El de repartir y compartir
Erase una vez en un mar muy lejano, dos pueblos situados cada uno en una isla diferente.
En uno de ellos una mujer planto maíz y durante muchos días fue a cuidarlo y alimentarlo para que creciera.
Con el paso de las estaciones el maíz creció mucho. La mujer estaba muy contenta, la cantidad de maíz era enorme.
Decidió dar a sus hijos la mayor parte y el resto a las demás personas que habitaban el pueblo. Todes lo agradecieron y también compartieron con ella y sus hijes sus cosechas y conocimientos. Con el tiempo el pueblo prosperó y todes se ayudaban cuando pasaban cosas malas.
En la otra isla, en el otro pueblo, también una madre obtuvo mucho maíz. Pero se lo dio todo a sus hijes.
No compartió nada. El resto del pueblo tampoco. Cada cual que se apañara con lo suyo, que para eso era suyo.
Con el tiempo el pueblo se fue perdiendo, cuando le ocurría algo malo a alguien nadie le ayudaba y el pueblo se fue quedando sin gente. Desapareciendo…
La abuela Lsuake se quedó en silencio, mirando a los ojos de su nieta.
Esta historia me la contó tu abuela, y a mi abuela su abuela, y a ésta su abuela y así desde hace muchas estaciones. Es sabiduría de nuestros antepasados. Por eso hoy te la cuento a ti, mi amada Myake. Dijo la abuela Lsuake mientras se levantaba a apagar la hoguera.
Myake cerro los ojos y se durmió mientras su abuela finalizaba el cuento y le tapaba con la manta.
Se amaña la lluvia
Myake camina de regreso a casa agarrada de la mano de su abuela. Lsuake se detiene , gira su cabeza hacía el cielo y mira a su nieta.
– Ya ha llegado la lluvia , Myake – Le dice sonriendo.
La niña nota como una gota cae sobre su cabeza, y luego otra en su mano y otra y otra.
– Corramos. – dice Myake
– Tranquila pequeña, el agua aún se tiene que amañar a la tierra-
Myake mira extrañada. No quiere ponerse los pies llenos de barro.
– Fijate en la forma de las gotas- Lsuake coge de la mano a Myake y le señala una que acaba de caer.
-Es grande, redonda y tiene un color sucio, las nubes aún no se han acomodado a nuestra tierra. Pararán en seguida de soltar agua.-
Y así sucede, la lluvia cesa al instante. Myake la mira asombrada, su abuela tiene magia.
Lsuake le acaricia la cabeza.
– Sólo cuando te adaptas a la tierra puedes cambiarla.-
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