Cotidianidad Riano-Caribeña y folclor vallenato
El caso de Macondo 2.
Capítulo 2
En el intento de abordar el concepto cotidianidad es necesario partir de cuatro (4) dimensiones[1]
básicas y holísticamente relacionadas que constituyen al ser humano que, de acuerdo al diagrama 1, permiten explicar cómo los pensamientos, sentimientos, imaginaciones, actos y representaciones sociales de personas y colectivos humanos, expresan la vida cotidiana de estas en momentos específicos del desarrollo social. Para lograr ejemplarizar los alcances del concepto se hace necesario, de nuestra parte, matizarlo con expresiones del folclor vallenato, en tanto este expresa con nitidez la esencia y características del ser Riano Caribeño. De esa manera se explicita, de manera sencilla, el concepto cotidianidad buscando que este pueda ser claramente entendido y comprendido no sólo por los nuevos aprendientes humanos, sino también por generaciones pasadas (tíos, tías, abuelos y abuelas, y hasta por la anterior generación de estos), que perviven en el contexto San Jorjano Cordobés. He aquí, pues, el móvil de las siguientes reflexiones.
Iniciaremos el abordaje del concepto cotidianidad preguntando de manera similar a Uscatescu (1995) ¿qué es eso a lo que llamamos cotidianidad? Cotidiano es lo que pasa todos los días o cada uno de los días” (p. 1). Con esta respuesta se podría afirmar que generalmente el concepto se asimila con el acontecer personal, familiar o social, es decir, los movimientos repetitivos, frecuentes, similares, que activan personas o colectivos sociales en los distintos espacios y tiempos donde se desenvuelven.
Sin embargo, la intrincada vinculación del concepto con lo ocurrido día a día, frecuente,
habitual, acostumbrado, usual, o más aun con representaciones sociales y cultura, obliga
no desconocer que cada uno de ellos es indicador holísticamente vinculante a cotidianidad.
La similitud entre esos conceptos permite hablar de cotidianidad referido a actos
específicos realizados y asumidos en términos de lo más prevalente, lo notorio, lo que se repite y es tangible en personas o colectivos sin que ello signifique que estos sean comprendidos objetivamente por los mismos actores sociales. Al respecto Barragán (2012) sostiene que:
Es usual, a lo largo de nuestras vidas, el llevar a cabo la mayor parte de nuestras actividades cotidianas sin que se nos ocurra, siquiera, cuestionar los fundamentos que se encargan de dar coherencia a nuestra forma de concebir la realidad (parr.1)
Por ello Albizu (2006), citada por Herceg (2014), argumenta que: “Lo que ocurre con nuestra cotidianidad es que precisamente por estar muy presente y ser muy evidentes se nos vuelve también imperceptible e ininteligible. Lo cotidiano implica a menudo que los árboles no nos dejan ver el bosque” (párr. 5). En atención a esas consideraciones, se encuentra que la multiplicidad contextual en la que se desarrollan acciones humanas, pareciera obstaculizar la comprensión rigurosa que el concepto se merece. En ese sentido el concepto trasciende lo dado diariamente en términos individuales; es construcción histórica y colectiva que se irradia y asimila, por diferentes medios y modos a otros contextos y grupos poblacionales.
Alrededor de ello Barragán (2012), considera que:
la cotidianidad no es una categoría caprichosa de las ciencias sociales, adosada deliberadamente a los individuos de cierto grupo social, sino un rasgo fundamental, un modo de ser del ser humano, a partir del que debe iniciarse cualquier pre-tensión de comprensión de las ciencias sociales (párr. 6)
Posterior a estas miradas corresponde, ahora, tomar el ejemplo diciente de lo
acostumbrado como cotidianidad a partir del “Campesino parrandero” (1976), del gran Hernando Marín, cantado por el “Ruiseñor del Cesar”-Jorge Oñate; este lo expresa asi:
Yo soy el campesino parrandero que voy el domingo al pueblo a buscá una diversión, para sacarme un poco este sudor que nos atormenta a los montañeros (…). Y el lunes voy a la cabaña muy temprano, porque allá tengo a mi mujer con mis hijitos. Y vuelvo a retomar a mi trabajo cotidiano esperando que vuelva nuevamente otro domingo (…).
No obstante, lo que no alcanza a esbozar la composición es a qué tipo de “campesino parrandero” se refiere; si al campesino agrícola o pecuario, al campesino jornalero, comerciante, o rebuscador campesino, estrechamente relacionados entre sí pero sustancialmente diferentes. Estas diferencias permiten, en consecuencia, abordar los referentes del actuar, pensar, sentir, imaginar, entre otros, de cada sector como elementos constitutivos de diferencias humanas en términos socioculturales. Por ello el tratamiento y abordaje a la situación del agro en el San Jorge Córdobas exige miradas distintas relacionadas con los sectores que ahí interlocutan en tanto la diversidad cultural del ser campesino expresa connotaciones diferenciadas merecedoras de tratamiento especial cada cual. Estas diferencias constituyen el fulcro de la cotidianidad social de actores y comunidades específicas y determinadas.
Lo particular de la cotidianidad, expresada tanto en la esfera de lo público como privado, es que ella muestra la cultura como “herencia social de los miembros de una sociedad” y se especifica en rasgos nítidos en los que la predominancia de algunos de ellos caracteriza la cultura social (Ron J, 1977, p. 26-27).
Por tanto la cotidianidad es construcción sociocultural en la que conversan fundamentalmente las variables tiempo y espacio; por ejemplo desde mediados del siglo XIX hasta el XX (tiempo), lo cotidiano en el antiguo Magdalena Grande (espacio) se relacionaba con el quehacer de las poblaciones del anterior Estado Soberano de Bolivar y estos con el devenir de Córdoba y Sucre. El quehacer cotidiano del Magdalena grande y con ello la Guajira, el Cesar, y Bolivar es correlato convertido, en otro momento, en poema hecho canción, que rememora la historia de otros lares y personajes, viajeros por el mar, anclados e impregnados, para siempre, en el alma del Caribe Colombiano y con ello en el San Jorge Cordobés. Esa narrativa lo hace el gran Santander Durán Escalona (Cesar) que con la singular voz de Otto Serge (Bolivar) y el novísimo acordeón[2] de Rafael Ricardo (Bolivar), en “Fantasía Caribe” (1981), dice:
Recuerdas al viejo de la piel morena fumando recuerdos Mientras en la arena, la luna plateada, las huellas del mar Contaba la historia de antiguos veleros de grandes naufragios y de bucaneros, Tejiendo leyendas bajo aquel palmar.
Ven mi amor vamos al mar, Ven a escuchar su melodía.
Oye el ritmo cimarrón De aquel tambor en la bahía (…) que Viajamos Juntos En Viejos Galeones, de Velas Hinchadas Y Fieros Cañones surcando El Caribe Nuestro Navegar.
El mar, las actividades económicas y el desempeño de actores disimiles confluyen en otros contextos posibilitando nuevos constructos socioculturales en tanto que, según Lindón (2002), “Los espacios de vida son el lugar donde se despliegan las prácticas cotidianas y se constituyen en espacios vividos por el significado que toman dentro de la subjetividad colectiva” (p.6).
Estas subjetividades o imaginarios sociales configuran, posteriormente, en el tiempo, ciertos tipos de prejuicios o valoraciones sociales en correspondencia al rol de los actores sociales; por ejemplo, “Mujer Marchita” (1981) de Daniel Celedon, interpretada por el “Jilguero de América” quien mirando el desenvolvimiento de una mujer en su cotidiana promiscuidad, como ejercicio de vida, le avisa que el tiempo no perdona y expresa que:
Cuando va a comenzar la noche
comienza tu día, maquillada con mil colores para lucir más
Contadme donde esta lo alegre
de tu triste vida, vendiendo puñados de amores pa’ ganar el pan
La sociedad que te corrompe
luego te margina, muchacha autómata del vicio para dónde vas
Cicatrizaron en tu cara todas tus heridas, pero la que lleva tu alma
nunca sanará
Desde niña te marchaste de tu casa convencida de que había de regresar (,,,)
Yo sé que cuando sola estés
llorarás con el alma, tu cuerpo débil de mujer ya no resiste más
Y que tu orgullo y altivez tristemente se acaban a expensas del borracho aquel que te ha ofrecido más.
Decime cómo vas a hacer
cuando asomen tus canas
cuando con tu arrugada piel
no puedas negociar
y en tu ojos no brille
aquel fulgor de tus miradas
mostrándote tu espejo fiel la dura realidad
Independientemente de las subjetividades construidas por el “otro”, el actor social construye las propias en consonancia con el desempeño personal en el contexto; con ello contribuye a irradiar y estructurar la representación colectiva de su cotidianidad. De esta manera se relaciona el contexto de vida de las personas con las expresiones culturales de vida que en el folclor vallenato, en la voz del “Cacique de la Junta, el gran Diomedes Díaz, y el acordeón de “Colacho Mendoza”, lo expresan nítidamente en: “yo soy el Indio” (1979), de Romualdo Brito, que indica el espacio vital en el que se desenvuelven los actores sociales y las frustraciones sentidas; para ello se sugiere tatarear algunas estrofas asi:
Compadre yo soy el indio, que tiene todo y no tiene nada; trabajo para mis hijos, quemo carbón y pesco en la playa; yo soy el indio guajiro de mi ingrata patria colombiana; que tiene todo del indio, mas sin embargo no le dan nada; no hay colegios pa ’el estudio, ni hospital pa’los enfermos, todavía andamos en burros y en cayuquitos de remos. Entonces cual es la vaina, que es lo que pasa con nuestro pueblo, el gobierno no da nada y nos censura por lo que hacemos, lo que nos da es mala fama por sus periódicos embusteros (…)
Alrededor de las características de las dimensiones humanas es importante resaltar que en ciertas circunstancias la carencia o debilidad de alguno de los factores que las constituyen, puede fisurar la identidad y cultura local. He ahí una de las rupturas dentro de las representaciones sociales y valores culturales coincidentes a las encontradas en Buenavista Córdoba en momentos en que Melendres Oscar (2018) en su documento afirmara que: “Buenavista canta y Baila Mapale” y la respuesta a tan aguda afirmación es: ¡pero no lo siente! No lo lleva en el alma aunque lo haga por diversas motivaciones. Le falta lo esencial: ¡El sentir! Y, no lo siente precisamente porque no le pertenece, no ha sido construcción colectiva dada en el contexto histórico del desarrollo y vida social de los pobladores San Jorjanos.
En ese sentido “la vida cotidiana está repleta de significaciones y de sentidos concretos, propios de las personas y sus contextos de vida” (Martínez García; 2008, p. 1). Es decir, la cotidianidad no existe en abstracto, son asuntos del ser (ontológico) en sus dimensiones sociales y humanas. De estas condiciones surgen los respectivos imaginarios y representaciones sociales surgidas de situaciones del “yo” que se relacionan también con las del “otro” en estrecho vínculo con los “demás” permitiendo asi elaborar conjeturas y clasificaciones que indican “experiencia de vida” personal o colectiva en áreas específicas del desarrollo humano. De acuerdo con los argumentos anteriores Uribe F (2014), concibe que
la vida cotidiana, se construye mediante las relaciones sociales compartidas (…) Por ello, representa la esfera de la realidad que conciben los individuos, susceptible a los cambios y modificaciones del contexto social, lo que permite considerarla como un espacio en permanente construcción. (p. 1).
Además de lo anterior, es necesario mencionar ahora, que el concepto abordado
requiere ser visualizado en términos de situaciones en que discurren individualidades
con motivaciones y expectativas de vida, dados en el mismo contexto, pero con visiones del
mundo diferentes. Por ejemplo, en la canción “El rico Cují” (1979) de Enrique Díaz (El
Tigre de María la Baja), se encuentra el relato de estilos de vidas y expectativas diferentes;
en ella se dice:
Conozco un ganadero que tiene mucho gana ‘o, vende novillos gordos y la
plata va es para el banco (…); se come una comida y es de fideo apura ‘o; cuando no encuentra bollo se come el fideo vacío, ese rico hacenda’o cada día vive aburri’o. (…), el otro día sufrió una mala enfe’medá y yo lo vi bebiendo fue verbena machucá. Yo lo paso chequeando pa ’ve si ya murió, porque esa viuda rica voy a conquistarla yo; no importa que a la viuda le tenga que mole ’le el agua, porque es que esa riqueza si esta buena es pa’goza’la. Al mes de esta con ella, que ya la haya conquista ‘o, le digo oye mijita, yo voy a vendé un gana ‘o… (…) po’que es que yo si se pa ’qué se tiene la plata (…)
En razón de la complejidad de las relaciones humanas la cotidianidad no debe ser entendida entonces como hecho dado, acabado, tangible, concreto y medible; lo que existe hoy; por contrario, el carácter dinámico de estas construcciones son históricas y por ello inconclusas. Y, lo más singular de ellas es que para algunos actores los contextos cambian y para otros aparentemente no.
En términos comparativos, Octavio Daza, en la voz de Diomedes Díaz y el acordeón de Nicolás “Colacho” Mendoza, en la bella canción: “La tierra tiene sed” (1980), muestra el carácter inconcluso de la naturaleza, a través de los fenómenos ambientales y cambios atmosféricos, similar a los actos cotidianizados al nivel social y personal de colectivos sociales. Esta dice que:
Amanecía, en el oriente se veía, que los rayos del sol despedían las últimas sombras de la noche; hacía tiempo no llovía, continuaba la sequía y en toda la región ya se morían los montes…(…) Pero en el pueblo seguían esperanzados porque cambiara el tiempo y reventara un aguacero…(…) La tierra tiene sed, yo tengo sed de amor.
Atardecía y de repente cambio el tiempo, invadieron las nubes el cielo, se opacó el horizonte de mi pueblo… (…) Atardecía y lloraban las nubes en el norte, la gente las imitaba llorando de alegría… (…) La tierra calmó su sed y yo sigo con mi sed de amor…
Por todo lo anterior, en momentos de hablar de cotidianidad hay que tener presente que en los actos individuales o colectivos dados en el día a día, se expresan historias de vida y con ella los móviles que las hicieron posible y, aún más, reflejan el desarrollo evolutivo de factores humanizantes alcanzados en el contexto de la estructura socioeconómica en la que perviven los distintos y relacionados sujetos y actores sociales. Por ello no es fortuito que el Caribe Colombiano, pletórico de dramas, vivencias mágicas, tragedias y mensajes espirituales, pariera a Macondo y posibilitara que una de estas situaciones fuese pensada y narrada por Lenin Bueno Suarez (1981) y cantada por la voz tenor de Daniel Celedon y Jorge Celedon, en “Drama Provinciano”, asi:
Oye mama en la puerta hay un señor que dice que es mi papa y que quiere hablar contigo, dímelo ya, dímelo pronto por favor, porque si ese es mi papa, se lo diré a mis amigos. Allá en la escuela mis amiguitos me preguntan si tengo papá, porque dicen que nunca lo han visto, ni a la escuela me ha ido a buscar. Hijo del alma tu papa está allá en el cielo, hace tiempo que se fue dejándonos solos y tristes, él se marchó sin dejarnos un consuelo, pero lo que más me duele fue que no lo conociste (…) ¿Porque motivos tienes que mentirle al niño?; ¿porque razón no le dices que su padre vive errante? (…) solo quiero que él tenga presente que tiene un padre y ese soy.
El amor estrechamente vinculado a infidelidad y entre ellos el hijo separado de uno de los progenitores y el reclamo posterior a ello es una constante sociocultural y por ello estos eventos no pueden verse separados uno de los otros (noviazgo, pareja, hijo, separación, reclamo) Ajustado a los criterios anteriores es entendible la cotidianidad como evento en permanente movimiento, como hecho no acabado; por ello lo cotidiano deja de serlo y da paso a situaciones o actos cotidianizados. En otras palabras “lo cotidiano sería lo cotidianizado mediante un relato que lo cotidianiza, que lo vuelve cotidiano” (Herceg, 2014). Bajo estas circunstancias la cotidianidad deja de ser evento individual constituyéndose más bien en situaciones construibles en espacios y tiempos en que discurre la diversidad social; no son repetibles y por tanto inconclusas como la realidad misma y sobre toda la humana. Y asi, estos actos son normales para los disimiles actores y sujetos sociales, en tanto son suyos, independientes de los otros que también los consideran de la misma manera (normales); por ejemplo, los dichos “nadie sabe de la gotera en la casa ajena” y “cada cabeza es un mundo”, explica la “individualidad” sin relacionarla con la de los otros. Con ello se olvida, inconscientemente, que cada acto humano impacta significativamente al “otro” y a los “demás”, en tanto no existe nada en la naturaleza y mucho menos en la humana, que no guarde estrecha interconexión con otras realidades. Bajo estas consideraciones Montaigne, citado por Wormser (1994) afirma:
He de adaptar mi historia al momento. Podré cambiar dentro de poco no sólo de fortuna sino de intención. Es un registro de diversos y cambiantes hechos y de ideas indecisas cuando no contrarias; ya sea porque soy otro yo mismo, ya porque considere los temas por otras circunstancias y en otros aspectos (p. 9)
Estas características, generalmente olvidadas por el imaginario común, conducen a desconcierto, duda y extrañeza a eventos aparentemente “nuevos”. Por ello Rafael Manjarrez, se extraña y duda, a través de “Beto Zabaleta” y “Beto Villa” de “Aquel Amor” (1981), y expresa que:
Llego el muchacho aquel de nuevo al pueblo, verdad que la novia fue lo primero, la cito y siguió bebiendo (…) y aquella muchachita pueblerina, que de ser novia de el vivía engreída, ansiosa decidida y con orgullo hizo todo lo que pudo pero no se vieron… (…). Volví al poco tiempo, entonces cumplí mis palabras, yo no le escribí ni le hablaba y (…) el romance al fin se acabó.
La misma paisanita puritana, al cabo de unos años ya educada, la encontré mientras paseaba (…). Con aire de ciudad y tan cambiada, dude de su moral, la vi tan rara (…) y claro fue mi novia otra vez, porque la busque y ella ansiosa igual sin pensar jamás que habían barreras que nos ponían lejos. Me da cariño, amor, frenesí, quien pudiera más, sin embargo a mí no me sabe igual, tiene malicia, ya no sabe a pueblo.
Bajo esta percepción se reconoce que al interior de cada evento individual o social se ponen en marcha constructos endoculturales en estrecha conexión con las de otros grupos humanos, singularmente imperceptibles para el observador desprevenido; He ahí el carácter del dominio silente de los actos cotidianizados en tanto que, según Barragán (2012)
Este modo de ser constituye un elemento tan radical y originario de la estructura de nuestra existencia, que apenas si reparamos en ello. Desde luego, esta inconsciencia nuestra acerca de su predominio silente, no se debe a un simple descuido de nuestra mente o a una falta de moral, sino que obedece a su propia esencia de naturalizar todo fenómeno que transgreda lo esperado usualmente (párr. 2).
En general la cotidianidad es una expresión y concepción integradora del sujeto aprendiente con la realidad misma en el cual el sujeto es a la vez realidad auto constructora de sí mismo como del contexto, sea natural, social, humana y de pensamiento –subjetivo-, y por ello forjador de nuevas realidades que expresan las conflictividades y desafíos generados en el desarrollo humano y social de las comunidades. Congruente con estos procesos y cambios acaecidos en la era de las redes, que promueven actitudes disruptivas con ellos, Villalobos J (2003), explica que estos:
Pasada más de una década de vorágines y cambios políticos y sociales con repercusiones a todas las escalas, lo que ha sucedido en el mundo globalizado no es sino el reordenamiento de la cultura local, tanto en países como en regiones (párr. 2).
Por ejemplo, en momentos del auge del movimiento feminista en Colombia, década del 70, Pachito Rada, considerado el último juglar del Magdalena Grande, en la canción “la Mujer moderna” (sf), expresa que:
La mujer moderna es el castigo del hombre porque ella también quiere dominar y mandar; ella también dice que tiene condiciones y poniendo sus leyes dividen el hogar. Ella solo quiere que sean sus pretensiones lo que dice el hombre no quieren aceptar (…). Ella también dice que tienen condiciones si, si la mujer llega a gobernar la nación será mucho fracaso que recibirá el hombre. Ombe, si esto es tan malo se nos pondrá peor, no podrá enamorarse ni salir a la calle (…) tendremos que aceptar que se vuelvan parrandera si queremos pasar algún ratico sabroso, tendremos que dejar que ellas también amanezca. Parrandeando en la calle como hacemos nosotros.
Sin embargo el movimiento libertario de las mujeres en contravía de la cultura androcéntrica liberal que obstaculiza el reconocimiento y valoración y sobre todo al respeto a las diferencias humanas, es apenas una muestra pequeña del gran reto cultural con los que se enfrenta el Caribe colombiano y en particular el San Jorge Cordobés en tanto existencia de inmensa debilidad cultural y de acción de colectivos de mujeres de tipo libertario relacionado con perspectiva de género.
Por otro lado, en relación con el conflicto por la tierra en el contexto de las sabanas de
Córdoba, Sucre y Bolivar y con ello los procesos de resistencias sociales, el folclor Riano Caribeño, lo expone con fuerza a través del Vallenato Protesta – Máximo Jiménez- (Juglar Sinuano), en la canción “El Estado Colombiano” (1975), en el cual se otean el tipo de relaciones entre clases sociales y el estado; asi:
Ay las fuerzas represivas del Estado colombiano están siempre es al servicio de oprimir a los explotados. Sirven a la burguesía y a los terratenientes les protegen su riqueza y acaban con nuestra gente. Trabajen terratenientes burgueses oprimidores como trabaja el obrero y el campesino pobre. Salgan a romperse el cuero digo a los oprimidores pa’ que muden el pellejo bajo los ardientes soles (…) Es una guerra de oprimidos dijo un líder popular ay contra los opresores de José Antonio Galán
Alrededor del papel educativo y formación cultural en los actos cotidianos de los sujetos aprendiente, es significativo resaltar que en estos se ponen en marcha, dentro de sus respectivos roles, actos contingentes o escasamente previstos en forma de “alertas tempranas”, frente a situaciones de riesgo; a ello se le conoce como “Malicia Indígena”. Ello es resultado de la formación cultural, lograda no sólo en el entorno familiar (privado), sino en el trascurso de la vida (publico). El ejemplo clásico que ahora se trae, para explicar un poco más las relaciones entre cultura, roles y educación, la encontramos en “Marianita” (1982), de Juan Segundo Lagos y cantada por Adanies Díaz, con el acordeón de Héctor Zuleta; esta dice, en algunos de sus fragmentos, que:
Satisfecho festejaba aquella conquista, el amor de Marinita que anoche me había aceptado, cuando un borracho llorando su pena grita, dice ser un desdichado que
su suerte esta maldita. Yo le pregunte amigo porque es que tanto llora (…) Dijo no es por ella, sino por el que anoche conquisto a mi novia y esta tarde cuando esa traidora, a su novio la vida voy a quitar para enseñarlo que debe respetar de un hombre bueno la honra (…) Y era mi Mariana, la que anoche me juro cariño; ahí al frente estaba el que pudo ser hoy mi asesino (…) pero preferí mejor queda calla’o , guerra avisada nunca mata solda’o, que pase lo que Dios quiera; yo termino con ella y cuento acaba’o (…) Y ella era Mariana, la niña que anoche quedo sin prometido (…) porque aquellos que gozaron de su amor miren que suerte tuvieron: Uno en el cementerio y otro en prisión..
Alrededor de esta expresión folclórica se percibe el papel de la cultura del cuidado desarrollada y asimilada en la vida misma de manera sutil en tanto, según Jorge Oñate, “eso no se aprende en el colegio”[3]; ello permite que sea aceptable el argumento consistente en que los actores y sujetos sociales al no percatarse de estas intromisiones sutiles y consolidadoras de nuevas realidades culturales, cuestionen, en algun momento, la existencia de valores culturales novedosos no sólo en ellos mismos sino en los demas, originando asi situaciones disruptivas relacionadas con la dicotomia pasado/presente de la cultura. Por ejemplo en “Costumbres perdidas” (1980), de Dagoberto Lopez, interpretada por los hermanos zuletas, se encuentra la reflexion sobre los cambios en la vida cultural que la educacion no enseña; en esta “Poncho “dice que:
Las costumbres de mi pueblo se han perdidio, ya no braman los terneros en los corrales, no se quieren como antes los compadres, ni respetan los ahijados a los padrinos, ya no se sabe ayyy , ya no se sabe cual es el padre o el hijo. Se acabaron esas noches de vigilia, ya no salen pararse en los caminos, ya no existen los amores escondiddos ni se roban los besitos en las esquinas; ayyy, mejor yo sigo, ayyy mejor yo sigo con mis costumbres perdidas….
Sin embargo, el reconocimiento que los cambios situacionales son una constante en el desarrollo humano, permite valorar cómo las expectativas forjadas pueden truncarse o salir avante en pestañeos porque “Asi es la Vida”, según la filosófica y teórica canción de Romualdo Brito, interpretada por el Cacique y Colacho Mendoza (1978), quien afirma:
Lo que es para uno le llega, como mandado del cielo, sea por bien o sea por mal, a veces e´tamo en la buena, otro e’ tan en la miseria, muchos ríen por no llorar (…). Asi es la vida…
En ese sentido las expectativas de vida, estrechamente relacionadas con las posibilidades contextuales y los procesos socializantes de las convivencias pueden o no darse derivados de nuevas circunstancias; en el caso de “Mi muchacho” (1984), Diomedes Díaz logra expresar que su historia también podría ser la de su hijo Rafael Santos; en esta el inmortal cantautor dice:
Ese muchacho que yo quiero tanto, ese que yo regaño cada rato, me hizo
Acordar ayer, que asi era yo también cuando muchacho, que sólo me aquietaban dos pencazos del viejo Rafael (…) y hoy veo en Rafael Santos mi hijo, todavía las costumbres aquellas (…) El 16 de Julio es la fiesta de la Virgen del Carmen, y ese fue el día que le escuche al Padre que Dios a todos nos tiene en cuenta (…) y me toco quedarme en la puerta, no tenía plata para pagarles, por eso es que la vida es un baile que con el tiempo damos la vuelta…(…) Y con toda la plata que he gana ‘o cuantos problemas no he soluciona ‘o…(…). Por eso Rafael yo quiero dejarte dicho en esta canción, que si te inspira ser zapatero solo quiero que seas el mejor…
Además de ello, la existencia de expectativas personales muchas veces son también perspectivas de vida de tipo colectivos que en algunos casos son regionales en cuanto a modificación del contexto social. Por ejemplo las grandes diferencias en el tratamiento del desarrollo entre regiones del país, determinantes del rezagos entre ellas, han permitido el ideal, ilusiones, sueño y aspiraciones expresados en criterios económicos, políticos y sociales que pueden o no realizarse. Uno de ellos ha sido motivado por el centralismo históricamente construido sobre la prevalencia de unas regiones sobre otras, como la del caribe. Estas manifestaciones discriminatorias, irrespetuosas de la diversidad regional y sobre todo las derivadas del tratamiento en el desarrollo social de comunidades del Caribe colombiano por parte de la dirigencia política nacional han posibilitado el surgimiento de voces de protestas alusivas a propuestas de segregación territorial. Dentro de estas manifestaciones se encuentra, en el folclor vallenato, la expresada por Oswaldo Monterrosa y Gustavo Badel en la Canción “la Republica del Caribe” (1978), que dice:
Llevamos un sueño dentro, hay que hacerlo realidad; Por que como buen costeño
a la costa hay que salvar. Vivimos casi olvidados del gobierno de Colombia; recordemos la guajira, riqueza de nuestra costa. Queremos que la costa viva independiente para no vivir asi tan masacrados con nuestro sistema cambia nuestra gente en un país por nosotros gobernados. Tenemos muchas riquezas para independizarnos estamos en la pobreza pues nos están explotando es un solo un monopolio de unos cinco o seis cachacos. De la costa si se acuerdan pero al año solo un rato (…) el cachaco siempre nos están mandando y cada quien jala para su costado (…) Níquel en Cerro matoso (…) tenemos mucho petróleo, ganado de exportación; cerete muy poderoso con Codazzi en algodón (…) Para transformar la costa en Republica del caribe con Barranquilla como capital.
Con relación al contexto social, conviene subrayar, por otro lado, que tanto en las espacialidades de la vida diaria, sea urbana o rural, se activan múltiples actos constitutivos determinantes de roles sociales que dan cuenta de nuevos y diferentes modos de expresión de la cotidianidad social; asi por ejemplo, los encontramos al interior de la vida familiar (esposos, padres, madres, hijos e hijas, hermanos, hermanas); en el entorno laboral (jefe o jefas, empleados); en círculos sociales (amigo, líder, compañero; etc.). A partir de la diversidad de roles y funciones sociales asumidas por actores en espacialidades diferentes, se desprende, por un lado, la multiplicidad de los actos cotidianos, que en su conjunto dan cuenta de la forma como se mueve y dinamiza la sociedad y, por el otro que todos ellos se relacionan integralmente en el contexto donde se reproduce, se afianza, consolida y expresa el modo y tipo de sociedad en el que se desenvuelven las personas: el espacio familiar. En este, en la familia heteronormada, se manifiesta la importancia social asignada a los roles entre géneros que terminan invisibilizando las relaciones de poder entre ellos; en estas predomina la cosmovisión androcéntrica liberal que le da el poder absoluto al ser masculino, oculto, generalmente, a través del concepto “Amor”. En este tipo de relaciones se fundamenta la aparente responsabilidad exclusiva del actor masculino, individualizado, en el cual el “otro (a)”, como pareja, no tiene competencia interlocutora y en el evento de intentarlo queda “echando un chispero”; es decir, anulada su intención; asi lo expresa Emiro Zuleta, en la inolvidable canción “La querella” (1978), interpretada por Los hermanos Zuletas, en la que dice:
Que un día de fiesta yo me vaya a trabajar, a maría Antonieta no le está gustando, Que se la pasa sola ella vive criticando (…)
Y yo tengo que decirle pa poderla calmar
Que prefiero su cariño en lugar de trabajar (…) Pero es que mi trabajo no deja darme ese gusto; Bonito es que uno pudiera desmigajar su oficina
Metérsela en un bolsillo y tirarla en cualquier esquina
Los anteriores argumentos que expresan las dinámicas de los roles sociales en las manifestaciones cotidianizadas, responden a insumos o bienes socioculturales generados independientemente de las decisiones particulares, Sin embargo entre toma de decisiones y actuar en consonancia media la conflictividad con sentimientos, emociones, intereses, expectativas, etc., diferentes en los distintos actores relacionados.
Este es el caso de “Ausencia Sentimental” (1987), primer puesto en el festival vallenato 1986, y considerada el himno del Festival de la Leyenda Vallenata; este es un hermoso poema convertido en canción, lleno de nostalgias y emociones encontradas del fino compositor Rafael Manjarrez quien añorando el festival expresa, a través del “Pequeño Gigante de la Canción Vallenata” Silvio Brito, en forma nostálgica, que:
Ya comienza el festival, vinieron a invitarme; Ya se van los provincianos que estudian conmigo; Ayer tarde que volvieron preferí negarme. Pa’ no tener que contarle a nadie mis motivos (…) Encerrado temblando escribí unas letras Que detallen mi tristeza mi ausencia sentimental. Que me traigan razones; Le pedí al veni a mis compañeros las anécdotas y los cuentos buenos Que son costumbres de allá. Renglones pa’ mis viejos, diciéndole cuanto los recuerdo Mi novia y los amigos aquellos Con quien suelo frecuentar. Pa’ no mortificarme, ni escuchar la radio yo me atrevo Que si el mango está en la plaza igual; Que si el maestro escalona asistió, Si bajó Toño salas del plan, Que pasó? y aquí estoy pero mi alma está allá.
Las situaciones conflictivas generadas por sentimientos, dolores, frustraciones, etc., conducentes a toma de decisiones se ilustran también aquí en “Desenlace” (1981) del gran Rafael Manjarrez, e interpretado por la melancólica voz de Beto Zabaleta, quien relata cómo el dolor derivado de pérdida del amor se permuta en tragedia y muerte; asi:
Bien cerca de la nevada, en predios de la guajira,
una preciosa nativa, de esa prospera región; Sus amores entregaron a un estudiante guajiro, que hasta la ciudad se vino en busca de educación
Bonito era aquel amor, que ejemplo era ese noviazgo,
y así pasaban los años y el hacía su profesión.
Y ella paciente espero, fiel a su novio diez años.
Más nunca volvió a escribirle, ni preguntó más por ella, mientras que ella, muerta en pena, lloraba lágrimas vivas. Porque una mujer herida, y cegada por los celos, juró que antes de perderlo, acabaría con su vida; Y ella con su idea maligna, fué al otro lado del pueblo. Lo abraza allí y le dispara hasta quitarle la vida, y allí con él se suicida diciéndole estas palabras:
Si aquí burlaste mi vida, de pronto en el cielo me amas.
Alrededor de estas ideas se infiere la estrecha relación entre sentimientos, decisiones, actos y con ello el surgimiento de nuevos valores culturales que de nuevo retorna, con nuevas fisonomías, al contexto en forma de actos cotidianizados.
Bajo estas perpectivas nos encontramos en los umbrales de los actos cotidianos de paz o violencias que podrian estar o no en correspondencia a niveles de conocimentos y culturales. Por lo menos lo que se podria argumentar es la existencia de actos violentos o pacificos que en nada se corresponden a procesos educacionales en tanto es condicion inherente al ser humnao la impredecibilidad conductual bajo circunstancias especificas. En determinadas condiciones o circunstacias el ser humano responde o no en terminos de paz o violencia independientemente de su proceso educativo, aunque la tendencia generalizada, salvo casos excepcionales, es la respuesta violenta frente a un acto de agresion. Lo singular del hecho cotidiano pacifico o violento es que su impredecibilidad reside, entre otros factores, a la tambien impredecibilidad del factor interviniente en la conducta humana que en circunstancias especificas se convierte en el determinante motivacional (psiquico-cultural- genetico) y dentro de ellos las emociones y sentimientos que permean holisticamente a cada instante el desenvolvimiento personal. En ese sentido los determinantes de actos cotidianos de paz o violencia se comportan similar, guardando las diferencias y proporciones respectivas, al principio de incertidumbre del fisico W. Heisenberg, consistente en que hay un límite en la precisión con el cual podemos determinar al mismo tiempo la posición y el momento de una partícula. Es decir, por lo general no se logra distinguir, al interior de los actos cotidianos de paz o violentos y mucho menos en situaciones de conflictividades si estos se derivan de conductas psicológicas individuales, culturales o carga genética en los actores en tanto existencia de línea delgada y difusa entre unas y otras. De similar manera sucede en momentos de ebriedad etílica, económica o de poder; por lo general el criterio común al respecto consiste en que: “la plata y el poder cambia a las personas”. La respuesta contraria a esta afirmación es que, en esos momentos, de lo que si podemos tener más certidumbre, es el hecho que en el ser humano estos actos o cambios de actitud, bajo esas circunstancias, afloran con toda intensidad por cuanto en el actor social se ponen en marcha procesos psicológicos en los que se desinhibe de cargas emocionales o culturales que obstaculizan su pleno desarrollo, y asi estos logran expresarse con toda intensidad. Es decir, la persona se muestra, bajo esas circunstancias, tal como es, muestra su naturaleza oculta. Sin embargo distinguir y lograr discernir qué factor determina, esencialmente, esos tipos de actos es también asunto obscuro y mucho más si al intentar abordarlos se adolecen del acompañamiento interdisciplinar requerido para ello.
De todas maneras la existencia de actos cotidianizados re-alimentadores de actos culturales (violentos o no) los encontramos en el contexto sociocultural de los actores o grupos humanos respectivo. Por ejemplo, a pesar de las inmensas dificultades personales y de vida, Leandro Díaz, pudo avanzar en la cultura de paz interior expresada en sus cantos no sólo por sus relaciones sociales sino también por el espíritu de paz interna y tranquilidad que lo albergaba. Los ambientes de tertulias, propio de las parrandas vallenatas, de las cuales Leandro Díaz fue uno de sus maravillosos exponentes, dan cuenta de ello; este, en forma magistral expresa, en la voz de Beto Zabaleta, en la canción “El negativo” (1982), la forma en que se conocen las expectativas personales y la paz interior que lo cobija; por ello afirma que:
En esta pequeña historia vengo a contarles las cosas que en estos tiempos me han sucedido. El título de este canto es el negativo, porque todo el que me ofrece me queda mal. Fue Diomedes el que comenzó con su chinchorro de cabullita (bis)
me compré un par de manilitas y el chinchorrito nunca llegó. Me ofreció Lázaro cote un atardecer una linda grabadora pa parrandiár, las cosas que a mí me ofrece nadie las ve; también Alfredo Gutiérrez me quedó mal. Yo recuerdo que José Carlos se olvidó del ventilador
y ahora mismo estoy recordando la grabadora de Hernán muñoz. Donde Rodolfo padilla me ofreció manca
un equipo de sonido pa navidad yo pensé pasar alegre los días de pascua la cosa va pa dos años y no habido na (…)Yo pudiera estar resentío con la última que me pasó en Riohacha un amigo mío me ofreció un carro y también falló .
De nuevo, se reafirma que es en la vida cotidianizada, en el mundo de la vida, donde se gesta, moviliza, fundamenta todo intento humano de comprender, en sus diversas manifestaciones, la diversidad de los eventos que regulan el ser y estar de los aprendientes humanos. Estos, en su relación con la sociedad y sobre todo con la naturaleza, no sólo intentan comprenderlos sino también, y en forma implícita, su trasformación en tanto de ello depende su permanencia y pervivencia natural como expresión de la vida misma.
Comprender la realidad, sea natural, social, humana o de pensamiento, implica por tanto ejercicios filosóficos que permutados en sentimientos pueden generar grandes poesías, dinámicas liricas o símiles literarios que atreves del folclor adquieren dimensiones sublimes y por lo general escasamente interpretados de manera integral. Sin embargo el asunto relacional de la filosofía y cotidianidad no es asunto nuevo y ha adquirido, en momentos, rupturas significativas por lo que, Herceg (2014), en su acostumbrada forma narrativa sostiene:
Para una parte importante de la tradición filosófica occidental, la cotidianidad simplemente no ha sido un tema filosófico. De hecho, como bien señala hace poco Bruce Bégout, “…la filosofía con extraña unanimidad ha denegado el mundo cotidiano (…), raramente ha hecho un esfuerzo por comprenderlo. La filosofía se ha contentado con verlo bajo el aspecto de la banalidad servil, para así apartarse de él inmediatamente” (párr. 1).
Sin embargo, el hecho que la filosofía occidental haya asumido posturas indolentes y
ajenas a la cotidianidad, la filosofía Caribeña, expresada en el Vallenato, la revitaliza. Y con fuerza histórica y sentimental. Por ejemplo, Fernando Meneses, en la canción “Muere Una Flor”, del Binomio de Oro (1980), según Michelo Márceles, explica filosóficamente en versos vallenatos el acto cotidianizado del amor sexual de una pareja y las connotaciones que al sentimiento genera el embarazo y la separación. La estrofa poco entendible por su alto contenido filosófico y metafórico, dice sobre la erección, la desfloración, el orgasmo, la eyaculación, el embarazo, el abandono y la tristeza. Para mejor comprensión el tarareo es la vía:
Un cirio encendido de amor (Erección)
de ilusiones que perdidas mueren en vuelo
Que quemando va sus emociones y anhelos (penetración)
Y ardiendo desvanecen su luz de pasión
La flor sus pétalos abrió, (desfloración)
La estremeció en matutino beso el roció (Orgasmo)
Pero ese beso inundo su pecho de frio (eyaculación)
y asi el lucero de su cielo se extinguió (fecundación)
y me duele sentirte mi niña, llena de amor, con tus manos vacías (embarazo y abandono).
Por consiguiente lo que generalmente denominamos cotidianidad es el resultado de holísticas y globales relaciones interculturales que, como inmensas redes, unen en forma sistémica al todo social en los que fluyen factores dinámicos y cambiantes que posibilitan constantes modificaciones en ellas. Y esos cambios los generan precisamente los seres aprendientes humanos (Assmann, 2002) que se desenvuelven en contextos específicos y en los que se desarrollan cosmovisiones propias del acto transformador; de ese modo abordar la cotidianidad es abordar al ser, y como tal es asunto ontológico constituyéndose asi, esta, en el suelo de la filosofía en tanto deviene de aquella: la cotidianidad (Uscatescu J, 1995).
De esa manera, según Barragán (2012), para lograr captar la esencia enmarañada de nuestras cotidianidades, y lograr visualizar de manera nueva el ser de las cosas, se requiere, como acto investigativo, el alejamiento prudente de estos que permita comprender que en las nuevas facetas que adquieren los actos humanos, considerados naturales, subyacen en ellos reglas y patrones establecidos históricamente antes de nosotros, que responden a relaciones de poder afincados culturalmente en pro de la preservación del Statu-Quo. Este planteamiento es congruente con el de Durkheim (2001), en momentos en que este argumenta que:
Pero, para empezar, la mayor parte de las instituciones sociales nos son legadas, ya hechas, por las generaciones anteriores; nada tuvimos que ver en su formación y, por consiguiente, no es interrogándonos sobre ellas como podremos averiguar las causas que les dieron nacimiento. Además, aun en los casos en que sí hemos colaborado a su formación, apenas si podemos entrever, y eso de la manera más confusa y, a menudo, más inexacta, las verdaderas razones que nos han movido a obrar, y la naturaleza de nuestra acción. Ni siquiera cuando sólo se trata de nuestros asuntos privados conocemos los móviles relativamente simples que nos guían (p. 17,18)
Las ilustraciones anteriores al respecto de los eventos cotidianizados, iluminados por el folclor vallenato, posibilitan ahora, iniciar otras disertaciones tendentes a explicar las relaciones entre estos con referentes teóricos interdisciplinares que permitirán el acercamiento conceptual a los procesos de interlocución social frente a los retos del desarrollo.
En acápites anteriores se sostuvo la importancia de los roles sociales en la construcción de la vida cotidiana; pues bien, además de ellos, existen al interior de los procesos de socialización otras situaciones socioculturales que inciden en la estructura de la vida cotidiana de las personas. Estas se relacionan con eventos “externos” que llegan sin ser percatados conscientemente, constituyéndose, en gran parte, del devenir personal, familiar y social de las nuevas generaciones humanas. Estas situaciones son los cambios sociales a los que se enfrentan los seres humanos día a día. Al respecto Bialakowsky (2018), afirma que:
En la modernidad capitalista, el mundo de la vida reproduce simbólicamente la sociedad, al reproducir a través de la comunicación los saberes, normas e identidades legítimos, los cuales legitiman la faceta material de la reproducción social –fundamentalmente al Estado y al mercado–(p. 133).
De esa manera son tan imperceptibles y sutiles los cambios sociales y culturales al actor desprevenido que por ello este no reconoce que lo público, es a la vez privado, y este a su vez su contrario y que en el acto de la producción de los bienes sociales, en los que descansa la dinámica de la vida humana, se pone en marcha lo que a casa llega. En esta se complejizan los múltiples roles de los actores sociales estructurando, bajo sórdida urdimbre cultural, ambientes que propician la percepción común del supuesto ambiente privado del cual estos son “enteramente” responsables. Es decir, lo público, visible, tangible, observable, se decanta al interior del domicilio familiar volviéndose imperceptible para el observador común que construye ese tipo de imaginario como verdadero y no cuestionable. Surge asi, en “momentos distintos de las personas”, la mirada dicotómica acostumbrada: vida pública/vida privada. Expliquemos un poco más la situación.
De la misma manera cómo se relacionan los propietarios de una empresa con los trabajadores; docentes y estudiantes; esposo o esposa y su cónyuge e hijos, etc., asi sucede en otros contextos de la vida social. En estos ambientes existen condiciones externas que sin ser percibidas, conscientemente, por los actores intervinientes, inciden en su regulación. Ello es asi en tanto que las situaciones de vidas y en el flujo de relaciones establecidas entre las personas, los constructos socioculturales llegan, con toda su carga, al interior de la vida misma de estas, pudiendo ser asimiladas en forma fragmentada o cohesionada por ellas. Por ejemplo el nacimiento de una nueva vida (persona) viene precedido de la construcción sociocultural en la que se desenvuelven los progenitores; nace en medio de referentes tangibles de la modernización en salud (hospitales, clínicas, etc.) y de constructos intangibles de la modernidad (formas y modos de atención, etc.). Al entorno de nacimiento llegan persona adscritas al sistema de salud; al interior de lo “privado”, domicilio familiar, se acrecientan las relaciones sociales; parientes de todo tipo, amistades, etc.; además de estos el mundo “externo”, lo público, llega, penetra, se mete, sin tocar puertas, ni pedir permiso, a la alcoba matrimonial (“privado”), y se queda en el entorno en el que duerme, con sueño angelical, la nueva persona. La realidad “externa” se mete a través de la acostumbrada concepción de la sensibilidad humana a través de canticos, sonajeros, almohadas, tipos de ventilación, iluminación, colonias, alimentos (teteros), etc. relacionados todos ellos al concepto de sensibilidad: vista, olfato, gusto, tacto, y audición. Estos llegan y se quedan. Todas estas relaciones se establecen al interior del ser humano sin que la naciente criatura, como tampoco padre y madre, o entorno familiar, sean conscientes de ello, y todo gracias a las complejas dinámicas del mundo triadizado y de las características y dimensiones humanas particulares. En ese sentido las complejas relaciones sociales permiten que los colectivos o las personas constituyan y sean “parte de sistemas aprendientes” (Assmann, 2002), que realimentan, de manera inconclusa, los determinantes de estos procesos en tanto ellos no empiezan ni concluyen en tiempos como tampoco en espacios determinados; con ello se fisuran y diluyen la carga dicotómica publico/privado. En esta se expresa lo cotidiano, “lo social y lo personal, lo ceremonial y lo festivo, lo material y lo espiritual; en todo caso, en ella encontramos las claves más secretas que distinguen a una sociedad” (Rodríguez P (2010).
En ese sentido ¿dónde empieza la educación y cultura? ¿Empezarán en casa?; creemos, firmemente, que no en tanto afirmar lo contrario (si) es desconocer que en el mundo de hoy, en la era de las redes, al igual que en el pasado, ello expresa la errática dicotomía publico/privado y sobre todo que la educación per-se no genera cultura y la cultura no implica necesariamente educación formal en tanto esta no es generada solamente por procesos pedagógicos formales. En otras palabras, las relaciones educación, cultura y sensibilidad humana, muchas veces oscilan en términos contradictorios.
Recuerdese que por lo general la cultura y la educacion chocan, algunas veces, entre si en tanto cultura como educacion se constituyen en fuertes obstaculo en las relaciones de convivencia pacifica en tanto existencia de debilidad en la sensibilidad espiritual de los aprendientes humanos. Por ejemplo, el hecho que una persona haya recibido excelsa educacion y haber logrado encumbrarse dentro de la escala del reconocimiento y valoracion social, economica o politica acostumbrada, no significa, necesariamente, que esté dotado de las mismas atribuciones culturales o por lo menos tener posturas culturales que coincidan con sus altos niveles educativos y profesionales; por lo general la educacion y formacion teorica posibilita, algunas veces, provisiones de referentes culturales de tipo humanizantes y otras veces su contrario. Ello es asi en tanto la educacion y protocolos sociales establecidos pueden ocultar lo que la cultura muestra en los actos cotidianos y a la inversa, mientras que la sensibilidad espiritual se muestra indefectiblemente, en cualquier momento, tanto en uno como en el otro.
Bajo estas contradicciones propios de la sensibilidad humana, se estructuran estilos de vida que caracterizan a sectores sociales que inciden de una u otra manera en el destino del desarrollo nacional y dentro de ellos se encuentran los radicalismos de posiciones politicas llamadas de “derecha” o de “izquierda”. Al respecto, Margarita Rosa de Francisco, concibe estos estilos de vida no como posturas políticas sino como:
Una estética de vida (…) una forma de hacer aparecer la vida, dividida en cuadriculas, en categorías donde no se pueden, con bordes que no se pueden penetrar; yo asocio a la derecha con la verticalidad de la religión, con las jerarquías, con lo castrense, con lo militar, con la fuerza (…) que no son democráticas (…) un militante de izquierda que se alza en armas, en bien del bienestar social es de derecha (…) tienen estética de derecha (…) lo que no quepa dentro de esas cuadricula, es izquierda (Levi Rincón, 20 octubre 2020, 56m18s).
Esta “estética de vida”, similar a la “estética de lo atroz” de Barrero Cuellar (2011), constante al nivel nacional, no tiene asiento definitivo en sectores sociales específicos; existe en el todo social y sobre todo en comunidades y municipios menores como Buenavista Córdoba en el cual la “estéticas de vida”, en términos de sensibilidad, como constructo sociocultural, es tan débil que ha posibilitado que su contrario se haya expandido de tal manera que ha adquierido característica de “pandemia Cultural” de manera similar al COVID- 19. Claro es que en Macondo 2 pasa todo y no pasa nada.
Hasta ahora se ha afirmado que asi como el relato cotidianiza lo que la complejidad sensorial realiza, por lo general, gran parte de los sentidos logran suplir, algunas veces, en forma maravillosa, la carencia de alguno de ellos y con la imaginación de lo no inteligible (percibido) logra permutarse en actos de sensibilidad, denominados sentimientos.
La sensibilidad, en términos espirituales, independientemente que esta se encuentre integralmente relacionada en términos individuales a los sentidos, surge algunas veces sin el concurso de algunos de ellos; por ejemplo el caso de Leandro Díaz en el cual el sentimiento, derivado de la sensibilidad, supera a los sentidos en tanto capacidad creadora que “se quedan del alma prendidos y el sentimiento se vuelve canción”[4]. Leandro Díaz, ciego de nacimiento, logra, a través de la sensibilidad y del sentimiento, ver con los “ojos del alma” hasta la sonrisa de la sabana cuando Matilde camina y mucho más en la canción “Si me amaras”, de Ivo Díaz (2012), en la que en forma sublime anhela:
Quisiera ser Jorge Isaac, ese que escribió a María
Y en tu lecho escribiría lo que es la felicidad
Cuál sera el mejor pincel para pintar tu belleza
Y pintar en tu silueta que color tiene el placer
Lo grandioso de la sensibilidad y sentimiento, en este caso, es poder permutar lo inteligible (Placer), en imaginación de constructos tangibles (color) sin el concurso de uno de ellos (vista), en circunstancias que van más allá de las posibilidades existentes en los umbrales de percepción individual, He ahí lo majestuoso de Leandro que, en su cotidianidad, logró saber e interpretar qué era la sombra con la simple indicación que debajo de un árbol no lo tocaba el sol, o lograr también ser “ese que escribe versos repletos de verano, estando en primavera”[5] al estilo de Rosendo romero.
En Leandro, la sensibilidad espiritual permutada en canción que despierta la visión, no es resultado del conocimiento objetivo derivado del contacto sensorial, ni de elementos culturales adquiridos por procesos de socialización e incorporación como constructo mental y que al interior de la Psiquis se configura como mapa o espacio conceptual en términos de experiencia. En este la sensibilidad espiritual se logra, en situaciones contextuales específicas, sin el concurso del conocimiento visual ni valores culturales previamente elaborados. Esta, surge, por vías distintas a estos. Es inmanente al ser humano. Por ello es entendible, por un lado, que existan situaciones, como en Leandro, en la cual emanan sentimientos que expresen el color, el movimiento, y construya el concepto de sombra, sin el concurso sensorial de la vista pero construido y elaborado como mapa conceptual; construido a través de la piel y la oralidad. Es decir, tiene conciencia del color sin percibirlo visualmente. Y por el otro que se tenga conocimiento objetivo de una situación y desarrollar prácticas culturales antagónicas a estos y a la inversa, y en otros casos tener conocimientos y cultura congruente entre si y adolecer de sensibilidad humana sobre el fenómeno que impacta al ser de tal manera que este no lo exprese en el actuar en consonancia. En ese sentido la sensibilidad humana supera a ambos hasta el grado de surgir sin contar con ellos.
Este último evento se encuentra reflejado en la siguiente situación publicada en el diario el Tiempo.com. (11/12/2019), relacionado con el Twitter de Gustavo Petro en el que este hace el siguiente comentario en alusión al concierto “Canto por Colombia” ( 8 /12/ 019).
La cantante Adriana lucia a diferencia del canto vallenato que se alejó del campesino y se entregó al traqueto, es la vuelta al cantar, el cantor hace arte porque expresa el alma de su pueblo en un momento de la historia. Esa sensibilidad se llama conciencia social (09/12/2019).
Sin embargo la respuesta de la cantante sinuana, Riana caribeña, loriquera, fue contraria y errática. ¡No era para menos!; esta dice:
Agradezco la generosidad de sus palabras pero con respeto le digo: reducir el canto vallenato a eso me parece injusto y muy triste; no se puede meter en una sola bolsa a todos los músicos, ni políticos. Este colectivo es de la gente y respetamos todos los géneros musicales (09/12/2019).
Al respecto es perentorio argumentar que una cosa es la sensibilidad permutada en conciencia social y otra muy distinta que esta no logre diferenciar el papel asumido en consonancia con los distintos roles desempeñados en el contexto social. Se puede o no defender el folclor participando activamente en su desarrollo y a la vez negar o afirmar el compromiso de este en los procesos de transformación social. Ese es el asunto en discusión, y ello deriva en el asunto toma de decisiones que implica otra variable en la construcción identidatario del ser humano. Sin embargo y bajo estos criterios la sensibilidad social, por lo general, salta a la palestra con la expresión acostumbrada en la cotidianidad San jorjana: “AJA”.
Es loable reconocer que un actor social es resultado holístico de la formación humana no sólo entendida ésta en términos de conocimientos o saberes sino en la dimensión espiritual. Por ello en los actos cotidianizados se muestran no sólo el conocimiento, sino sobre todo la cultura e indefectiblemente, el ser espiritual de las personas.
Por tanto para identificar o interpretar las características básicas de los actores sociales es perentorios conocer la entera dimensión humana de estos. Por ejemplo, no basta conocer a una persona a través del rasero del rol de padre o madre, sino en esencia por su condición humana o espiritual y ello se muestra, definitivamente, en el desenvolvimiento de su vida cotidiana relacionada con los demás en el cual las palabras, gestos, actos, entre otros, marcan el distintivo personal. Los roles o protocolos sociales pueden ocultar o visibilizar, generalmente, la esencia espiritual y humana de las personas.
Al respecto de las características de la cotidianidad social no puede desconocerse que estas se explican a partir de la caracterización del tipo de sociedad existente. Sin duda alguna, al caracterizar nuestro tipo de sociedad es posible identificar el lugar que ocupan en ella distintos sectores sociales al interior de la estructura económica social del estado colombiano. En correspondencia a la posición ocupada por las personas en la estructura económica se generan, en última instancia, las grandes diferencias que separan a las clases sociales: pobres, ricos y sectores medios de la población. En ese sentido, es en la estructura de las relaciones económica donde se gestan y dinamizan actos humanos que hacen parte del universo conceptual denominado cotidianidad; sin embargo no se puede olvidar que en esta inciden los significativos aportes generados por las construcciones psicosociales de las poblaciones, externas a los individuos, como tampoco las singularidades de las conductas o características de actores sociales que por lo general orientan y deciden los cauces en el desarrollo de las relaciones y convivencias humanas. Ello significa que los procesos cotidianizados son resultado de móviles colectivos, sociales e individuales, dinámicos e históricos en el contexto de relaciones interculturales de las comunidades.
Lo afirmado hasta aquí responde a la fidelidad guardada al carácter hilador de los argumentos planteados y reconociendo al acto filosófico como ejercicio necesario para el abordaje de la realidad compleja (natural, social, humana y de pensamiento), hacemos alusión a ella en tanto asumimos la cotidianidad o más bien los actos cotidianizados (como proceso dialectico) asunto y competencia del saber ontológico- filosófico. Por ello es conveniente referirnos a esos procesos del ser social (ontológicos) denominadas cotidianidad como fuentes enriquecedoras del saber filosófico y resultado intelectivo propios del paradigma cualitativo que permea a las ciencias sociales y humanas en particular.
Las aproximaciones conceptuales relacionadas con cotidianidad y expuestas a través del folclor vallenato encuentran validez en el San Jorge Cordobés. Los eventos cotidianizados San Jorjanos expresan históricamente enorme similitud con el acontecer cultural que gestó y posibilitó a los juglares vallenatos la narrativa cantada del desarrollo social y humano y sobre todo de las vivencias cotidianas en las que estos han pervivido. Por tanto es lógico y natural que las dinámicas y cotidianidades del ser San Jorjano Cordobés, puedan ser recreadas con expresiones del folclor caribeño y en los que el vallenato en particular guarda significativa relevancia para ello.
De todas maneras, dentro de la riqueza cultural surgida en la región Caribe, la más grande de todas, ha sido la construcción literaria de “Cien Años de Soledad” que a través de “Macondo”, un inmenso y sublime canto vallenato, expresa, en síntesis, la cultura del ser caribeño constituyéndose en expresión de la Colombianidad toda vez que Garcia Márquez:
Profundizando más, vio que estas historias tenían sus fuentes reales en el entorno personal, familiar y social de los mismos juglares, que eran un repertorio no sólo artístico, sino cultural y moral de las regiones de Valledupar y La Guajira, las mismas de sus abuelos. Esto le dio una de las claves fundamentales para concebir sus libros, sobre todo Cien años de soledad; este debía ser, como lo confesaría treinta años después, un vallenato en versión novela, es decir, una larga, poética y fluida historia construida sobre la infancia, los abuelos y la casa natal, Aracataca, la zona bananera y el Caribe en general”. Cien años de soledad fue un vallenato de 300 páginas (El Espectador.com, 21 dic. 2018).
De lo anterior se colige el entramado intercultural dado en el Caribe Colombiano, expandido, de manera diferente, a todas las subregiones y entre ellas al San Jorge Cordobés. Y, por ello Macando, precisamente, lo encontramos esta vez, en versión de comedia en la cotidianidad del ser Buenavistero.
A manera de síntesis se podría argumentar que así como “el espacio doméstico articula física y orgánicamente la familia y el trabajo” (Lindón, 2002), y el entorno familiar da cuenta del modelo de desarrollo social, en los actos cotidianizados de los actores sociales, es donde se pueden otear, en el día a día, con mayor nitidez, las singularidades de constructos socioculturales y los determinantes que los generan, siempre y cuando ello se efectué con la mirada inquieta del saber investigativo bajo el enfoque territorial.
Por tanto el San Jorge Cordobés y con ello el desarrollo local del municipio de Buenavista Córdoba, expresa el cumulo de eventos económicos y socioculturales dados en el acontecer regional y nacional que a su vez se expresan en la vida cotidiana de los pobladores locales. Para ello es perentorio analizar, posteriormente, los factores incidentes en la cotidianidad social San jorjana que iluminan el estado cultural del Riano Caribeño, expresado con fuerza en Buenavista Córdoba, el macondo 2 San Jorjano.
Diciembre 2020
Referencias
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Bialakowsky Alejandro (2018), Vida cotidiana y reclasificaciones sociológicas según Giddens,
Bourdieu, Habermas y Luhmann. Recuperado de: https://n9.cl/77hc6.
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El Espectador. Com (2018) Cien años de soledad, un vallenato de 300 páginas, Recuperado de: https://n9.cl/hxp8e.
El Tiempo. Com (11/12/2019) Mundo vallenato está ofendido porque Petro lo calificó de «traqueto» Recuperado de: https://n9.cl/oi7jz.
Herceg. José Santos (2014). Cotidianidad. Trazos para una conceptualización filosófica; Recuperado de: https://n9.cl/j00h
Levi Rincón [Notiparaco] (20 octubre de 2020) Margarita Rosa de Francisco “Después de oír a Fajardo en los debates, no fui capaz de votar por él” Recuperado de: https://n9.cl/51mds
Lindón Alicia (2002) Trabajo, espacios de vida y cotidianidad. La periferia oriental de la ciudad de México. Recuperado de: https://n9.cl/xh8hk
Martínez García, Bernardo (2008).La investigación en la cotidianidad social desde la fenomenología. Recuperado de: https://n9.cl/draiw.
Melendres Oscar (2018) Buenavista canta y baile Mapale. 20 Años de Festival.
Rodríguez P (2010) Entre lo privado y lo público: vida cotidiana en tiempos de la Independencia, Recuperado de: https://n9.cl/lkya0.
Ron, J. (1977). Sobre el concepto de cultura. Quito, Ecuador: IADAP. Recuperado de: https://n9.cl/d52iz
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Wormser Gérard (1994) Montaigne (1533-1592). Recuperado de: https://n9.cl/6psk.
[1]
Independiente de la existencia de diversas interpretaciones sobre las dimensiones humanas, se toman aquí cuatro de ellas en tanto permiten el desarrollo monográfico propuesto.
[2]
Acordeón piano, diferente al tradicional acordeón vallenato.
[3] En alusión a la estrofa de “Nido de amor”
[4]
Alusivo a la canción “Fortuna y desdicha” (1075) de Sergio Moya Molina interpretada por Poncho y Colacho.
[5] Alusión a la canción “Fantasía” (1980) de Rosendo Romero, interpretada por Diomedes Díaz.
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