El artista y la pregunta (diálogo)

El artista y la pregunta (diálogo)

Martin Nicolas

10/01/2021


Personajes: Helena y Teodoro.

Lugar de la acción: Biblioteca, hogar en Palermo con vista al Rosedal.

Teodoro: Querida, ha leído este ensayo de Dujols sobre arte y pensamiento. ¿Cuál es su opinión?

Helena: ¡Oh! casi no tengo prejuicios al leer textos franceses eruditos de aquel siglo XIX, por eso mi opinión sobre ellos suele ser unilateral, bastante fanática. Pero demasiadas preguntas Teodoro, demasiadas preguntas y pocas son las respuestas.

Teodoro: ¡Oh Helena! La pregunta siempre estimula a la respuesta. No existirían respuestas sin el impulso mismo con que carga la pregunta; no existirían las artes, tampoco las letras, ni la historia, la ciencia, la religión o la filosofía; en fin ¡Nada sería posible sin la pregunta!

Helena: No sea tan ortodoxo Teodoro. Estamos en una época donde abundan las preguntas y carecemos de respuestas. Todos son expertos a la hora de preguntar, pero cuando se exigen respuestas…

Teodoro: ¡Por amor de Dios Helena! ¿Las preguntas abundan, dice usted? ¡Pues claro que abundan! Abundan de mera forma superficial, sin profundidad, sin una curiosidad firme que respalde a la pregunta, sin amor por esa característica tan inherente al humano, casi una vocación como la de preguntar. ¿Cree usted que los griegos se interesaban mas en qué responder, en lugar de qué preguntar? ¡No, mi querida! Eran amantes de la pregunta. Sabían muy bien que la respuesta siempre está propensa a ilusionar con certezas. El temor de aquellos era quedarse dormidos entre los velos de la respuesta, permaneciendo inmóviles y fríos sin preguntar, sin cuestionar. La pregunta Helena, es ella quien nos responde que estamos vivos. Nos despierta, nos inquieta, nos moviliza, nos apasiona. Es la primer reacción ante uno de los actos más sublimes que pueda haber: El asombro.

Helena: Dice usted que sin la pregunta no sería nada de las artes, de la ciencia, religión, filosofía… ¿pero acaso, no son ellas las encargadas de darnos distintas respuestas al enigma del mundo?

Teodoro: Para nada. El origen de cada una nace de la pregunta. Y aquel artista, científico, teólogo o filósofo que ensalce a la respuesta por encima de la pregunta deja de ser un buscador para perderse en la trivialidad de las cosas. La pregunta reclama la contemplación, porque la contemplación ensancha la visión, en efecto, la creación como respuesta, la limita. Helena, usted en los textos busca respuestas y lo que tiene que hacerse ¡son más preguntas!
Heráclito y los presocráticos valoraban la aventura de vivir porque se preguntaban ¿Cuál es el origen de todas las cosas? las respuestas, pasaban a un segundo plano. Parménides reclamó muy acertadamente que el máximo saber capaz de alcanzar el humano consistía en hacer preguntas, no en contestarlas. Descartes antes de llegar a dudar, se cuestionaba sobre la verdad del conocimiento. A la ciencia la subestimamos, la despreciamos por cargarla con expectativas, nacidas de falsas concepciones evolutivas. Depositamos más de lo debido en sus avances, soñamos con prolongar nuestros años a través de la teconlogía como si todo esto conformara una respuesta final, que por fin, nos inyecte felicidad y así, le extinguimos cada vez más la capacidad de preguntar.
Las religiones primitivas, fueron las primeras en descubrir la belleza que se escondía tras la pregunta. Pero a lo largo del tiempo se aferraron de tal manera a las respuestas que enfermaron, persiguieron a todo aquel que cuestionaba lo incuestionable.
Cuando Edipo se enfrentó a la esfinge no tembló ante la interrogación, no se obsesionó con una respuesta, porque la respuesta estaba atesorada en otra pregunta: ¿Quién soy yo?
En el arte lo mismo, toda verdadera obra artística ¿qué más puede ser, que un verdadero monumento a la pregunta?

Helena: Es interesante su teoría Teodoro, pero dígame, ¿Cómo es eso de que una verdadera obra es un monumento a la pregunta?

Teodoro: Pues, no veo demencias en tal expresión. Ya Shaw señalaba con lucidez que es ridículo pedirle a un artista la explicación de su obra, cuando es este, quien por medio de esa obra, seguramente esté buscando una explicación. Todo arte es una réplica del enigma que impele al mundo. Platón, justamente, criticaba al arte por ser una copia de la realidad. Hoy vemos eso con frecuencia, casi todo arte es copia de la realidad y no da lugar ni a la imaginación ni a esa mágica concepción de la presencia de las cosas.
¿Acaso la estética no reivindica a la pregunta entre lo real e irreal y, a su vez, la ética no es más que una respuesta interna sujeta a los cambios? El poeta, mi querida, no afirma, se pregunta. No se asombra por las cosas, se maravilla por el hecho de que existan las cosas. No tiene un trato trivial con estas, mas bien, penetra en su profundidad, alcanza al ser de las mismas y eso lo logra a través de la pregunta, no de la respuesta. ¿No es eso pensar?

Helena: Entiendo Teodoro, que el artista, según usted se guía a través de la pregunta ¿Pero no es arriesgado reducir el pensar a la interrogación?

Teodoro: ¿Pero las respuestas de hoy, no terminan siendo preguntas del mañana? Sea menor o mayor el tiempo en que perdure la respuesta es solo una agónica resistencia. Casi siempre termina optando por transformarse en una pregunta. El sistema Ptolemaico respondía con el geocentrismo a las inquietudes humanas, duró siglos y siglos esa respuesta, hasta que en Copérnico se metamorfoseó a interrogación. Pero tampoco tiene asegurado el heliocentrismo una solidez eterna, por más delirante que nos pueda parecer imaginarnos esta cuestión.
La pregunta luce con una belleza inasequible, desgarra, tensiona, remueve y libera. Preguntarse a uno mismo si realmente es libre, es un reflejo evidente de libertad. Quien se acomoda en la ignorancia, como dije anteriormente, trata con las cosas superficialmente, se desespera por el progreso, quiere respuestas de inmediato, desprecia a la pregunta, porque eso significa perder el tiempo para esa persona, tiene la suerte de sísifo. En cambio, quien se sirve de la pregunta, vislumbra algo más allá de la apariencia, de la opinión. Percibe no solo a las cosas, sino a su presencia, que es la esencia de todas estas. Sin embargo, no la puede tematizar ni cosificar porque dejaría de ser. Entonces ante este asombro, se pregunta por medio de la poesía, de una pintura, o de una pieza musical, como elevar esa presencia al plano de la expresión. Por eso la verdadera obra artística es aquella que se manifiesta mediante la pregunta y que inspira a los demás a hacerse preguntas. La noto escéptica ante esto.

Helena: ¡Usted inspira contradicción Teodoro! Habla usted del verdadero arte como pregunta, la venera y luego ¿Habla de la ética como una respuesta interna?

Teodoro: Pero sujeta a cambios, a la transformación. Ya son suficientes por hoy las preguntas para nosotros querida. Es tarde y es hora de descansar, dejemos paso a la noche, que en ella descansan los ecos con preguntas de la luna, las estrellas y de algunos humanos que indagan en sus sueños.

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