No fue hasta hace un par de años que llegue a la conclusión de que era un hombre de vicios. Uno quizá más estupido que el otro, pero al fin y al cabo, vicios…
Cigarrillo lucky, o Marlboro canela, la cama desordenada y tibia de las 7:30 am, las papas fritas que vendía una señora carismática en la 15 de la Av Faucett y por las cuales valía la pena el pequeño desvío del trabajo a casa.
A Las duchas con el agua extremada y exageradamente caliente.
A la pornografia, siempre en 1080p.
Al café bien amargo. Nada de caramel machiatto, o mocha, o cualquiera de todas esas variaciones idiotas.
Al vino, especialmente el semiseco
A las peleas con sujetos el triple de fuertes que yo
A la cerveza bien fría a mitad de una noche negra y espesa de soledad
A inventarme otra manera divertida y rápida para acabar de una vez conmigo mismo,
Al ron ardiente y doloroso que acompaña muy bien al llanto
Y cómo no,
Al vicio más supremo de todos.
Mi talón de Aquiles, la razón de mi demencia, de mi yo todavía más estupido…

Mujeres…
¿Como no volverse locos por ellas, eh?
Cielo o infierno, castigo o gloria, perdición o esperanza
Todo lo vale por ellas.
Que te puedo decir ya,
Yo era quien más las admiraba,
Quien más las amaba
Pero ellas no parecían jamás notarme.
Y si lo hacían, era para insultarme,
Para recordarme lo imposible e inalcanzable que estaba de ellas.
Preciosos ángeles, hirientes, indiferentes…
¿Que si soy todavía capaz de entregarme a alguna?
Por supuesto que sí.
No lo vayas a andar contando por ahí,
Pero tengo todavía suficiente amor latiéndome en el pecho.
Una reserva infinita de luz en mis ojos.
La caricia suprema del deseo brotando en la yema de mis dedos.
Todo y más para esa mujer que mire lo qué hay adentro de mi, y sepa comprenderme,
Y en caso no pudiera,
Que se quede para intentarlo.
Sí…
Tengo también ese jodido vicio de andar soñando cosas bonitas…
Este si me lo tengo que quitar pronto.
¡Urgente!

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