SOLTAR

Aprendí que soltar el dolor cuesta, pero aferrarse a él duele, y daña mucho más que aceptarlo y dejarlo ir. Siempre creí que mi lugar era entre las cenizas, porque por más que deseaba soltarlo, alguna partecita de mí no lo dejaba ir, y siempre volvía a hundirme y de esa manera aferrarme al dolor, provocándome con cada caída un desgarro más al alma. También aprendí que soltar el dolor lleva su tiempo, a veces uno quiere soltarlo, pero no puede, y cada uno lleva su proceso por dentro; no hace falta que venga un tercero a decirnos que soltemos el dolor, porque eso nos pone en papel de víctimas; justamente los que llevamos un dolor dentro, generalmente somos víctimas, y lo que más deseamos es no sentir más ese dolor. Pero entendí que se suelta a su debido momento, si hay necesidad de estar triste, debemos permitirlo, si hay necesidad de llorar, permitirlo; y no creernos débiles o así sentir lo que nos hacen sentir nuestro entorno “que no queremos soltar el dolor”, “que nos gusta sufrir”. NO señores, no nos gusta sufrir, ya hemos sufrido bastante, y justamente lo que menos queremos es seguir sintiéndolo; pero la presión de ustedes para que dejemos de estar en ese estado NO ayuda para nada, por el contrario, nos frustra, nos creemos débiles. Lo que sí apreciamos es su acompañamiento, pero dejen que cada cual pase su proceso y permítanle que le lleve el tiempo que necesita, sintiendo las emociones que necesita. Solo su acompañamiento es lo más importante. Llega un momento en que pasa el proceso necesario, entendés que es lo que te tocó, y que ya demasiado se ha arruinado tu vida como para seguir arruinándola estando triste o dañándote con pensamientos que atormentan y llevan a cualquier estado desesperante. Miras el dolor a la cara, y le decís ya demasiado has hecho, has manejado mi vida, a partir de ahora la manejo yo; te suelto y te perdono si es necesario; y me perdono a mí inclusive. Ese es el momento en que renaces, crees que nunca va a llegar, te ha llevado años y años, pensaste que nunca lo ibas a lograr; pero sin embargo estás acá; y mirás para atrás y ves todo lo que has pasado, todo lo que te ha causado, todo lo que has aguantado; y es en ese momento que crees que no podés seguir así. Seguís con ese miedo, ansiedad, o intriga de que si realmente lo soltaste, pero si te lo propones e intentas armar una vida fuera del dolor, dejar de abrazarte a ese dolor para justificar cualquier cosa. Tu vida cambia.

«Alguien que se aferró sin darse cuenta a un dolor casi eterno».

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS