Había una vez una coneja que vivía en la ciudad más alta del mundo y la única forma de bajar a la tierra era descendiendo un muro rocoso vertical de 5 kms de alto. La coneja soñaba con conocer lo que había bajo de la ciudad porque de vez en cuando soplaba una brisa desde lo más profundo de la tierra que tenía un olor irresistible para la coneja. Este aroma lograba seducir las cadenas más profundas de la coneja, era incluso más adictivo que el risotto de zanahorias de su abuela en primavera. La coneja tenía que descubrir de dónde provenía ese aroma tan hipnotizante por lo que un día tomó la decisión de partir, sin embargo, la única forma de hacerlo era saltando ya que la anatomía de la coneja no le permitía bajar por sus propios medios. De repente se acordó del viejo paracaídas de su tata que se lo había regalado a la coneja antes de morir. La coneja aún recordaba las palabras de su tata al obsequiarle el paracaídas: «algún día hija mía, vas a descubrir algo mas exquisito que el risotto de zanahoria de tu abuela y cuando llegue ese día acuérdate de mi..acuérdate de mi.»
Así fue como la coneja se armó de valor y decidió dar un salto a lo desconocido más añorado de su vida.
Sa.
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