El regalo de Diana (Primer capítulo)

El regalo de Diana (Primer capítulo)

Frontal

22/06/2024

No sé cuantos años seguiré en este mundo, pero de lo único que estoy seguro, es que llegue a la edad que llegue, mi fascinación y devoción por las mujeres nunca decrecerá de intensidad. Por más que me digan que con la edad se va perdiendo esa natural atracción junto con el deseo sexual, si así llegase a ser, cosa que dudo en mi caso, de todos modos siempre podré reconocer, contemplar, admirar y venerar la divinidad que literalmente veo en ellas.

Si tuviera algún dote de escritor, hace ya varios años que hubiese escrito largos y sublimes versos dedicados a cada parte de esos cuerpos angelicales, que me transportan siempre de solo verlos a otra dimensión.

Nunca podré entender a los artistas! A los que pintan cuadros digo. Que obra de arte puede ser superior al cuerpo de una mujer hermosa? Es ridículo, imposible, ni tiene sentido tratar de imaginarlo, no sé por qué ellos siguen intentándolo, desde que se inventó la fotografía, se convirtió en un arte estéril para siempre.

Igual sé que esos benditos templos perfectos, estarían vacíos y entonces solo tendrían valor estético y aunque incomparablemente menos, también sensual, si no fueran rellenados con esa femineidad, ese algo que definitivamente está en otro plano, fuera de lo físico, material y concreto y que siempre desde muy chico, mucho antes de mi desarrollo sexual, me asombró, me intrigó, me obsesionó.

Nada puede compararse a la luz de la femineidad, que es la divinidad que Dios nos permitió a los hombres poder contemplar, adorar y sentir a través de esas esculturas celestiales en las que se aloja.

Yo creo que el haber leído de tan chico cuentos fantásticos como La llave de plata de H.P. Lovecraft, fue lo que me inclinó a sentir fascinación por lo etéreo, lo sutil, por lo más allá de lo concreto o real, de lo mensurable o demostrable.

Nunca vislumbré en ningún sueño nada como esa ciudad inundada de magia como cuenta ese autor de su Desconocida Khadath; siempre mis sueños fueron bien mundanos, pero calculo que esos cuentos me motivaron a buscar esa misma magia, esa maravilla, esa divinidad en este mundo y la encontré en la mujer.

Algunos creen que soy místico y que debería ser devoto de alguna religión, pero en realidad solo creo en lo que veo y además en todas encuentro enormes diferencias con mi forma de ver las cosas y mi sentir.

Que emoción cuando leí sobre la veneración a la belleza de los sufíes!. Ni hablar cuando leí lo que dicen sobre la mujer luz!. Esa mujer a la que Dios le ha dado una luz en el corazón, transformándola en la luz misma, la divinidad misma. No soy el único que ve la luz de la feminidad pensé. Aunque para mí la divinidad está presente en mayor o menor medida en todas las mujeres, pero me atrajo esa idea de la mujer luz, en la que vería lo divino brillando directamente y no a través de destellos de mayor o menor intensidad, la mujer que añoro poder algún día encontrar!.

Pero poco me duró la emoción al leer blasfemias intolerables, como que la expresión de la divinidad no dependía del género y que todos somos mujer ante Dios. Que horror! Como alguien puede pensar algo así; me imagino que como leí alguna vez será como una metáfora y bien difícil de comprender.

No solo en el Islamismo encontré la desilusión, aunque siempre pienso desde entonces en la mujer luz. Puedo estar de acuerdo con la Biblia en que Dios creó primero al hombre, pero lo que no dice es que se apiadó de nuestro tosco primitivismo y para que podamos evolucionar nos regaló a la mujer. Y lo que no puedo aceptar ni perdonar, es el rebajarlas de semejante forma, diciendo que ese ser divino salió de una costilla nuestra. No lo tolero ni como metáfora ni como nada. Nada puede ser más absurdo que pensar que de nosotros podría surgir un ser así tan diametralmente opuestas a lo que somos. Sería como decir que de las montañas surgieron los océanos. Los hombres somos como rígidos, estáticos, duros, obvios. Como en una montaña se puede ver todo de nosotros, lo que es coherente con nuestra personalidad más directa, frontal, racional.. somos predecibles y terrenales. Nada tenemos que ver con ese océano infinito e impenetrable, lleno de misterio por siempre que es la mujer.

El exasperante prosaísmo de los de mi género los lleva a tratar de entenderlas, de enfurecerse al no lograrlo, como si los huecos cerebros de nuestro precario ser fuese capaz de comprender lo divino!.

Alguien podría decir que mi fascinación por lo femenino no difiere demasiado de la que experimentan algunos escuchando a los grandes genios de la música o creándola ellos mismos, o estudiando o desarrollando teoremas matemáticos, imaginando así o visualizando, no sé, quien sabe que tipo de abstracciones que quizá solo existan en sus cerebros.

Quizás no sea el único que sienta esa profunda veneración por lo que nos deja anonadados, atónitos, estupefactos, provocándonos esa felicidad indescriptible, inconcebible para el que no llega a captarlo; pero claro que es bien diferente, porque la divinidad no puede morar ni en la Matemática ni en la música ni en ningún invento o descubrimiento del hombre.. ni mucho menos claro, en ninguno de estos seres tan vulgares que somos nosotros. Solo en ellas y nada más que en ellas puede morar lo divino, lo sagrado, lo innombrable, lo único capaz de llevarnos al paroxismo del gozo absoluto, al límite de lo que nuestra frágil y mortal humanidad pueda soportar.

Y lo lamento mucho por esos grandes genios si realmente creían que la verdad y la belleza suprema se encuentra en esos desarrollos del hombre, ya que eso solo significaría que no tuvieron mi suerte de poder contemplar y apreciar en toda su pasmosa dimensión, el infinito misterio y la más sobrecogedora e inigualable belleza posible, que ostenta gloriosa brillando en su soberano esplendor la divina luz de la feminidad!.

Si esas colosales mentes de esos notables hombres no vinieron acompañadas de la suficiente sensibilidad o percepción, que puedo yo del resto esperar.

Siempre despreciaré a estos brutos que, si sienten veneración de algún tipo por ellas, es solo por ser las madres de sus hijos reales o potenciales. Esa ordinariez intolerable no les permite ver que la capacidad de dar vida, solamente confirma que son parte de lo divino, lo que realmente hay que venerar, adorar e idolatrar y que en este mundo solo podemos encontrarlo en ellas y en ningún otro lugar.

Y mi desprecio ya es verdadero odio por esos viles engendros que además se sienten los dueños de una mujer. Como alguien puede ser tan bárbaro como para suponer que puede ser el dueño de la misma divinidad!.

Estos eslabones perdidos no pueden darse cuenta que lo que llaman amor, es solo ese primitivo sentido de posesión y la atracción sexual que les viene desde los animales que siguen siendo y que si algo tiene de humano es solo lo que les provoca la valoración de aspectos relativos a cada época o lugar, como el posicionamiento social económico o profesional.

Eso tan burdo que sienten, ni siquiera tiene nada o casi nada de ese sentimiento infantil, que al menos tiene la virtud de ser puro e inocente, que podemos sentir a lo sumo hasta la adolescencia, cuando todavía somos inmaduros e incapaces de darnos cuenta que eso tan conmovedor sí, nada tiene que ver con el verdadero amor, que es esa veneración ese agradecimiento por dejarnos contemplar y sentir esa maravilla suprema, sublime que conforma ese sobrenatural y misterioso ser que es la mujer.

Y la divinidad por supuesto no reside en una sola, sino en todas las mujeres y el hecho de que en algunas podamos percibirla con una intensidad incomparablemente mayor que en otras, no hace que solo podamos, ni mucho menos debamos, pasar toda la vida con aquella en la que más fuertemente hayamos visto brillar esa divina luz. Por supuesto siempre podremos y debemos encontrar otros templos así de sagrados y misteriosos en los que la veamos brillar aún más. Ese es el camino que Dios nos dio a los hombres para nuestra realización. Pero nunca perderé las esperanzas de encontrar a la mujer luz; algo en mí cree que realmente existe, la única con la que mi búsqueda llegaría a su fin.

A veces pienso que yo también sería así de ordinario como todos, si no tuviese este don de poder ver brillar a la feminidad. Pero es que acaso no perciben o intuyen algo de lo inconmensurable detrás de la desmezurada belleza y dulzura en esos cuerpos ultraterrenos? No se dan cuenta de que semejante perfección y delicadeza no puede ser solo a fines de la burda reproducción? Solo una imperdonable pobreza espiritual podría explicar algo así.

Reconozco igualmente que algo va cambiando positivamente. Gracias al cielo las mujeres se fueron revelando a ese sentimiento de posesión, de ahí que ya casi no hay matrimonios que duren toda la vida como antes. De a poco esta lamentable sociedad va evolucionando y algún día estos pobres primates serán capaces de entender la verdad, como la entiendo yo.

Fin del capítulo I

Etiquetas: fantasía religión

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