I
Siempre fui una persona centrada, educada con rigor y creería que muy dócil, odiaba que me castigaran y por eso siempre trataba de no desobedecer, fui alumna ejemplar, hija ejemplar, aunque en el fondo la pereza me mataba, amistades tuve muy pocas aunque tuve gente que aprecié mucho, con el paso del tiempo me di cuenta que eran personas muy venenosas, pude descubrir que me envidiaban a pesar de que podían estar en mejor posición que yo en todos los sentidos, pero me daba la impresión que si yo estaba bien a ellos les incomodaba, cuando fui descubriendo sus verdaderos rostros poco a poco dejé de confiarles mis cosas, empecé a resguardar lo que realmente pensaba o creía sobre algo, inicié a dar respuestas generales sobre lo que me preguntaban o simplemente fingía desinterés.
Continué así por mucho tiempo y era cansado fingir que era una persona agradable con todos, fingir que les creía sus palabras de afecto hacía mi cuando ya les había descubierto sin que se diesen cuenta; simplemente era agotador, ya para cuando llegué a mis 20 años era considerada una persona amable pero distante, de pocos amigos, demasiado madura para mi edad, por lo que sólo me llevaba bien con personas mucho mayores a mí, no me sentía cómoda con personas contemporáneas conmigo, su manera de razonar se me hacia muy pobre, sin embargo la vida me enseñaría que hay cosas donde uno también llega a tener una mentalidad débil.
Me enamoré locamente a los 21 años, jamás había tenido novio y caí como una tonta cuando mi corazón fue cautivado por alguien mayor que yo, me atrajo su educación, su trato, fue más atracción intelectual al inicio, después sucumbí redonda en un camino sin retorno. A los pocos meses inicié a salir con él, su nombre era David, después me di cuenta que era un hombre comprometido y de forma ilusa creí en el típico cliché de: no estamos juntos, estamos separándonos!.. Sabía que no era correcto lo que estaba haciendo, por la educación que tuve, para aquella época también era una persona muy religiosa la culpa me corroía el alma, era demasiado estresante, pero la sola idea de terminar nuestra relación se me hacía dolorosa.
Pasé mucho tiempo haciendo caso omiso a lo que me dictaba la consciencia, simplemente me dediqué a disfrutar de mi sexualidad y de la nueva experiencia que una relación implicaba, las citas, los regalos, los momentos divertidos, la charla que me podía proporcionar a como se dice alguien de mundo, sin embargo era un trabajo adicional lo que significaba el ser la amante, cada vez que andábamos juntos deseaba poder ir tranquilamente de la mano con él pero había que cuidar las apariencias; era un hombre con muchas conexiones, le conocían al igual que ha su familia, si se enteraban sería el fin para él, el fin para nuestra relación y sin dejar de mencionar que yo quedaría en una mala situación.
Al inicio de todo pensé que tendríamos un futuro juntos, ambos conversábamos sobre una relación normal de pareja, una vida juntos, hacíamos planes para cuando pudiésemos estar solos los dos sin que nadie tuviese derecho a opinar nada porque sería un hombre libre, simplemente fui una ilusa, sólo yo pensaba que algo así realmente iba a funcionar.
Habían pasado más de dos años de relación y yo empezaba a mostrar mi cansancio, ya no me satisfacía el papel de la amante, el futuro juntos no era más que una utopía, mi trabajo por otra parte se me hacía agotador, las jornadas eran interminables y cada vez que le buscaba para poder desahogarme, él no tenía tiempo para mí porque él estaba con su familia, teníamos horarios para comunicarnos y mensajes con vocabulario pre establecido para que no fuese sospechoso.
Cada vez que nos veíamos ya no estaba esa emoción inicial, no había dejado de amarlo aún, sin embargo el fuego se iba apagando, la novedad había muerto y las charlas de un nosotros a futuro se volvieron menos frecuentes, hasta entonces me di cuenta que fui una tonta por no haber oído a mi consciencia y al sentido común que siempre me había gritado que no diera inicio a esa relación.
Él seguía diciendo que me amaba, que era su todo, que me encontró demasiado tarde y que el tiempo por eso lo castigaba, que era su alma gemela y no veía una vida sin mi, pero cuando se tocaba el tema de estar juntos, se tornaba incómoda la atmósfera y finalmente sólo dejé de preguntárselo, sus silencios me demostraron que esas palabras no eran más que castillos de humo.
Mis padres no sabían nada de mi relación, por mi tipo de trabajo me creían cuando les decía que salía demasiado tarde por razones laborales, o que tal vez me hacían llegar en mis días libres, al final del día, trabajar en el área de ventas era una lucha constante y hasta el momento había demostrado ser alguien competente, mis superiores me decían que tenía mucho potencial, eso me animaba a dar lo mejor de mí, con el tiempo algunas cosas mejoraron y empezaba a tener algunas horas libres, las cuales aprovechaba para verme con él, al final no fue más que una pérdida de tiempo.
II
Así continuamos unos 3 meses más, en esa rutina que ya empezaba hacer mello en mí, pero lo mejor estaba por venir, la relación estaba relativamente estable, seguía enamorada de él a pesar de todas las limitantes de nuestra relación, hasta que llegó una prueba de fuego. Un día tuve un retraso en mi período, siempre nos protegíamos pero nunca se estaba completamente seguro, como veía que no me llegaba, me aterré, qué le diría a mis padres, en el trabajo me acababan de ascender y eso era mayor responsabilidad, y ya habían casos de despido unos meses después de que algunas mujeres habían terminado su subsidio post-parto, sin embargo también pensaba en qué diría él, al inicio habíamos hablado de hijos y él se alegraba con la idea de tenerlos juntos, pensé que tal vez no le sería desagradable la idea, que aunque se asustara al conocer la noticia después estaría feliz.
Me comuniqué con él y le dije que tenía un retraso, que aún no estaba segura, pero que nunca me había sucedido, me dijo que teníamos que vernos, que eso no lo podíamos conversar simplemente por teléfono, ese día solicité un permiso especial del gerente, yo había pasado a ser supervisora del departamento de ventas y estábamos a full, pero mi desempeño justificaba los pocos permisos que pedía, me dejaron ir sin problema.
De camino iba muy nerviosa y felíz a la vez, olvidé el problema con mis padres y el trabajo por unos momentos, y la idea de que tal vez podría estar embarazada no me resultaba del todo mal y tontamente pensé que nos podría unir, que esto sería como un renacer de la relación, puedo afirmar que me veo en retrospectiva y no puedo entender aún lo crédula que pude ser. Nos vimos en un café, el estaba muy serio y alterado, pensé que tendría algún problema en su empresa, ya que era socio mayoritario de una empresa inversora… pero nada más lejos de la realidad.
En el área del café había un reservado para pequeñas reuniones y ahí nos vimos en el momento no entendí porqué, pero luego me di cuenta que fue lo mejor, de entrada ambos nos sentamos y él fue directo al grano: explícame la situación que aún no lo comprendo.
Por un momento dude… ¿Qué no podía comprender?, me tranquilicé un poco y le expliqué que tenía un retraso de 2 semanas, que simplemente nunca había pasado ya que mi menstruación era exacta, él se quedó mirándome fijamente, la atmosfera se sentía demasiado tensa y cargada, luego comprendí que esto no iba bien.
De repente David dijo: ¿y? ¿Qué piensas hacer?… me sentí incómoda y me removí en mi silla, a lo que le respondí: ¿a qué te refieres con un qué pienso hacer?… fui tonta al preguntarlo, me vio fijamente y con mirada de desesperación y resentimiento como si me culpara de algo respondió: yo no puedo tener hijos ahora, ¿sabes lo que eso significaría para mí y mi familia?, mi reputación se vendría abajo.
Sentí que el piso bajo mis pies desaparecía, mientras pensaba hacía mis adentros ¡Claro, él no puede, él no debe, su reputación, su familia, su imagen! Todo giraba en torno a él… pero… y yo ¿qué? el nosotros desapareció por completo, sentí un nudo en la garganta y unas ganas enormes de llorar, en mi corazón sentí que algo entre nosotros se rompió y no había vuelta atrás.
A lo que respondí un poco alterada: Tranquilízate aún no estoy segura, pero esto nos incumbe a los dos por eso tenía que decírtelo… su rostro era un libro abierto, podía ver en él la impaciencia, luego me dijo: ¿Qué pasa si realmente estás embarazada? ¿Piensas tenerlo?… nuevamente fue otro duro golpe para mí y creo que lo notó, porque ipso facto se apresuró a decir que debía pensarlo bien… él siguió hablando, pero yo dejé de escucharlo, todavía no me había hecho prueba alguna de embarazo y él ya estaba pensando en que lo abortara.
Sin pesarlo elevé la voz y le dije que no estaba pensando en abortar, que no me importaba si él deseaba apoyarme o no, que de estar embarazada seguiría adelante sola de ser necesario… se le crispó el rostro, nunca me había visto tan molesta, siempre había sido amorosa y dócil con él, los dos estábamos alterados, pero esta vez pude ver que pensó mucho mejor sus palabras al hablar… me pidió que me calmara, no deseaba un escándalo en un lugar donde el frecuentaba con otros socios, pero ahora yo era quien estaba perdiendo la paciencia, me dijo que comprobáramos si realmente estaba embarazada y así fue.
Esa noche llegué a encerrarme en mi cuarto, mis padres no preguntaron nada, pensaban que era simple cansancio, ya estando sola me desvestí y tomé una ducha caliente, solamente ahí en el baño sin que nadie me viese, pude finalmente llorar con libertad, me sentía frustrada y más sola que nunca y lo que más me dolía era seguir teniendo sentimientos por él, me odie a mí misma.
A la mañana siguiente me sentía cansada, al verme al espejo pude ver mis ojos hinchados por tanto llorar, me lave el rostro con agua bastante fría por unos minutos y me maquille un poco para esconder de mis padres el rastro de haber llorado, bajé a desayunar, sólo me vieron y me preguntaron si me había quedado trabajando hasta tarde en el computador nuevamente, sólo asentí con la cabeza, ellos cruzaron miradas y suspiraron, no dijeron nada más.
Terminé rápidamente mi desayuno, no es que tuviera hambre en sí, mi estómago ya era un nudo de los nervios, pero si no lo hacía, ahí si escucharía a mis padres darme un sermón. Ellos siempre fueron amorosos conmigo, fueron estrictos, pero cuidaban muy bien de mí, cuando notaron que mi trabajo era tan demandante me sugirieron que cambiase de empleo, mi padre fue un hombre de empresas toda su vida y aún mantenía contacto con gente importante tanto dentro como fuera del país, pero realmente las ventas eran lo mío y deseaba abrirme camino por mis propios medios, por ello no siguieron insistiendo y confiaron en mi determinación, pero vigilaban mi manera de comer de una forma casi religiosa, decían que capaz un día de tantos caería desmayada por el exceso de trabajo y que si no me alimentaba bien peor aún.
Me despedí de ellos y me dirigí al médico sola, David tenía una junta importante, pagó la mejor clínica que pudo en la ciudad, yo por mi parte estaba nerviosa por los resultados, para mi consuelo comprobé que era una falsa alarma, dos días después finalmente vino mi menstruación, sentí paz al saber que no me debía preocupar por un futuro bebé, que posiblemente se criaría sin un padre, me avergoncé por estar con alguien comprometido, por otra parte en mí crecía un resentimiento hacia a David, le llamé y le comuniqué los resultados, escuché como soltó un suspiro de alivio y pensé por un momento que lo entendía pero no lo suficiente como para olvidar lo sucedido.
No nos vimos del todo durante esa semana y la comunicación era poca, David había tenido que viajar fuera del país por negocios y yo estaba más saturada que nunca lanzando una nueva campaña publicitaria que impulsaría grandemente la empresa en un nuevo segmento de mercado, si todo salía bien podría significar que tendría un futuro más que asegurado en la empresa, el puesto de Jefe del departamento de ventas aunque era muy bueno, el nivel de exigencia que se requería era alto y por ello ya habíamos tenido 3 jefes en un año en ese puesto.
Para esa época cuando vi la oportunidad fui sumando puntos poco a poco y capacitándome para poder asumir el cargo cuando me postulara, la competencia fue dura, en el departamento quienes más perfilábamos para el puesto éramos Roger y yo, nos conocíamos desde la universidad y quedamos juntos desde nuestras prácticas en la empresa, teníamos experiencia, conocíamos el mercado y estábamos muy capacitados, sin embargo no sé si por los nervios o qué, pero empezó a cometer pequeños errores que le costaron la oportunidad, una oportunidad que yo no dejé pasar, con lo que finalmente se dio mi nombramiento.
David y yo nos vimos en la siguiente semana, me pidió perdón por haber actuado de manera tan irracional, que dijo nuevamente que me amaba y yo simplemente le dije que estaba bien, que de igual manera yo había estado asustada.
Pasaron un par de meses más, luego de eso David volvió a la normalidad, me seguía diciendo que me amaba y era atento, yo había tenido el éxito esperado en mi empresa y empezaba a tener más tiempo para mí misma, pero a diferencia de antes ya no quería malgastarlo con David, y de ahí en adelante sería un punto de inflexión para ambos.
III
Sentía que nuestra relación ya no tenía sentido alguno, sin embargo, aún tenía sentimientos por él, en los siguientes meses inició a tener menos tiempo debido a los viajes de negocios y a las continuas reuniones, yo por mi parte empecé a disfrutar de a poco mi tiempo libre, después de meditarlo por algún tiempo decidí hablar con David, lo nuestro debía terminar.
Recuerdo haberlo citado en un lugar céntrico para ambos, decidí hablar de ello a primera hora de la mañana, estaba realmente determinada y sentía que nada de lo que él me dijese podría cambiar mi forma de pensar. David me recibió con besos y abrazos dado que ya teníamos tiempo de vernos, casi eran 15 días donde el contacto había sido mínimo, pero él sintió mi frialdad y mi poco entusiasmo a lo que preguntó qué me sucedía.
A lo que respondí-Simplemente debemos hablar de lo nuestro, no podemos seguir así-, pude ver la sorpresa en su rostro y luego dijo: ¿A qué te refieres? ¿Qué estás tratando de decirme?, se le veía un poco molesto y yo en ese momento sentí que me invadían los nervios y se me hizo un nudo en la garganta, esa reacción no me la esperaba de mí, pese a la determinación con la que había ido, mis sentimientos me habían traicionado, él intuyó que deseaba terminar con él y se adelantó a decir las palabras que yo no pude.
Alzó la vos y me preguntó si es que ya no lo amaba, o si ya tenía a alguien más en mi vida, esta frase me dolió porque siempre tuve ojos solo para él, me ataqué en llanto, las palabras que salían eran inteligibles incluso para mí, me dijo que no podía dejarlo, que no me lo permitiría, que lo nuestro no podía terminar así como así y al final así fue, todo ese drama no fue más que mi intento fallido de terminar la relación, al final llegué a mi oficina con el rostro algo rojo e hinchado y seguí atada a él, porque para ese momento así me sentía; atada a una relación que empezaba a sentir como una carga para mí.
Recuerdo que ese remedo de rompimiento fue en septiembre de ese año, los siguientes meses él se volvió más tierno, me cuidaba más, supongo que era por el miedo a que yo quisiera dejarlo de nuevo, sin embargo, para mí no era más que una molestia, cada vez que él y yo teníamos intimidad ya no sentía lo mismo que antes, los nervios y los deseos de verle se habían ido extinguiendo poco a poco.
Lo veía y luego me analizaba en retrospectiva, simplemente ahora miraba más claramente donde estaban mis errores, me dolía tanto que no sabía como solucionarlo, me faltaban agallas, lo único que podía hacer era esquivarlo por el momento, me inventaba excusas sobre reuniones, cansancio, gestiones, la familia y cada día lo iba viendo menos de lo que ya nos tratábamos; mientras yo aprovechaba para mejorar en mi trabajo, disfrutaba más plenamente de mis tiempos libres, extrañaba mucho la idea de la soltería, al final del día ante los ojos de los demás se suponía que lo estaba.
Así continué por cinco o seis meses más, sé que el percibía mi cambio pero no me decía nada, sólo trataba de ser más amoroso conmigo y en el fondo yo me sofocaba más, no era cruel porque nunca fue mi intención hacerle mal a nadie, pero mis niveles de tolerancia cada día se iban mermando, sentía que lo que una vez nos unio, pronto se convirtieron en cadenas pesadas para mi. Nuestros encuentros «amorosos» pronto empezaron a serme desagradables y terminaba sollozando en el baño, un sentimiento de desagrado cobraba mucha fuerza en mi interior, cada vez que el me llamaba y me decía que esta vez no podríamos vernos para mí era motivo de alivio, no veía la hora de poder librarme.
Finalmente un día de él salio el terminar la relación, simplemente me llamó por teléfono y me dijo que sentía que nuestra relación ya no tenía la chispa del inicio y que él perfectamente se percataba que yo ya no le amaba, que lamentaba tanto haber sido el único de los dos que amó incondicionalmente, odié esas últimas palabras… se llenaba la boca al hablar de amor incondicional y otro sin fin de cosas, simplemente le dije que estaba de acuerdo que de hecho todo había cambiado desde el mi primer intento de terminar nuestra relación.
Nos escribimos un par de mensajes más pero para mi sorpresa asomaron unas lágrimas a mi rostro pero era de felicidad, sentía que el peso que cargaba sobre mis hombros desaparecía, por fin era completamente libre, a pesar de que estoy consciente de mi cobardía al tolerarlo por más tiempo y dejar que fuese él quien diera el primer paso esta vez, la verdad poco me importó después mi paz mental finalmente volvía a mí, mi trabajo estaba en su mejor momento y había logrado ganar dos clientes importante para la compañía.
Salí con el una vez más como despedida, consideré que debíamos quedar en paz como dos adultos, me comentó que se sorprendió al no oirme romper a llorar tras el teléfono sino que lo acepté con calma, esperaba nuevamente que yo decidiera quedarme a su lado pero que al haber pronunciado las palabras y yo haberlas aceptado no había vuelta atrás, para mi fue como una luz que lleva tiempo deseando verla encenderse… le dije que a como ambos sabíamos, lo nuestro ya no tenía futuro y cada vez estaba más convencida de que jamás lo tendría al lado de un hombre casado.
David trató de seguir insinuando que siempre me dio todo lo que quise, que fue el único que realmente amó en esa relación, simplemente lo ignoré por completo, no me embarcaría en una conversación sin sentido, ni siquiera esa última cita tenía razón de ser, simplemente me levanté me despedí y no volví a ver atrás.
La paz y la tranquilidad que me embarcaba era tremenda, nunca imaginé sentirme tan ligero el cuerpo, sentía que volvía a sonreír libremente, estaba realmente felíz, no sentía vergüenza finalmente.
El rol de la amante había llegado a su fin y es entonces cuando comprendí que serlo, nunca es la mejor opción, muchos te mentirán con el fin de tenerte, pero no dejarán a la que supone ser su esposa ante la sociedad, a la persona que confió en ellos para respaldarlo y darle una posición como hombre, siempre serás la segunda opción y si el momento de la separación realmente llega, pueda que no tengas la felicidad que realmente deseas, porque tras esa decisión habrá un hogar roto, una mujer traicionada, hijos lastimados y tu imagen será pisoteada, tus sentimientos hacia ese hombre serán lo que menos importe para los demás.
Hasta entonces comprendí y analicé mucho mejor el rol tan duro de la esposa, me arrepentí amargamente, porque a futuro, puede que ese sea mi papel, cuando crea que todo va bien, puede que una joven amante brille escondida entre el día a día de quien será mi esposo.
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