbol, lloro por mi destino que me llevo a terminar en estas cuatro paredes.

Vivo una locura inminente ante mi presencia cuerda, soy el enemigo de mi mente que siempre busca la salida fácil de mi perdición, hablo con mi sombra que siempre me acompaña con su callada estancia.

Pienso con frecuencia en mi otra vida, donde no me importa ser una persona corriente, del común, una persona libre y no el sujeto que vive arrinconado entre las mismas cuatro esquinas.

Vivo en el infierno terrenal que destroza los sentimientos de un hombre y los convierte en repulsivos rencores, demonios entre las celdas que aconsejan las peores alternativas de salvación y enceguecen los motivos de lucha por sobrevivir a este calvario.