Era muy de mañana y miré por la ventana, ya el sol había asomado por el horizonte, sus primeros rayos entraban a mi dormitorio. Como estaba de vacaciones y no tenía la urgencia de levantarme era temprano como para levantarme, acostumbrado esos días a salir de la cama a las diez de la mañana mi decisión sería sencilla, seguir durmiendo. Dicho objetivo no sería fácil de concretar por la forma en la que los sucesos se irían a desarrollar.
Al cerrar los ojos comienzo a oír es zumbido de una mosca rompiendo el silencio. Repetidas veces el insecto pasa rasante mis oídos haciéndome casi imposible el poder seguir durmiendo. Cuando por fin deja de sonar el incesante y molesto aleteo comienzo a sentir sobre mi piel el cosquilleante andar de las pequeñas patitas. Nuevamente emprendería el vuelo y volvería a aterrizar sobre mí repetidas veces hasta colmar mi paciencia. Me decido a hacer lo posible por la pronta expulsión de tan exasperante ser, y sin demora logro sacar a la mosca por la ventana devolviendo la paz a mi habitación.
Finalmente regreso a acostarme a la comodidad de la cama sin tener en cuenta que en poco tiempo llegaría la hora de levantarme. No consigo dormirme antes de darme cuenta de que ya se me hizo la hora de arrancar con mi día.
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