De nuevo este condenado sueño. –suspiro profundamente– He perdido la cuenta de las veces que lo he tenido. Pero el solo recordar me hace estremecer con disgusto.
¿Te acuerdas, amigo mío, de aquella velada subconsciente? Dulce tormento que despierta a cualquiera. Cuando piensas en algo agradable, el espejo te muestra la grotesca pesadilla; una boca carente de dientes.
He olvidado la primera vez que sentí algo como esto. Pero la última es tan vívida, como el momento de ayer, antes de acostarme. Tan adormecido, deseoso de descanso. Oh, amigo mío, fue mi perdición tal sueño desalentador.
Dientes blancos, bien cuidados. Me enorgullezco de mi sonrisa perfecta, alabada por todos. Lo saben las miradas vacías –miradas que solo existen en el sueño fatal–, además de yo mismo. Mi expresión desencajada de ese entonces no es nada, comparada con la visión de mis dientes; la sensación cuando caen; el dolor imaginario que nace del tacto ficticio. Uno menos, y otro después. Dentro de mi boca hay un baile de dientes, que viven su propio cuento fugaz.
¿Quién es el afortunado que no ha pasado por esto? Que me lo diga, pues le felicito.
¿Y bien, amigo mío? ¿Cuándo te has vuelto tan risueño? Tus dientes están intactos. ¿Tu razón es sincera? También has temido la llegada del adiós de estos pequeños traviesos; carniceros involuntarios cuya hora no ha llegado.
Ni llegará. El sueño sin dientes ha terminado.
~Fin~
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