Y es que ahora, hay días que me encaminan al abandono, a dejar estas calles de pisada común y naufragar, si, ser náufrago de los sueños, del mundo, con la proa vencida y el café frío. 

Si pienso recorrerlo, no estoy seguro de a donde iré, <vaya, que náufrago conoce su destino final, me rehuso a considerarme ingenuo> y ahí, comienza el miedo, no el miedo de partir, sino de donde terminar.  Siempre caes en un claustro de dudas y melancólicos recuerdos, de donde somos presos tantos, todos, muchos. 

Y vuelvo a despertar, a media cama con la luz entre los ojos, tiritando el anuncio de otra noche interrumpida. Hoy sigo despierto, a mi lado tu recuerdo, y en el cajón… Tus besos 

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