1

Durante una noche de invierno en la penumbra de la mente,
una caída al abismo inminente era, había.
Una cara desconocida detuvo el peligro.
Con sólo extender sus brazos.
La oscuridad no permite apreciar sus rasgos,
pero un haz de luz da con una pequeña decoración que pende de su oreja.
Deja en tierra a quien atrapa.
Y se marcha,
no sin antes tomar sus cuerdas
y armar sonidos.

Otoños después
sin estar entre sueños,
una voz dotada de talento
entonaba una animada canción.
Un objeto pendiente.
Una realidad inexacta.
Sonrisa centellante,
ojos llenos de profundidad.
La figura toma un delgado rollo de papel.
Fuego.
Exhala.
La figura tiene un nombre,
el cual es pronunciado.
Hay un sobresalto
y es hora de partir.

Reminiscencia es lo que queda.
Una brillante sonrisa
y la sonora voz que posee.

Júbilo inunda al ser.
Tal vez la figura no vuelva a ser visible.
La figura se encontrará oculta hasta que los caminos se unifiquen
y el destino,
tan caprichoso como siempre,
decida que es momento de reencontrarse.

Ahora con la mente libre de sueño
yacen repetidos recuerdos del sonido de su voz
y de cada una de las cuerdas que tocaba con tanta pasión.
Y en una vívida imagen se encuentra una sonrisa deslumbrante.

El tiempo camina
y la figura no aparece en sueños.
No importa que tan fuerte sea su recuerdo,
nunca se deja ver durante la luna.
Y durante la estrella,
imágenes efímeras aparecen.
Situaciones desconocidas
y escenas intensas que sólo se sienten
y que no se ven.

Las notas comienzan a fluir en el blanco y negro.
Cada sonido lleno de emoción y avidez.
Uno tras otro.
Hábilmente deslizándose en cada una
hasta obtener una obra completa
e incompleta.

Sonriendo en cada recuerdo.
Una y otra vez.
Un nuevo pasatiempo que hace vibrar el pecho.

Sin pensarlo tanto,
tratando de encontrar cualquier razón
para reunirse o al menos observar a la figura.
Ir donde la figura.
Pero qué hacer si se da el suceso.
Es una figura nómada.
Y aparentemente la figura no reconoce.

La figura existe normalmente.
Desconoce la situación.
Así que,
Sólo yacerá como uno de los más enigmáticos recuerdos y sueños
que existen en el anaquel.

2

La calle es larga, estrecha pero iluminada por el sol. En la calle andando a paso lento, reflexivo: meditabundo. Cada paso es un avance. ¿Cuál es el destino? La pregunta más importante ¿cuál es el comienzo? Voltear y ver un doble camino trazado por un espeso carmesí. Mirar las ramas. Con heridas abiertas de las cuales brotan hilos gruesos llenos de historia, sueños y dolor. Que con cada paso se alargan hasta crear caminos que parecen interminables y harán difícil el regreso, pero también la llegada. La calle termina. No hay hacia donde avanzar. Las heridas cierran y el camino trazado anteriormente desaparece. Todo se torna oscuro. No se siente ni se ve sensación u objeto. Es el fin eterno.

3

Un día triste cuando las flores crecen, el Sol sale, la gente ríe. De repente, cuando se entra a una habitación sola, todo se siente tranquilo. Un lugar seguro donde dejar el río seguir su camino. Lo que no nos permite movernos. Lo que no nos permite ser ni estar. Se convierte un río imparable y fuerte.

4

Dormir como siempre, soñar o tener pesadillas. Despertar y encontrar pequeños tintes de color en la almohada. En cada persona es diferente el color. No importa lo claro u oscuro que sea el color, no da indicio alguno ni algo que seguir. Sólo están. A veces volviéndose chispas y a veces despareciendo totalmente.

5

Acompañándome cada noche, cada sueño, cada pesadilla. Siendo a su vez partícipe en ellos. Compartiendo secretos, cada detalle y guardándolos sin juzgar. Aconsejando cuando es necesario. Sin dejarse ver ni tocar, sólo su presencia y dejando pequeñas muestras de su ser. Reconfortando en las penas existentes. Apoyo eterno e incondicional. Hasta que se extinga para siempre y no haya rastro de iluminación alguna. Hasta que se despida y permita que el río siga su curso. Un camino en solitario. Sin guía, sin apoyo.

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