Cuando más no puedo amarte.

La lluvia ha caído hoy y no ha dejado de golpear los cristales de mi ventana, el frío se cuela por las ranuras que hay en ella, y nada me duele, nada se me clava más, que el terrible e irremediable sentir de tu ausencia. 

Estiro la mano y creo tocarte, miro al cielo y sueño encontrarte, me quedo todas las noches rasgando el techo intentando arañarte a ti. Quiero que te duela como a mí el no estar contigo, imploro para que sientas un poco de todo lo que yo siento ahora, el frío, las cuchillas que caen del cielo, el vacío que dejaste, el nudo en la garganta que me impidió gritarte que te quedaras… 

Quisiera saber si sientes lo mismo, si sientes lo que sea, apenas y puedo admitir que quiero saber si estás «bien». Cuánta mentira podrías decirme en esa palabra, cuánta verdad yo me obligaría a creer; al final, eso es lo que mantuvo las riendas de este juego absurdo, el que tú jugaras a que me mentías y yo, a que te creía.