Un día con La Flaca

  Las mañanas en la capital siempre son más de lo mismo: la algarabía en las calles desde muy tempranas horas, el ruido de los carros, de las motos, de sus bocinas, la gente estresante, siempre con apuros porque deben llegar pronto a sus destinos. Yo en cambio camino relajado, medio dormido aún… 15 minutos a pie y ya estoy en mi sitio de trabajo, converso con uno que otro conocido que he hecho en mi zona de labor durante estos últimos meses. Me pongo mi ropa de trabajar, tomo mi mochila y salgo a la pista a ganarme el pan de cada día. Hasta aquí todo marcha normal, como cualquier día de rutina, nada en especial. El semáforo marca en rojo… camino por el centro de la pista ofreciendo mis bebidas, y miro hacia mi lado izquierdo… ¡Ella ya está ahí! ajá, hablo de «La Flaca», en la puerta del banco… vistiendo su camisa blanca, impecable, sus pantalones holgados y sus botas negras que le dan ese atuendo ideal para la labor en que se desempeña. A veces usa su cabello suelto, otras, prefiere recogerlo. Usa su tapabocas por puro protocolo… escondiendo una de las sonrisas más bonitas y cándidas que he podido ver en mi vida. Se dirige hacia sus clientes… y con esa suave voz que la caracteriza les dice: «Buenos días, ¿qué operación va a realizar?» Por supuesto que siempre sobran los impertinentes, los tóxicos que juegan a sacar su mal genio, pero ella no se inmuta, siempre sale a relucir su lado más amable.

  Yo la miro desde lejos… de reojo, porque si me distraigo, un auto podría golpearme, esperando ese breve momento en que se desocupe para poder saludarla. Me le acerco, le saludo, con palabras, con un gesto, con un guiño… y ella me sonríe. Puedo ver esa sonrisa que tanto me gusta a pesar de tener el tapabocas puesto. Sus ojos son brillantes como luceros. «La Flaca» no tiene un cuerpo esbelto; está lejos de ser esa típica mujer voluptuosa que vuelve loco a los hombres, pero puedo decir con certeza que no le hace falta nada… que cada parte de su anatomía se encuentra bendecida; ver su cuerpo deleita. El día va transcurriendo… observándola, pensándola, platicando de rato en rato con «La Flaca». Ella ríe por cosas que ni risa dan, pero es que verla reír es lo más agradable de todo. Otras veces está de pie o sentada, en su banca de madera, callada, con los brazos cruzados pensando en quién sabe qué…y yo me pregunto: «¿En qué pensará?». La miro, me mira… La miro, me voltea la mirada… Es tan impredecible, nunca se sabe cuál será su próximo reaccionar, y eso lo hace aún más divertido… interesante… intrigante.

  «La Flaca» es ÚNICA…  «La Flaca» es MÁGICA…

  Empieza a caer la noche, su jornada laboral acabó; debe irse a casa. En ocasiones sale sola, apresurada, toma su bus y se marcha. También suele irse con sus amigas. A veces se despide de mí, otras, me pasa por un lado y ni cuenta se da que estoy ahí, pero mi mirada siempre la sigue adonde quiera que va… porque ella es «La Flaca», la que con tan solo saber que la voy a ver, ya hace mis días más agradables… la que hace que las mañanas, (mis mañanas) en la capital, ya no sean más de lo mismo, porque basta con su presencia para hacerlas especiales…

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