>Memorias de Géminis<
Prólogo – Solo oscuridad.
[5ª línea temporal]
A menudo, ciertas preguntas pasan por mi cabeza. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué siento este vacío absoluto en mi corazón? ¿Dónde me equivoqué? Decir que no hay otra cosa en mi mente no sería una exageración.
He perdido la cuenta del tiempo que llevo flotando en este océano de oscuridad. Si bien lo normal hubiera sido morir, a mí me pasó justo lo contrario. Nací, solo para contemplar un universo que ya ha desaparecido por completo.
No sé cómo comenzó, ni si ya ha terminado. Lo único que puedo comprender es que no hay nada. Ningún sonido puede ser escuchado aquí, ni siquiera mi respiración. ¿Es esto el espacio? O, mejor dicho. ¿Es el espacio algo parecido a lo que me rodea?
Cuando pienso en mi situación, me siento realmente confundido. ¿Cuándo he aprendido? No he visto a nadie; ni vivo, ni muerto. Nadie me ha enseñado lo que sé. Entonces, ¿por qué lo sé?
De vez en cuando cierro los ojos. Veo la misma oscuridad que cuando los tengo abiertos. No me sorprende, pues no existe la luz donde me hallo ahora.
Bien pensado, jamás se me ha ocurrido moverme del mismo punto. ¿Habré cambiado de ubicación? ¿Hay algo semejante a ello en este páramo negro?
En ocasiones imagino qué sentirían otros como yo, en una situación así. Tal vez no soy el único, ¿o sí? Sonrío al pensar en las posibilidades.
Fueron años, si llegaron a correr las horas. Suelo visualizar en mi interior un reloj funcionando, contando los minutos que pasan. No es aburrido, si lo miro desde un punto de vista en el que lo único que tengo para entretenerme es mi propia imaginación.
Jamás he pensado en ello como en un pago. Fui salvado, y no lo descubriré hasta pasados los siguientes acontecimientos.
Una luz azulada tiene por centro una gigantesca esfera que irradia una energía cegadora. Tras explotar, doce símbolos aparecen, flotando alrededor.
Mi curiosidad puede más que mi cautela. Miro fijamente hacia la abrumadora visión, sintiendo dolor en los ojos. No estoy acostumbrado a los cambios, mucho menos si son tan radicales.
Pruebo a mover mis extremidades por primera vez. No me sorprendo al no conseguirlo.
Llevo la vista hasta los doce símbolos. No entiendo cómo lo sé, pero así es. El zodiaco se muestra resplandeciente ante mí.
“M… …a”
¿Qué ha sido eso? Acabo de escuchar el primer sonido ajeno a mi pensamiento. Un susurro que no he llegado a comprender, pues ha sido tan suave como lejano. Centro mi oído, esperando captar mejor las primeras palabras que no proceden de mí.
“N… p…do ab…o.”
Son palabras entrecortadas. No terminan de llegar a mí, haciéndome parar la oreja. Noto la esfera palpitar, justo antes de que la voz logre alcanzarme.
“¡Mierda! ¡Te digo que no puedo abrirlo! ¿Podrías ayudarme con tu dichoso anillo?”
Es una voz masculina. Es serio, pero suena irritado y molesto. ¿Por qué está involucrado si no quiere hacer aquello? Estoy atento, pues otra voz es escuchada.
“Lo siento, Zeit. Mi anillo solo afecta a las personas que veo.”
“¿Ah…? Menuda chatarra…”
“¿Qué dices? Eres el único que puede interactuar con el tiempo.”
“Tch… Lo sé. Pero sigo sin saber por qué tenemos que arreglar los estropicios de ese imbécil.”
No comprendo el significado de la conversación. Un nombre ha sido mencionado, pero no me suena de nada. ¿Por qué vienen hasta aquí estas personas? ¿Qué quieren de alguien como yo?
Los dos son varones; parecen jóvenes. Cabe decir, que son totalmente opuestos. Uno tan vulgar y el otro, sereno y calmado.
“Míralo, tan tranquilo. ¡Oye, tú! ¿Piensas estar mucho rato ahí observándonos como un maldito perturbado?”
¿Me habla a mí? Cada vez es más clara la voz, y su irritación también. Me siento realmente incómodo.
He pensado durante mucho tiempo sobre cómo sería escuchar a otros. Ahora sé que es algo desagradable.
“He terminado de conectar los tiempos de ambos Géminis. ¿Ya puedes usar el anillo?”
“Gracias, Zeit. Sí. Con esto podré traerlo con nosotros.”
¿Cómo? ¿Qué acaba de decir esta persona? Comprendo qué es lo que buscan, y no me gusta en absoluto. Para cualquiera, esta oscuridad sería desesperante; para mí, es el paraíso. Todo esto dejará de ser si ellos me sacan de esta placentera situación.
“Sil, ¿puedes oírnos?”
Esta vez, lo que oigo es la dulce voz de una chica. Me habla de forma afectuosa, pero noto preocupación en sus palabras. Siento cierto malestar.
“Soy yo, Viara. Por favor, vuelve conmigo.”
¿Qué dice esta chica? ¿Cómo voy a volver con ella, si siempre he estado en este oscuro lugar? Es posible que más allá de mis recuerdos se esconda algo al respecto. Pero tampoco me interesa descubrirlo. Mi subconsciente grita con fuerza que aquellas personas no me convienen.
No obstante, ella me ha llamado. ¿Cuándo ha sido la última vez que he intentado recordar mi nombre? No me acuerdo, pues fue hace décadas, probablemente.
Antes de darme cuenta, los doce símbolos desaparecen. Segundos después, la esfera resplandeciente explota.
Continuará…
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