Mis días en este pueblo han transcurrido de una forma muy tranquila, hasta ahora. Hoy me levanté y toqué madera, cuando pensé en esto. Tengo treinta años, diez de casado, pero sin hijos. Tengo un trocsito y me dedico a vender y comprar ganado.
Eran las cinco de la mañana. No necesitaba salir de la cama tan temprano, preferí entonces escuchar la radio. Las noticias son una cosa que no soporto, todos los días con las mismas aguebazones, los mismos periodistas preguntando pendejadas y los mismos políticos echando mentiras. Cuando están en el gobierno dicen unas vainas y critican y prometen y cuando llegan al poder todo es al revés. Ahora todo lo que los otros hacían y ellos criticaban, lo defienden. A la mierda con eso. Ahora hay unas vainitas, un como radiecito, que uno le mete una picha que le llaman USB. Bueno, en ese USB, uno baja vainas de la internet, más interesantes que el carajo. Así que ahora esas noticias a la mierda.
Mi mujer se emputa, porque ella quiere las noticias y yo le digo: que noticias de la mierda, si eso no es noticia. Noticia es que fulano mató a fulano o que al viejo le robaron o a la pelaita la violaron, o que los rusos atacaron y los gringos se defendieron y vainas de esas que se leen. Eso es noticia. Pero no esa vaina que traen a esos pendejos, maleantes, que se la dan de políticos, jefes y ministros y vainas desa. No eso son pendejadas. Oye lo que dice la picha esa. Eso si es interesante.
Hoy empezaron con un programa de historia. Hablaban sobre la paz romana en los años del emperador Octavio Augusto. Contaban un episodio relacionado a un miembro de una tribu germánica, llamado Arminio. Los romanos, cuando atacaban a estas tribus, acostumbraban secuestrar a los hijos de los reyes, porque ellos siempre se revelaban y se volvían a revelar y era muy difícil mantenerlos bajo control, pero cuando les secuestraban los hijos, se tranquilizaban, por temor a lo que les pudieran hacer a sus indefensas creaturas.
Luego, como los muchachos eran educados en Roma, se hacían romanos y pensaban como romanos. Arminio se convirtió en un gran soldado romano y llegó a liderar algunas batallas. Un día Augusto decidió cruzar el Danubio y tomar de forma permanente algunas regiones, atacando a diversas tribus y para ello nombró a un general experimentado, el cual se llevó consigo a Arminio.
Yo realmente me dormí, pero al final escuché que este Arminio, se unió a sus tribus germánicas, traicionando a los romanos y les armó una trampa. Les preparó una emboscada a las legiones romanas, que en total eran tres y las derrotó, porque las metió en un lugar bien estrecho donde los experimentados romanos no podían maniobrar. Las exterminó totalmente incluyendo al general, quien se dice que se suicidó.
Mi mujer pasaba para allá y para acá, cabreada, porque a ella que le interesaba una vaina que había pasado hacía miles de años. Y le contesté, que como le interesaban las historias de la biblia que eran más viejas y ella que sale desaforada del cuarto, diciendo que por eso no le gusta hablar conmigo, porque soy un blasfemo, que no respeto la palabra de Dios.
Ahora que ella me ha despertado bien con sus gritarías, vuelvo a escuchar y oigo que dicen que Octavio Augusto casi enloquece y que en muchas ocasiones se le escuchaba llorar y exigirle a su general, ya muerto, que le devolviera sus legiones.
La historia seguía, hablando de Julia, la hija del emperador, quien lo avergonzaba con los bacanales que realizaba y por lo cual la desterró y también hablaron del destierro del poeta Ovidio. Decían que la hija de Augusto solía tener relaciones sexuales con infinidad de amantes, sobre el podio donde su padre se dirigía al pueblo.
Todo era muy interesante, pero decidí apagar el radio, pues de lo contrario no me levantaría de la cama, además de que mi mujer cuando se empecina en una vaina, es mejor ceder, sino te sigue jodiendo y jodiendo, que hasta da ganas de salir huyendo.
Escuché los gallos cantar, miré el reloj y eran las seis de la mañana. Ahora con el radio apagado, la vi pasar con la cara menos amarrada y callada por primera vez en toda la mañana. Me vino una sensación de alivio, como si la mente se me estuviera aclarando y el alma elevando.
Mis padres me enseñaron a levantarme temprano y rezar. Había unas oraciones para la noche, antes de acostarse y otras para la mañana, después de levantarse. A pesar de que mi mujer dice que soy blasfemo, nada más lejos de la realidad. Soy muy religioso y rezador. En unas de esas pichitas, tengo hasta oraciones y sermones de padres y hasta de pastores evangélicos.
Mi tío, me contaba que su esposa se sentaba al borde de la cama a rezar y allí se dormía, y despertaba y seguía rezando y así, hasta la madrugada. Luego en la mañana se levantaba rezando, hacía el desayuno rezando y cuando él salía para el trabajo, todavía estaba rezando.
También rezaba cuando salía a la calle, para que Dios la protegiera de todo mal y si llegaba a la casa y algún miembro de la familia no había llegado, rezaba por esa persona, hasta que apareciera.
La verdad, en mi familia todos eran muy católicos y rezadores. Hasta una hermana mía rezaba en los velorios. Siempre la venían a buscar de todas partes, incluso de lugares lejanos, donde había llegado la fama de ella porque se sabía oraciones que otros rezadores no conocían.
Terminé mis oraciones, me puse los pantalones y las chancletas, apagué el abanico y me fui a tomar un vaso de agua. Después entré al servicio y oriné. Salí del servicio, entré a mi cuarto, me puse las zapatillas y salí a caminar. Mi mujer ya se estaba tranquilizando, al parecer, no le interesaba tanto escuchar las noticias, sino que yo apagara mi artilugio.
Frente al supermercado vi a Catalino y Zenón que ya estaban abriendo una botella de seco. Los saludé y me contestaron amablemente. Ellos son tío y sobrino. El sobrino, Zenón vive en el pueblo vecino llamado El Corozo, pero madruga todos los días para la casa de su tío, donde se toma una taza de café y después compran su botella de licor y bajan mano.
De allí en adelante todo fue caminata. Fui hasta el puente sobre el río Corozo y regresé. Cuando pasé frente a la casa de Catalino, ya habían llegado, Gilberto, Marciano y Colorao. Todo era risa y cuentos. Las historias de ellos siempre eran acerca de cómo habían comprado una botella y como se la habían tomado. Recordaban con una exactitud sorprendente, cuántos tragos se había tomado cada uno y como siempre había alguien que aguantaba menos y se caía, el primero.
Seguí caminando y ya me iba encontrando gente que bajaba, caminando, para tomar el bus, con destino a su trabajo unos y otros hacia el colegio. También había otros que se dirigían a la tienda a comprar lo necesario para preparar su desayuno. En eso estaba, cuando vi pasar el auto de una prima mía, que le dicen la gringa, ella me saludo con una sonrisa muy amable.
Al llegar a mi casa, noté que alguien había dejado una nota en mi ventana, la tomé, entré a mi cuarto, me quité el suéter, me sequé con una toalla y volví a salir al portal, sin camisa. Me senté en un sillón que tengo allí y comencé a leer. La nota decía así: La presente nota es para saludarte y a la vez para informarte si puedes presentarte personalmente, porque necesito dialogar con usted. Por favor, si no puedes, llámame al teléfono 555-8888, que me gustaría tratar con usted.
Atentamente, Tío Nicanor.
Vaya, qué raro, pensé. Esa redacción esta como jodida. Tío Nicanor nunca me ha tratado de usted y, además, de a vaina sabe leer y escribir y esta nota tiene una letra bonita. Y eso de “esta nota es para saludarte y a la vez informarte”. Mi tío no habla así. Y esa palabra, dialogar.
Tío Nicanor me regaló un pedazo de tierra hace diez años. Son como cuatro hectáreas, que he venido trabajando desde entonces y construí una pequeña casa de quincha, donde a veces me quedo, hasta una semana. Creo que la gringa es la que escribió esa nota o su mamá. Ella acababa de encontrármela en el camino. De seguro pasó a la casa y la dejó en la ventana, sin que mi mujer se diera cuenta. Y aun me vio en el camino y no me dijo nada, al contrario, me saludo muy amablemente.
Hace un mes esta hija de tío Nicanor, que vive en Los Estados Unidos, desde hace más de veinte años, y que le dicen “la gringa”, ha venido y se ha quedado por aquí. Desde el principio me di cuenta que iba a tener problemas con ella, por mi pedacito de tierra.
Ahora ella es todo amor con mi tío, porque quiere heredarle sus cosas, pero hace como quince o veinte años, se enamoró de un gringo, en la Zona y se fue con él, sin terminar sus estudios y mi tío estaba muy cabreado con eso y ella ni le escribía ni lo visitaba ni quería saber nada del pobre viejo. Y para rematar la mujer de mi tío también lo abandonó, para irse a vivir con la hija en Estados Unidos.
En aquel tiempo, cuando mi tío estaba emputado con su hija y su mujer, porque lo habían abandonado, me dijo que consideraba que no tenía más hijo que yo y que por eso me regalaba esas tierras, porque su única hija, vivía en Los Estados Unidos y era muy rica y no necesitaba ese pedacito de tierra. Es un pedacito en realidad, son cuatro hectáreas y sencillo y están divididas de su finca grande por un barranco y el río.
Pero ahora ella ha venido con su mamá, quien también hace mucho tiempo abandonó a mi tío. Ellas se están quedando en la casa de él y están tomando posesión de todas sus cosas. El terrenito que mi tío me cedió, no tiene título de propiedad, pero yo estoy tramitando con el gobierno, para titularlo a mi nombre.
Mi tío tiene, además, como cien hectáreas de terreno titulado. Ese terrenal colinda con el mío, en una esquina, porque el resto, como dije, lo divide el río. Hace mucho tiempo que mi tío me dio eso y él no se mete en lo mío, ni yo en lo de él.
Desde que ella llegó me di cuenta que algo olía mal, porque un día fue a decirme que, si ella podía meter unas vaquitas en mi terreno y le dije que no, que ella tenía cien hectáreas ahí, que eran de su papa, que las metiera ahí. Ella con mucha dignidad y con una sonrisita que me cabrió, me dijo que porqué me ponía así, que no era para tanto.
Cuando mi prima y su mamá abandonaron a mi tío, se mudaron para Los Estados Unidos. Primero mi prima se casó con un gringo rico y como tres o cinco años después se llevó a su mamá. Muchas veces escuché que la mujer de mi tío también tenía su gringo por allá. Yo no sé, pero pienso que sí, porque esa vieja todavía estaba entera, pero mi tío se emputaba de pelea, si alguien le insinuaba algo parecido. Un día la tuvo con mi mamá, que Dios la tenga en la gloria, por esa causa.
Ahora mi tío está muy enfermo y ellas han aparecido. Nada me extrañaría que lo que mi tío quiere hablar conmigo, tenga que ver con mi pedacito de tierra. Vaya, de nada me valió tocar madera esta mañana. Espero estar equivocado. Pero todo apunta muy claro a que lo que me tienen preparado es una buena emboscada, como la de Arminio a los romanos.
Mi mujer se ha olvidado, totalmente, de la discusión sobre las noticias y está haciendo el desayuno. Entro a mi cuarto, me quito las zapatillas y los pantalones, y me meto al baño. Salgo, me visto en mi cuarto y me siento a la mesa, a esperar mi desayuno. Mi mujer vuelve a la carga con lo de las noticias. Ella es como la mosca, la espantas por un rato, pero seguro regresa. Esta vez no discuto, Estoy preocupado por mi terrenito, no estoy de humor para más discusiones.
Busco el radio, le saco la picha, la meto en una cajita donde tengo otras, clasificadas por temas. Prendo el aparato, lo pongo en modo de radio y sale la voz de un gago mofletudo, hablando de las altas mareas y del cuidado que hay que tener en las costas y las playas y sobre una ola de frío y de lluvias y otra serie de pendejadas. Yo con tal de que mi mujer deje de joder, mejor me desconecto.
Al rato estamos desayunando y escuchando las noticas. Mi esposa me toca el brazo y me sacude. Me reclama que ha estado hablando y no la estoy escuchando. Reacciono. Me dice que en las noticias han dicho que el lunes hay un paro en el transporte. Al parecer ella ha hecho varios comentarios apasionados sobre el tema y yo no he prestado atención. Creo que escuché algo de norieguista y sindicatos y comunistas, pero la verdad, no, no sé qué dijo.
Ella siempre le atribuye todo lo malo que ocurre en Panamá, a los norieguistas y al PDR. A mí me da lo mismo. Para mí no existen esas distinciones. Los mismos bellacos que se enriquecieron con los militares, después se vistieron de civilistas. Todos son la misma vaina, los partidos son los disfraces que se ponen para que el pueblo no los reconozca.
Me pregunta qué me pasa, por qué estoy tan distraído, que si tengo otra mujer, que si la estoy engañando, que la tengo de pendeja cocinando y lavando y yo dándole la plata a la otra. Ella tiene esos descontroles, constantemente, por un tema o por otro, por las noticias, por la política, por los celos y tantas otras vainas, que yo me he acostumbrado a ella y la quiero con todas estas malamañas.
¿Qué plata y qué otra? Ojalá tuviera plata y ojalá tuviera otra. El asunto se iba a poner muy serio y controversial, de modo que cambié el tema, drásticamente, hacia donde no quería llegar, pero no tuve otro remedio. La vi cómo se le fue transformando el rostro y los ojos parecían despedir llamas y creo que hasta las orejas se le hincharon y que decir de la nariz.
No tuve otro remedio que aterrizar. Qué plata, ni qué otra hombe, mira esta nota. Ella la agarra y la lee. Se le refleja el alivio, al ver que no es una nota de amor. El rostro se vuelve a iluminar, las orejas y la nariz vuelven a su posición normal. Qué problema tienes con tu tío. Yo no veo nada malo. Quiere hablar contigo. Eso es todo.
Sí, pero acuérdate que él está malo y la gringa anda por aquí. Me late que voy a tener problema con el terrenito que me regalo. Mi mujer no cree que sea eso, pero me recomienda que vaya a verlo cuanto antes. Acepto sus consejos, porque no quiero alarmarla. Esa fue la palabra que usó el funcionario de las noticias, que no hay que alarmar a la población.
Terminé de desayunar, me puse las botas, me subí al trocsito y salí con dirección a la casa de mi tío. Mientras conducía por aquellas calles sin pavimento y llenas de huecos, sentía entrar por la ventana, la brisa y la belleza de aquellas tierras lejanas.
Pasé frente a la escuela, después pasé la iglesia, el supermercado de los chinos, de donde uno de los borrachines iba saliendo con una nueva botella de seco y se dirigía a donde esperaban los otros, con rostros risueños ante la vista del envase repleto de licor; luego pasé frente a la tienda de Gonzalo Iturralde, y finalmente la terminación de las casas del poblado, entonces pasé los potreros, de donde me llegó un fuerte olor a orine de caballo, subí la colina y entonces llegué a la casa de mi tío.
El portón estaba abierto. Creo que me estaban esperando, aunque en el portal solo vi a mi tío, pero yo intuía que por ahí atrás estarían las taimadas escondidas, porque el carrito de ella estaba estacionado al frente.
Me bajé del auto, caminé, los dos perros vinieron a mi encuentro. Seguro que ellas acababan de regresar. Le puse la mano a la tapa del motor del auto de la gringa y estaba caliente. Jugué un rato con esos dos perros que eran viejos amigos míos y finalmente me dirigí a la emboscada.
Entré al portal y allí estaba mi tío, sentado en una silla mecedora. Saludé y él contestó con desgano. Le pregunté cómo se sentía y me dijo que no muy bien. Vengo, porque recibí su nota, le dije. Ah, eso es con la gringa, contestó. Después de una leve pausa la llamó en voz alta.
Finalmente ella apareció en la puerta, sonriente. A sus cuarenta años todavía era una mujer atractiva. Qué pasó primo, dijo, con un extraño acento gringo. Bien, por aquí, que recibí una nota de ustedes. Detrás de ella vi como una sombra fugaz, se deslizó de un extremo al otro de la sala. Esa debía de ser la esposa de mi tío. La mano que mece la cuna.
Ah, bueno sí. La verdad es que como mi papa está enfermito, he tenido que venir a cuidarlo y a ponerle todas sus cosas en orden, tú sabes, allá en los estéis es diferente que aquí, uno se acostumbra a tener todos sus papeles en orden, allá todo es loyers y loyers yu nou.
Bueno, la verdad no sé qué tengo yo que ver con eso. Bueno tú sabes, las cosas de mi papá están casi todas bien, pero hay una cosita por aquí y otra por allá y yo decidí buscar un abogado aquí, para que nos pusiera todas esas cositas en orden y entre esas hay un terrenito de mi papá, que tú lo has estado usando y el loyer dice que se te puede dar unos dos o tres meses para que lo desocupes.
Pum. Así, como la cosa más natural y sencilla. Yo sabía que la cosa venía por ahí, pero me negaba a creerlo. Las palabras de mi mujer casi me convencieron de que no había jugada secreta ni emboscada, ni nada parecido, que todo estaba en mi mente, por la pendejada esa del cuento de Arminio y los romanos, pero ahora así, zas, de repente, con toda y esa sonrisa y esa dulzura y casi me caigo de culo.
Pero ese terreno me lo regaló mi tío y yo lo he estado trabajando y lo solicité al gobierno, en título. ¿Verdad tío? Dígale, usted me lo cedió. El tío no dijo nada, fingió que dormía. Mi prima me dijo que lo dejara tranquilo, que él estaba muy enfermito y que no estaba para esas cosas, además él no podía cederme nada, porque ya estaba muy viejo y para ello tenía que haber contado con la autorización de ella, que era su única heredera. Que no era cosa de ella, sino que el loyer le había dicho como se tenían que hacer las cosas yu nou. Que su papá tenía ya más de setenta años y a esa edad no se puede disponer de los bienes. Eso le había dicho su loyer yu nou.
Siempre me hablaba de un abogado, que yo sé que es, pero también me hablaba de un loyer yu nou, que yo no sé qué es. En la conversación le pregunté quién era ese loyer yu nou. Ella se rio y me dijo que era su abogado. Vaya, trajo un abogado gringo, pensé.
Entonces le aclaré que cuando mi tío me había regalado eso, no tenía setenta años, porque eso fue hace como quince años atrás, cuando él tenía como cincuenta y tantos. Además, le dije que hasta donde yo sabía hasta los setenta y cinco años se podía disponer libremente y que después de los setenta y cinco también, lo único es que pedían un certificado de siquiatra.
Ella me replico que no sabía que yo me había graduado de abogado, pero si quería enredarme en esos asuntos, me iba a dar la tarjeta de su loyer para que hablara con él. Además, como un consejo entre buenos primitos que jugaron juntos en su infancia, que era mejor que no me metiera en eso, porque era un gran costo de dinero y yo no tenía y a ella le sobraba y yu nou, ella no me estaba amenazando, ni nada parecido, que ese no es su estilo, todo lo contrario, las cosas se arreglan suave entre la familia, yu nou.
Pero bueno, yo tengo mis papeles y lo estoy tramitando y no voy a salir de ahí, hasta una casita hice. Mi abuelo me contó que cuando salió de su lugar de origen, el primer sitio al que llegó fue ahí y que por eso me lo iba a dejar a mí, porque en todos estos años yo he sido su única familia y me dijo que me consideraba su hijo.
Sorry, primo yo no te he llamado para esto, nada más quiero que sepas que mi abogado se va a encargar de esto y no quería que pensaran que yo soy mala o tú sabes, prepotente o algo así, por eso quise decirte yo misma y ver como hacíamos esto sin mucha trauma.
Después me dijo que si quería algo de beber. Como carajo, se le ocurre preguntarme eso, pensé, antes de decirle que no, de la forma menos grosera, posible. Entonces entró nuevamente a la casa y me dijo que la esperara allí un momento. Al rato salió con un folder y de él extrajo un documento que me extendió con una agradable sonrisa.
—– Mi loyer quiere que firmes esto.
Tomé el documento y lo leí, decía así:
Yo Armando Comenio, por este medio declaro que Ana Luisa Comenio es la única dueña de la finca ubicada al este de la carretera de El Corozo arriba y que la casa que construí allí también le pertenece a ella. Me levanté, rompí el papel en un montón de pedacitos, se los tiré en el portal y le di la espalda. Qué patán, grito ella. Armando, respete, gritó mi tío. Lo miré y le dije:
—- ¿Y usted no estaba enfermito y dormidito?
Al dirigirme a mi auto los perros iban jugueteando conmigo y mi tío comenzó a gritarles y a insultarlos. Entonces pensé, coño, si mi derecho depende de ese viejo ñampiao, entonces sí que estoy en vaina. Salí de allí directo a la ciudad, a buscar un abogado, porque el asunto se iba a poner serio.
Mi terrenito tenía aproximadamente cuatro hectáreas y media, nadie lo había medido antes. El primero en solicitarlo fui yo y yo lo estaba trabajando. El abogado me aseguró que ganaría el caso. El agrimensor me lo midió hace como quince días, pero todavía no me ha entregado el plano.
Aguebazones de uno, porque tuve tiempo suficiente para haberlo titulado sin problemas. Pero como nunca se me pasó por la cabeza, que esta gringa iba a aparecer y mucho menos que se iba a interesar en este pedacito de tierra, cuando ella tiene tanto. Pero ya no vale lamentarse, lo que no se hizo, no se hizo y el tiempo no se puede volver atrás.
Yo colindaba por el Norte con Rufiano Modaza, por el Sur con el río Corozo, por el Este con el río Corozo, una esquina de la fincota de mi tío y camino hacia otras fincas y por el Oeste con un barranco y una zanja, que alguien cuando vino a empadronar, le puso por nombre, la Quebrada Cecilia.
Además de mi tío, en una pequeña esquina, mi único colindante humano, es Rufiano, y él está dispuesto a declarar a mi favor. Él no quería a ningún gringo colindando con él. Mi terreno estaba cercado en la mayoría de sus partes, estaba dividido en tres parcelas, cultivado de tallos, guineo patriota, árboles frutales, tiene topografía ondulada, parte del terreno mantiene hierba faragua, para uso ganadero.
Tengo agua que viene del acueducto rural de El Corozo, tenemos servicio de luz eléctrica. Hay dos casas en el terreno, la vieja que hizo mi tío y que ahora es el chiquero de las gallinas y la otra más nueva, que hice yo. A veces voy de caza, con Rufiano, porque todavía hay una montaña, que parece como un terreno aparte, pero que en realidad se extiende entre mi terreno, el de mi tío y el de Rufiano.
Mi abogado me recomendó que nunca diga que la casa vieja la hizo mi tío, más bien que la hice yo para criar mis gallinas. Casi todo mi terreno está rodeado por las aguas de las quebradas Corozo y Cecilia. Mi terreno cumple con la función social y también colinda con un camino que viene de la calle principal hacia todas estas fincas.
Ese globo de terreno, en un principio formaba parte del globo de más de cien hectáreas que tenía mi tío. En 1978, mi tío inició los trámites de titulación de su terreno y no midió este pedacito de tierra, por eso, hace como diez o quince años, cuando decía que yo era como su hijo, decidió cedérmelo, porque era lo único que no tenía título.
Mi tío tuvo esa deferencia conmigo, porque, él me tenía como su hijo de crianza. Yo viví con él todos aquellos años que su esposa y su hija lo abandonaron. Pero ahora que la gringa regresó, a mí me han echado a un lado y ahora me quieren botar de mi tierra.
En la noche, cuando regresé de Panamá, le conté todo a mi mujer, lo que había pasado en casa de mi tío y lo que me había dicho el abogado. Pero ella no se perturbó por eso. En realidad, su única preocupación siempre ha sido que yo tenga otra mujer. Una vez que le aclaré que no estaba viendo a otra mujer sino a un abogado. Nada le preocupó.
Es más, su consejo fue, que evitara esos problemas con la gringa, que dejara de estar gastando plata en abogados y andar por ahí todos los días preocupado por esa ahuevazón, que nosotros no necesitábamos ese pedacito de tierra de porquería, que le firmara el papel y les dejara esa vaina que no valía la pena ni para perder una hora de sueño.
Pero esa noche no perdí una hora de sueño, perdí el sueño. Dormía a ratos y de repente despertaba aguijoneado por la ira. Se me fueron agolpando a la mente ideas y en todas ellas la gringa terminaba muerta y mi problema de tierra resuelto a mi favor. Como a las cinco y media desperté con fuertes calambres en ambas piernas. Me costó lograr volver los dedos de mis pies a su posición normal.
Me levanté y seguí con mi rutina habitual todo el día. Como a las diez fui a donde Piloto a tomarme unos tragos de seco. Cuando regresé a casa, mi mujer estaba un poco tensa. No quería hablar conmigo. Esa era una de sus formas más efectivas de lograr que yo hiciera lo que ella quería.
Después de almorzar, fui a mi terreno. Comencé a caminar y chequear toda mi cerca y en eso se me apareció Rufiano. Andaba con un rifle. Me dijo que había visto un venado y que hacía rato lo estuvo siguiendo, pero que los perros le perdieron el rastro. Que vaina que no traje mi escopeta, pero ahí en el rancho de las gallinas hay un rifle viejo de mi tío, que hace mucho tiempo no se usa.
Busqué en el jonrón, debajo de unos sacos de arroz y encontré una caja con siete balas. Cuando Rufiano, me vio salir, me dijo que dejara esa porquería ahí mismo, que eso no servía. Pero a mí se me quedó la escopeta y es lo único que tengo. Rufiano no dijo más y se metió por el monte como quien va hacia el terreno de mi tío. A lo lejos escuchábamos a la gente que se estaba bañando, gritaban y uno oía cuando caían en el charco. De seguro se tiraban desde el chorro, que tenía una caída como de cuatro metros. Los perros de Rufiano, parece que volvieron a dar con el Rastro y nosotros los seguimos corriendo.
Al cabo de un rato, Rufiano se para medio cabreado y dice que nada. Yo me pongo el rifle en el hombro y apunto lejos y Rufiano me dice que mejor bote esa porquería, que no sirve y que cuidado se me sale un tiro y mato un cholo. No había el terminado de hablar cuando efectivamente.
Yo sentí que apenitas rocé el gatillo con el dedo y allá va esa vaina, piu. Vio que le dije, dice Rufiano. Deme acá esa vaina, bote eso, que un día de estos, mata usted a un hijo ajeno, sin querer. Ahí mismo Rufiano, desarmó la porquería vieja y lo tiró al monte. Yo agarré la caja de balas y me regresé para mi casa, asustado. Mientras tanto Rufiano continuó solo, buscando su venado. Yo salí caminando, hasta donde estaba mi trocsito y me vine para la casa. Cuando llegué, mi mujer me dijo que había visto subir una ambulancia de 911, para el Corozo, que seguro era mi tío que había pelado el bollo. Yo no hice ningún comentario, entré a la casa y pasé al patio trasero y me acosté en una hamaca que tengo en un palo de mango. Me dormí a gusto, con una brisita fresca. Tuve ganas de buscar mi radio y poner un USB, pero el sueño me dominó.
Vine a despertar, cuando ya estaba oscureciendo, que mi mujer me llamo para que fuera a cenar. Cuando estábamos cenando, me soltó la noticia. No era mi tío el muerto, sino la gringa, que andaba como siempre, desesperada, viendo los terrenos y el ganado y de pronto, no se sabe de dónde, zas, una bala loca que le da y la mata de un solo viaje.
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