¿Quién nos da el derecho a dar nuestra opinión sobre el cuerpo de los demás?. Sucede que vamos por la vida observando y juzgando, ya sea mental o verbalmente pues los más osados se atreven a dar su «punto de vista» con respecto a tu apariencia. Es inevitable ver a otros al caminar, sentados en un café, en la iglesia, en el supermercado o en cualquier otro lado; simplemente somos atraídos por estos cuerpos que comparten nuestro espacio, y es que finalmente mirar está bien; es natural «escanear» al transeúnte desprevenido que va a nuestro lado, lo que definitivamente no está bien es creer que tenemos el derecho de emitir juicios contra ese cuerpo que pertenece a otro ser humano y que tal vez no sea aceptado ni siquiera por su dueño.

¿Quién puede decir que está 100% a gusto con su cuerpo? si preguntáramos a un niño, sin duda alguna su concepto positivo y su afirmación de no querer cambiar nada de su apariencia nos haría sentir complacidos nada más por el hecho de saber que dicha opinión va a cambiar con el paso del tiempo, los estándares de belleza impuestos por la sociedad han mancillado nuestro amor propio, no aceptamos las diferencias que nos hacen particulares, tenemos tanta necesidad de aceptación que si fuera posible nos meteríamos en un molde y saldríamos de allí tipo fábrica de producción en masa.

Aplicar la empatía ante otros puede ser un aliciente para todos, pues debemos considerar que cada persona vive una especie de batalla con su cuerpo, con su salud y su apariencia, cada esfuerzo puede verse disminuido ante un comentario o una mirada imprudente, y es que no siempre el que tiene sobre peso come de más o no se da cuenta de su estado de salud, no siempre el delgado pesa poco porque quiere; lo que sí es cierto siempre es que nuestra opinión no es necesaria y menos aún cuando busca disminuir a quien es objeto de una observación con respecto a su aspecto físico.

Opinar sobre el cuerpo de alguien más debería hacerse sólo en caso de que la propia persona abra esa puerta y si decides entrar en su mundo tan privado, que sea solo para ayudar hacer ver que son más las virtudes que los defectos, porque cuando se trata de nosotros mismos y al momento de juzgarnos somos implacables y la lista de los propios defectos  parece interminable.

Cada cual debiera ser el único con derecho a opinar sobre su cuerpo y su apariencia en general y en lugar de atacarnos como si fuéramos nuestros peores enemigos esta opinión debiera ser amable, considerada y amorosa. Una dosis de cariño para con nosotros mismos tendría que ser «obligatoria» y con frecuencia regular para que de algún modo se cuente con suficiente blindaje para así poder enfrentar día a día esas miradas y el cotilleo que amenazan nuestra integridad.

Así que tu opinión es importante, es importante para ti y para los demás; siempre va a impactar a quien la reciba, de ti depende que lo que dices deje una huella que pueda pisar los demás para encontrar el camino seguro o puede dejar una cicatriz en recuerdo del daño recibido. Creo que en este momento de la historia debemos esforzarnos por dejar huella en el otro; reconfortar a quien nos busca pidiendo ayuda y tal vez el karma nos regrese algún día eso que dimos y nos permita encontrar aceptación de la única persona que realmente tiene derecho a juzgarte… Tú.

AS

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