Son como las doce de la media noche, mi miseria ataca nuevamente de manera desmesurada y sin intención de detenerse, el frio insomnio me cobija con puros recuerdos, y una herida inmutable dentro del corazón me recuerda, que el amor también duele.

Entre esas noches me pregunto ¿Cómo demonios se apagó la luz de tu mirada, esa mirada dulce que alguna vez alumbro mi senderos lúgubres, y ahora son parte de mi odio de mi desdén ¿cómo tus palabras se volvieron frías?

Primero fue la incómoda distancia, el saber que ya algo había comenzado a morir en ti.

No necesitabas palabras para que yo lo comprendiera, sabía que te perdía, aun cuando intentabas estar.

Se acabó y debí aceptarlo así, como cuando muere una vida; sufrir por la pérdida y comenzar el duelo, lo triste es verte y sentir que dueles más porque te sigo amando, vivir contigo y aun así sentir que esa herida se hace más profunda y más dolorosa.

Ocultar mi mirada, sentir ese golpe en mi ser y mi corazón palpitando con furia.

No hay consuelo, no hay calma, no hay paz…

Seguiremos caminando los mismos senderos, pero esta vez separados, esta vez lejanos, esta vez incompleta, y tú ignorándome como si nunca hubiera existido un nosotros, como si nunca hubiéramos sido un solo corazón, como si nunca me hubieras querido, como si nunca me hubieras hecho sentir la persona más dichosa del mundo…

En fin…

Supongo que algún día llegaré a amarte menos, algún día serás la cicatriz de un amor que se llevó parte de mi felicidad y mi agonía, algún día -amor mío- dejará de doler cuando pase a tu lado, algún día volveré a mirar tus ojos y ya no sentiré que se me destroza el alma cuando te veo.

Algún día volveré a ser feliz…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS