Sobrevivimos. No encuentro otro verbo mejor para conjugar.

Me dieron ganas de escribir, me siento bien. Empezaron a caer palabras como fichas, cuando le dabas a la correcta en la cascada de los videos juegos.

Me desafié a la simpleza, lo cual al lector lo pondría feliz y al escritor lo pone en su primera lección de manejo. A los corcoveos. Sigo Feliz.

La laptop corta el paisaje que huele a barrio y siesta. Hubiera escrito en papel pero siento que perdí la gimnasia y después me leo y no me entiendo. Antes de ir por la compu y el mate me encontré un satori. O lo construí, no sé bien cuál de las dos, o ambas.

Estoy tirado en una esterilla de esas que se venden en la playa, allá por el verano del 98, sin ánimos de linkear con todas las bicis y los barcos…

Hay un rato en que el silencio barrial se parece a un templo. Me decidí por observar el cielo, estoy escuchando uno de esos compilados infinitos de jazz relax, que me pegan muy bien. Atrás mi novia se quita el esmalte en una reposera, símbolo patria del perezoso y las vacaciones donde sea. El viento hace danzar los repasadores que mi abuela blanqueo con dos o tres técnicas que datan de otro siglo. Uno es como nosotros, un sobreviviente.

Adelante árboles que se cuelan sin permiso en el jardín trasero y a la derecha un jazmín que amo. Hoy no suma, los olores ya no están en su apogeo, pero llegar y aspirarlo en plenitud es una bocanada de infancia.

Sigo Feliz, y la elección por el cielo me conecta con las nubes. Busco formas y veo cómo mientras una se desintegra, la otra lo acapara todo. Pienso en la vida, y cuanto se parecen.

Veo las aves pasar, escucho los pájaros cantar, el tráfico me entretiene y las variedades me ponen a prueba. Me desconecto de la tierra por un rato, y me dejo caer a la vez, más que nunca. Preso de la gravedad, se me cruza una mariposa. Hace tardes que dan vuelta entre nosotros, y cada vez que veo una pienso en mi vieja. Sigo Feliz.

Hago una pausa, hay ideas que se esfumaron como las nubes y no pude retener. Algo de retener como esas pulsiones de niños que se aguantan, para liberar el gozo de una.

Así percibo mi escritura.

La tarde invita a no pensar en el después, ese no plan que te saca de la rueda y del hámster style.

Colgué con una mariposa amarilla, con bordes negros. Es nueva, o al menos para mí. Me siento feliz.

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