La ferretería

Yendo un día a la ferretería me encontré en la pared una frase que me dejó pensando “aún así en un mundo apocalíptico ciertas cosas se volverían a imantar”. Esa frase despertó en mí muchas inquietudes, todas las habilidades que vamos dejando a un lado al crecer, los dones concedidos que olvidamos, la personas que no volvimos a ver ni a ser, los proyectos aplazados, los sueños que parecen inalcanzables, todas esas cosas que parecen haber sido tiradas en saco roto y haber sido guardadas por años, pero si te sientas y al recordar eso te vuelven a brillar los ojos y vuelves a sentir esa emoción como la primera vez, aún así, después de haber pasado uno y mil “apocalipsis”, se vuelven a imantar, vuelven a ti, es más fuerte la atracción de los imanes que el olvido.

Pareciera que la vida misma me invitara a escribir de nuevo, a perderme en mis pensamientos, en la teoría del todo y de la nada misma. Todos esos dilemas existenciales, el ser humano como cloaca o como genio, pensar en las cuestiones más profundamente humanas y más superficialmente frívolas. Estamos hechos de carne pero también de una sustancia liviana que nos llena de magia y nos vuela la cabeza y el pensamiento. Somos seres tan complejos, tan dinámicos, que aún cuando creemos que estamos estáticos nos estamos moviendo, aún cuando no pasa nada pasa de todo. Tomar una decisión y no tomarla, es tomar una decisión. Ser o no ser, igualmente serás tratando de descifrarlo… Siento una explosión de sentimientos, de pensamientos, de emociones, de teorías de la vida, de la muerte, de la humanidad, de las complejas relaciones humanas. Somos un cúmulo de recuerdos, de proyectos sin cumplir, de deseos insatisfechos, de proyectos aplazados, somos las ganas de cambiar, de ser mejores, de retarnos, de vivir otras cosas, de enfrentarnos a nosotros mismos. Somos todo y nada, y entendiendo que siendo la nada misma hacemos parte de un todo, de un todo ordenado en la nada.

Escribo para leer a mi yo, a mi yo olvidado. A la adolescente que escribía poesía sin haber leído poesía. A mi yo anterior, que se enamoraba del encanto de la vida, que veía magia donde muchos veían la rutina, que leía libros y recreaba escenas en su cabeza, que se emocionaba con personajes de ficción, que soñaba con ser la diosa coronada de alguien como en el amor en los tiempos del cólera de Gabo. La que leía en voz alta con voz sensual el séptimo capítulo de Rayuela e imaginaba paso a paso ese beso, esa delicada sensualidad del encuentro. Esa lectora apasionada que se entregaba al protagonista y que vivía de su mano cada momento, ese relato de un asesino de Mario Mendoza que la ubicaba en las frías calles de Bogotá, que iban juntos de la mano caminando por Usaquén y evitando esos ataques para no asesinar.

Recuerdo con cariño los libros de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik, las primeras argentinas de las que me sentí amiga. Las primeras que me confiaron sus secretos, sus sentimientos, sus poemas, sus vidas. ¿Cuántos libros tendré que volver a leer para conectarme con mi antiguo yo? De cierto modo veo atrás y me admiraba, tenía una mente inquieta, curiosa, creativa, siento que era otro yo. El yo, el super yo, el ello, ¿qué diría Freud?

Pensaba tan hondamente acerca de la humanidad, de la vida, y ahora cosas tan superfluas y vanas me quitan la paz. Que ironía que me haya convertido de algún modo en el tipo de persona que tanto aborrecía. ¿Qué es la apariencia? solo eso, algo aparente, algo que ven los demás y se crean una idea- aparente- que pueda que no sea. ¿Desde cuándo me dejé llevar por eso?, ¿desde cuándo le di importancia a eso?, ¿desde cuándo permití que me valorarán o juzgarán solo por lo que -aparento- ser- más no lo soy?

Tantas cosas en que pensar y en qué reflexionar, ¿en qué te convertiste?, ¿por qué dejaste atrás la chiquilla curiosa e inteligente que se asombraba frente a la vida y siempre veía más allá de las ramas, más allá de los arbustos, más allá de lo que se le paseaba por el frente?

A veces no hay que ir hacia adelante, a veces hay que ir atrás, a veces tenemos que imantarnos con lo perdido, con lo que el apocalipsis ha sacado de orden.

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