En el aire
se sentía la humedad de la brisa que venia del Rio Magdalena, un gran rincón de
Colombia que en el atardecer nos regala bellos arreboles y celajes, lloro al
cielo por ver este lugar del mundo sonreir, me lleno de paz y placer al ver
todos estos animales pasar por este lindo imperio, en el alba disfruto y miro a
mi alrededor viendo como esa madre tierra me acoge con sus tersas manos y me llena
de orgullo de ser colombiano.

En sus aguas esconde un dolor,
y en mi memoria queda un anhelo de mantener vivo a este territorio que ahora
reposa en el olvido inconmensurable, siento melancolía al ver mi tierra llorar
de esta manera. En la noche sonidos dulces reposaban en mis oídos, eran efímeros
pero encontraba éxtasis en cada uno de ellos, miro al reloj y el tiempo pasa
demasiado lento pero como un sonámbulo camino debajo de un paraíso lleno de
perlas luminosas con un brillo que a mis ojos asombra, mi piel empieza a sentir
caer pequeñas caricias que rodaban con una inocencia sublime, mis pies me
llevaron a algo inefable e infinito donde mi alma reposo por horas.

Mis pasos van y vienen en
este hermoso lugar que me abrió su corazón arrugado con sencillez, el sol me sonríe
y su luz entra en mi cuerpo e ilumina mi ser, me despido de este bello lugar preguntándome
¿Por qué cada día se marchita más?

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