Canción desesperada para aquellos que no creen en poemas de amor

Canción desesperada para aquellos que no creen en poemas de amor

Eduardo Cárdenas

19/01/2021

Autor: Eduardo Cárdenas.

Portada: Artista Ricardo Alfieri


I

Cultivo con adoración

lo que en otros corazones se llaman defectos.

Nunca he escrito poesía

sin mojar la pluma en veneno.

Me asusta ser el mismo por la mañana,

no poder despojarme de las voces ajenas,

no encontrar mi propia lexía

y sucumbir en el intento.

No quiero esperar

que me devuelvas mi abrazo

ni arrancar del mundo

toda su miseria y desencanto.

Yo solo quiero un nuevo sol,

un horizonte con todas sus consecuencias

en donde pueda perderme de nuevo,

intentando encontrarte.


II

Me conocerás bien,

cuando me veas taciturno, ausente,

cuando en mis ojos se refleje el desasosiego,

o la angustia de no saber qué hacer conmigo mismo.

Me conocerás bien,

cuando el cansancio se apropie de mí,

me despoje y me lance en el abismo de la desesperación

el olvido, el desapego y el desamor.

Me conocerás bien,

cuando notes que camino arrastrando las alas

que ya no me sirven

ni para naufragar en la espuma de mar.

Me conocerás bien,

cuando encuentres todo esto

en lo más profundo de mis ojos, lo negro, lo blanco,

y me veas, al fin, a todo color.


III

Solo tengo que cerrar los ojos para que revienten

todas las pesadillas, incertidumbres,

viejos miedos que creía abandonados,

ocultos, dilapidados en un pasado

que sigue empeñándose en perseguirme

hasta el final de los tiempos.

Al final del lóbrego pasadizo

tu presencia emerge como una quimera,

para hacer de mis anhelos

un instante miserable, vacío en el tiempo

herido a muerte.

Continúo aun evadiendo los espejos,

las preguntas, el sopor,

la oración en las noches, el beso en los ojos,

los ceniceros rotos, el Pinot Noir,

los poemas de Gioconda y Jorge Arturo,

los cuadros de Goya y Salvador Dalí,

las novelas de Kafka, Allan Poe y Saramago,

los días martes, las esquinas de Buenos Aires,

huyo de mí,

y de todo aquello que te invoque.


IV

Cuántas veces naufragué en sueños de amor,

sabiendo que me sobraba la mitad de la cama

y que me seguirá sobrando aun mañana.

Cuántas veces deseé arrojarme al abismo;

aunque ya nadie muere de amor

en tiempos de Donald Trump.

Cuántas veces preparé el almendrado

para alivianar el peso de una vida de amor sin amor

y solo me dejó la mitad del cuerpo en luto y el corazón agrietado.

Cuántas veces se me pasó la vida

mientras esperaba por ti,

sin que se me notara la palidez en los labios.

Ya no me acuerdo si fui yo quien te abandonó

o fuiste tú o fuimos los dos,

lo único que sé es que sigues siendo

esa trampa de felicidad efímera que aborrezco

y que anhelo

Y de la cual resulta imposible escapar.

Siempre contigo el amor ha sido más intenso

porque tiene algo de naufragio.


V

Un día sin razón alguna

prometí protegerte con una piedad compulsiva,

como si cuidar de tu destino

me permitiera expiar viejas derrotas.

Un día desperté desierto de tu amor,

queriendo una palabra de tus labios,

buscándote a tientas en la orilla de mi cama.

Un día sin razón alguna,

o con toda la razón,

renuncié a ti

y a todo otro amor.


VI

Hoy es martes

Y, en la bolsa del saco, la tristeza,

en el aire tu imagen inasible,

traigo tu sed de mar entre las venas.

Viví en una ciudad difusa

donde visitaba un café perdido

y se pagaba con campanas rotas

de naufragios abandonados.

Ahora el mar se traga la noche,

solo la espuma la separa del cielo.

Mi soledad es azul,

es un cielo pardo sin estrellas.

Pintar el mar es cansadísimo.

Lo que me queda de ti

se desliza gota a gota entre mis dedos,

me pregunto ¿dónde quedó la esperanza?

Quedó contigo,

borracha y nauseabunda

en el bar, cantando una barcarola cualquiera.


VII

A veces eres el eterno instante perfecto

de felicidad que disipa todas mis soledades.

A veces eres cielo fosco, horizonte sin sol,

poesía de Gioconda que no terminé de leer,

un día triste en la vida de Chavela Vargas

huyendo de la soledad,

¡pobre refugiada sin patria!


VIII

Nunca me quedé con nada,

todo lo que tuve siempre

fue para quien más necesitaba.

Ni siquiera los versos que escribo,

porque siempre escribí para ti.

Ni tampoco mi propia vida efímera

porque esta aún te pertenece.


IX

¿Has estado en la periferia de ti mismo?

se siente como deseo llevado a grito

un instante que se mueve como ola

que te deja la piel álgida.

¿Has estado del otro lado del espejo?

se puede ver toda la tormenta

y los seres alados que revolotean a tu alrededor

sin que tú los notes.

¿Has dado besos de amor en los ojos?

terminar con las mejillas perladas

bajo un cielo pardo sin estrellas esperando

con los ojos cerrados a que te lo devuelvan.

¿Has lamido las cicatrices de los besos que te han dado?

frondosas caricias que como algas antropomorfas

dibujan un nombre

constantemente bajo piel.

¿Qué haces en estas horas muertas?

¿Ya no quedan maravillas que descubrir

ni amores relumbrantes que

guíen tu norte hacia un horizonte sin sol?

X

Aunque no parezca hacerlo

siempre escribí para ti

este poema inefable es tuyo.

No puedo hacer nada para evitarlo

siento que el día muere

como una epifanía

escribo por si alguna vez

mi mente se llena de arreboles.

¿Será que todas las personas tienen

una vida tan intensa y compleja como la mía?

Miro directo a los ojos todo el tiempo

tengo la extraña manía de

medir los latidos

como cuando tú

con esa piedad compulsiva

me das el beso

que llevo regateando desde siempre

XI

Trato fallidamente no pensar en ti

para que no duela el alma.

eres esa neblina traslúcida,

disipada que rodeó una vez mi vida

y que me he empeñado repetidamente en olvidar.

Siempre escucho el eco de tu voz

decirme ¨te amo¨ y siento

el sabor a taninos que dejabas en mis labios

y la sincronía de nuestros sudores

cuando te importaba quererme…

Te fuiste de mí,

¿Qué le vamos a hacer?

el sol se ha puesto

y ahora todos sentimos frío.

XII

El recuerdo es muy vago,

casi borroso y fantasmagórico,

de aquella tarde en San Carlos

escogiendo terreno donde hacer nuestro nido,

te veías tan feliz,

yo era tan feliz…

nunca vimos la tormenta

avecinándose amenazante y destructiva,

llevándose todo a su paso,

incluso los pequeños hermosos

detalles de este recuerdo

que casi había olvidado.

Es momento mi amor

de que te diga la verdad:

ninguno de los dos

sobrevivirá a la tormenta.

XIII

De repente tú,

caes en mi vida como lluvia de cometas

para cambiar mi pobre destino,

y me miras siempre con esa ternura

que llevas en tus ojos de universo azul,

y me sorprendes como tanta devoción…

¿Qué he hecho para merecer tu amor?


XIV

Quiero caminar siempre en la playa

para que el mar se lleve mis huellas

y al volver atrás

no haya rastro de mí.

Quiero aprender a amar

sin darlo todo,

hacer poesía sin tantos pretextos.

Quiero que de un suspiro

te acuerdes de mí

y me eches al viento una vez más.

Pero sé que todo esto es imposible,

porque siempre habrá huellas de mí en la arena,

y lo daré todo al amar,

y tú no te acordarás de mí

y yo no me iré en un suspiro.

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