Un amor, un engaño. (Obra en proceso)

Un amor, un engaño. (Obra en proceso)

Capítulo I: “La noche en que todo, tomó su forma”

Sobre el suelo frío de mármol blanco, de un pulido excelso, que daba la sensación de estar sobre un espejo; se encontraba Indiana. Una joven de 21 años de tez blanca, cabello profundamente negro y unos ojos verdes que te elevarían al cielo.

Parecía dormir después de una noche larga de ajetreo. Se hallaba inmóvil, tirada en esa superficie fría, con una botella resquebrajada en la mano derecha, como si no hubiese alcanzado a llegar a la cama, al ser vencida por el dulce néctar del alcohol.

Portaba un vestido rojo, de un corte que podría quitarte el aliento, lucía hermosamente indefensa, cual niña atormentada por las inquietudes de la edad, una joven queriendo lucir siempre perfecta, y en su afán de serlo, parecía cruzar los limites.

Respiraba tan profundamente, que parecía habitar en sus sueños, tan ajena a la realidad que cada vez más se le imponía. De pronto un movimiento fugaz de su dedo índice izquierdo denotó su existencia, dio un respirar tan profundo, como si la pesadez de la noche aun estuviera presente; se escuchó su queja, como si doliera el cuerpo; no entendía que sucedía. Abrió sus ojos, y estos comenzaron a moverse buscando respuestas, giró su cabeza para observar con más detalle, en lo que internamente enloquecía con las preguntas: ¿dónde estoy? ¿qué es este lugar? ¿cómo llegue aquí?

Mientras se incorporaba suavemente, noto la botella resquebrajada en su mano, en ella se leía: Chateau Mouton-Rothschild 1945, un vino tinto francés que muy pocos podrían osar destruir de esa manera, no entendía porque estaba en su mano, ni siquiera tenía idea del valor de esa pieza.

Incitada por la duda, poso los restos de la botella en el suelo, mientras recorría la zona, con la mirada inquietante ante tal escenario. Intentó ponerse de pie hasta lograrlo, como lo haría un cervatillo al llegar al mundo; noto la dificultad para caminar y quito las exclusivas zapatillas rojas de tacón de aguja, sin prestarles atención; un dolor cefálico latía con tal intensidad que arrancaría su cabeza si pudiera, pero el lugar era irreconocible y sus dudas más extensas.

Muebles lujosos de una pulcritud y un blanco extremo, salvo la botella destruida; unos ventanales que dejaban entrar una claridad celestial, y el viento fresco que servía de ajetreo para las plantas que en ese lugar existían. Era un lugar que cualquiera querría disfrutar.

En el fondo, se observaban las puertas abiertas de un salón, de paredes rojo carmesí y aplicaciones de plumas color dorado, lo que parecía a su ver, una biblioteca; y conforme Indiana se acercaba, pudo observar un sillón de descanso estilo «Luis XV» de color blanco que le daba la espalda; puesto magistralmente sobre una alfombra persa coleccionable convenientemente conseguida en el mercado negro. Con cada sigiloso paso, iba dando cuenta de la escena que allí habitaba.

A escasos cinco metros de aquel salón y entre las paredes de ese interminable pasillo, pendía un hermoso espejo, con marco de madera labrado a mano, con unas curvas que cualquier mujer podría soñar; se posó de frente a él, se observó de pies a cabeza, y dio cuenta que había llorado, las lágrimas marcadas por el maquillaje reseco, eran notables, sus ojos rodeados por unas ojeras, su tez pálida y una herida en el labio, dieron paso a más dudas, no recordaba que hacía en ese lugar, ni como había llegado ahí. Pudo notar lo que parecieran, gotas de sangre en el vestido, reviso cada parte de su cuerpo, como exigiendo respuestas.

Recobró la poca compostura, y decidió no hacerle caso a lo obvio, su propósito era salir de ese lugar y ponerse a salvo; no entendía que había pasado, no entendía porque vestía ese caro vestido rojo de finas telas. Ella no recordaba haber tenido una vida así, a duras penas podía pagar la escuela.

Siguió adelante con su plan de escapar, y desesperada, recorrió los últimos 5 metros del pasillo, para dar paso al salón que había visto antes; se acercó lentamente a la puerta, y pudo ver una mano pender del reposa brazos de aquel sillón blanco, se acercó temerosa de la escena, mientras su corazón latía cada vez más rápido, era tanta la velocidad de este, que podía escucharlo. Cuando tuvo una visión más clara de lo ocurrido, pego un grito instantáneo tan macabro, que podrías dar cuenta de su miedo.

En el sillón se encontraba el cuerpo sin vida de Agobart, un hombre adinerado, de origen francés, que muerto no valía un centavo, a excepción de sus manos y cuello que lucían tremendas piezas de joyería; vestía una bata de seda azul índigo, que, con el valor de esta, Indiana podría pagar lo que le faltaba de escuela; sobre ella, se podían observar los restos de aquella exclusiva botella, que Indiana dejara en la habitación donde despertara. Respiro el fuerte aroma del vino, y dio cuenta que provenía del cadáver.

Tomo valor y decida, miró el rostro de aquel infortunado hombre, y ahí estaba Agobart, ensangrentado en la parte frontal de la cara, con un hematoma claro, con diminutos trozos de vidrio incrustados, debido al golpe fuerte de la botella.

Indiana no lo podía creer, era una escena terrible, que le producía más dudas; relaciono la experiencia vivida desde su despertar, hasta pensar que ella podría haber sido la causante de tal desgracia.

Quiso saber el día y lugar donde se encontraba, por lo que tomo el diario que estaba sobre la mesa ratona, no entendía lo que decía, el idioma parecía ser francés, así que buscó un teléfono en la casona sin tener éxito, busco ropa cómoda que pudiera ponerse y se dispuso a buscar la salida, cuando dos hombres de aspecto rudo tocaron a la puerta.

Corrió hacía la puerta trasera de aquella casona, buscando refugio, mientras recordaba los rostros de aquellos dos hombres; y como flechas, fueron llegando uno a uno los recuerdos.

Algo le decía que corría peligro, que no debería estar cerca de ellos, conforme daba un paso en la dirección contraria, su mente se vio inmersa en la mentira de la que fue víctima; pudo recordar al hombre que le prometiera amor eterno, ese joven que le insistía violentamente un amor de cuentos; ese amor que creyó real y sin malicia, la llevo a vivir el inesperado horror de esa noche.

Los golpes en la puerta se hicieron cada vez más fuertes, la desesperación en Indiana se hizo más presente; no conocía la casa, por lo que no sabía qué hacer, ni a quien acudir que fuera de su total confianza; un disparo seco retumbo las paredes, haciendo ceder la cerradura de la puerta, los hombres entraron a gritos exigiendo el pago, y con la encomienda de recuperar la mercancía para ser puesta en servicio de un posible próximo cliente, Al no escuchar ninguna otra voz, Indiana se pudo percatar de que estaba sola ante el peligro y que los hombres no descansarían hasta recuperarla.


Capitulo II «La compra»

Nada les dejaba más dinero que una mujer con los atributos de Indiana; decían: ¡ellos las prefieren ingenuas!, ¡con cara de niña indefensa!, limpias, sin malicia; Indiana era tan hermosa, que no pudo pasar desapercibida para ellos en aquel campus de la ciudad de México, les tomo tiempo enamorarla y convencerla de ese amor ficticio, fueron meses que valían la pena.

Agobart ya la había elegido del extenso libro de mujeres que como objetos en venta se exhibían; para él valía cada centavo la espera, y estaba dispuesto a pagar lo que fuere por tal belleza.

Era un hombre tan avaro, que no le importaba en lo más mínimo si Indiana quería ser parte o no de sus pertenencias más preciadas; era tanta su lujuria y su capricho que puso a disposición de los cazadores, todo un arsenal de posibilidades para trasladarla consigo; para Agobart, no existía un no como respuesta, y tampoco limitación alguna para lograr su cometido.

Luka como su nombre lo indica, era un hombre capaz de eclipsar a los demás; de origen italiano, llegó a México a la edad de 3 años, hijo de un ex capo de la mafia que huía de su país para dejar atrás su mala historia y vivir sus últimos años en paz con su familia; Cuando Luka cumplió la edad de 15 años, su padre murió víctima del cáncer que le acechaba desde su natal Italia, por lo que Luka quedó solo con su madre.

A la edad de 17 años víctima de su orfandad de padre, y de su inmaculada belleza, fue usado como anzuelo por su madre y su padrastro para atraer a las que serían las primeras víctimas del nuevo cartel.

Niñas de 13, a 17 años eran engañadas por sus atributos y su falso amor, lo aprendió tan bien, que al morir su padrastro y con la edad de 23 años decidió continuar con el negocio y llevarlo a un nivel más alto.

Sus cómplices, dos mexicanos de aspecto rudo, pero juvenil, eran los encargados de fotografiar a toda aquella señorita de perfecta belleza, a veces usando el truco del periódico social escolar, o de un censo para ver la diversidad del campus; o en el caso más extremo, enamorarlas hasta caer.

Entre esas señoritas se encontraba Indiana, una chica difícil de alcanzar, a la que no parecía importarle los censos, ni los periódicos escolares, por lo que, poco sabían de ella.

Agobart fue el primer cliente V.I.P. de Luka, era «amigo cercano de su padre», así que confiaba en él. Luka viajo hasta Francia para conocerle y ponerse a sus órdenes, no había nada que moviera más a Luka que el dinero. Agobart, interesado en los negocios de Luka, decidió echar un vistazo al sofisticado «book» de chicas que podrían estar disponibles si él quisiera.

En una Tableta de procedencia china, traía consigo las fotos, que, como catálogo de productos en venta, marcaba el precio conveniente por tal belleza; entre todas las fotos y por omisión de alguno de sus compinches, apareció la imagen un tanto borrosa, de una joven de apariencia hermosa, que le hizo volar la imaginación al grado de querer poseerle en ese instante, fue tanto el impacto que quedó prendado por su belleza. Apenas podía verse el rostro de la chica en esa imagen, era una foto, tomada desde lejos, con la cámara de un celular de muy mala calidad. Luka le mencionó a Agobart que no le sería posible tenerla, que por el momento solo sabían su nombre y que les era imposible entablar una conversación más profunda con ella.

Pero Agobart y su avaricia eran insistentes, así que le hizo prometer a Luka hacer lo imposible por obtenerla.


Capitulo III “El encuentro de Luka e Indiana”

Próximamente…

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