Muchos buscan y pocos encuentran momentos de plenitud en el amanecer, cuando se pone el sol y cuando las estrellas protagonizan la noche. Dicho esto, la necesidad del ser humano por encontrar una constante de la denominada felicidad parece un tanto compleja y quizás, para la reflexión personal en los últimos días de su vida.

Lo que muchos no hacemos consciente es que la felicidad y el goce de la realidad que nos rodea no se mide o se medirá exclusivamente por lo que uno idealiza, proyecta, planea o, siendo un tanto genéricos, sueña. La compañía de amigos, el trabajo que nos dignifica, el olor de la lasaña en el horno, él vino que tomamos para celebrar un ascenso. Los placeres son tantos y, por vanidad o giro social, no los vemos.

Dudosos muchos de que en verdad lo anhelado se consiga o no en un momento próximo o remoto, por lo que salgo al balcón, veo un parque lleno de vida, escucho el silencio y con un café en mano doy gracias. Me dirán muchos, ¿de qué? , yo les contesto «de todo», porque hoy todo es nuestro, mañana quién sabe. 

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