Capítulo 1
Sonó la alarma a las 9:00 am. No es que tuviese algo que hacer, simplemente el reloj estaba programado para despertarlo en el momento más propicio, en función de sus horas de sueño. Pero no estaba del todo seguro de si había dormido bien, había tenido un sueño agitado donde un hombre en blanco y negro le hablaba durante horas en un bosque. Siempre decía lo mismo, pero no llegaba a recordar qué era. Una pesadilla de la cual se alegraba despertar.
Pensó en el desayuno que le habría elegido La Computadora, o Julia como él la llamaba. No auguraba nada bueno, Julia preparaba el menú del día en función de su salud, no del sabor, del disfrute o del placer. A regañadientes, tuvo que salir de la cama cuando La Computadora subió las cortinas de la habitación dejando entrar los rayos del sol de agosto. En efecto, el desayuno constaba de una especie de puré de frutas que contenía, según Julia, todo lo necesario para empezar bien el día. Recordó con nostalgia cuando de niño su madre le hacía los sábados para desayunar huevos revueltos con panceta, a cambio de un beso, un brazo y un buenos días mama.
Entonces La Computadora no existía. Tiene vagos recuerdos de aquella época, al fin y al cabo a la edad de los cincuenta años pocos recuerdan bien su infancia. ¿Para qué memorizar si La Computadora memoriza por ti?. Sin embargo sí que recordaba la primera vez que apareció La Computadora, en el móvil. Recopilaba toda tu información que aportaba el móvil -quiénes eran tus amigos, dónde ibas, qué comprabas, qué música te gustaba, etc- y en base a esos datos te hacía sugerencias, qué canciones escuchar, por dónde dar un paseo, qué comprar e incluso con quién podrías hacer amistad. Todo con el único objetivo de satisfacer al usuario y hacer de su vida una vida mejor. Después irrumpió en la vida laboral, al principio mandando sugerencias al usuario en base a estudios de mercado hechos mediante los datos obtenidos por los móviles. Pero luego se empezó a automatizar los servicios bajo el control de La Computadora, sustituyendo el trabajo de los seres humanos y convirtiendo a los trabajadores en supervisores de la máquina automatizada. Se celebró, al fin y al cabo se cobraba lo mismo y se trabajaba menos, más descanso para el ser humano. Pero la gran revolución llegó cuando La Computadora decidió por sí misma cambiar la producción de un producto a otro en base a lo que, según los datos, se vendería mejor. Para todos fue entendido como un gran paso de la humanidad, algo tan significativo como descubrir el fuego o inventar la rueda. Una nueva era empezaba.
En la nueva era el hombre tenía un sirviente veinticuatro horas a su disposición, un sirviente el cual cada uno de sus actos estaba pensado para mejorar en todo lo posible la vida cotidiana de la persona. Un gran avance por el cual el hombre no tenía que actuar, ya lo hacía La Computadora por él, no tenía que educarse, ya lo hacia La Computadora por él, no podía escoger, lo hacía La Computadora.
Pero fue un gran avance, gracias a La Computadora todo el mundo trabajaba, todo el mundo comía, vivían en una utopía. Éso pensaba él mientras removía el puré de frutas, y con él el resto del mundo, al fin y al cabo La Computadora actuaba por el bien de todos.
Lo que no sabían era que esa utopía era un reflejo en un estanque podrido.
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