María (parte 1)

María (parte 1)

Rorday-

18/12/2020


Había una vez dos hermanas que se hicieron una promesa.
Un buen día la mayor decidió que la promesa debía ser cumplida, reunió el coraje y junto a María emprendió el camino.

                                                                              Uno

—¿Ya estás lista?—Preguntó Ana. Posó frente a la puerta de madera apenas unos pasos fuera de la cabaña.

—¡Ya voy!— contestó María.

—¡Apúrate!—.

—Sí, ya voy—respondió la pequeña María nuevamente, quien aún se acomodaba la chamarra mientras caminaba hacia la puerta.

Ana se encontraba al frente, María disminuyó su paso entendiendo que su hermana no le escuchó llegar por detrás, al parecer estaba preocupada. Sola, sumergida en sus pensamientos.

La mañana era fresca en el bosque otoñal, muy silencioso a pesar del canto de las aves; el alba se levantaba en un color de fuego, las hojas de los arboles bailaban con el viento y se encendían al contacto con la luz matutina, a pesar de que el sol se encontraba espaldas de Ana, ésta podía ver su reflejo en las pequeñas olas del lago provocadas por el aire matinal. Había mucha hojarasca alfombrando el suelo con su cálido color naranja, era una macroscopía hipnótica, sin duda un calmante natural. Un viento suave rozó el rostro de la joven Ana, pero no fue lo que la sacó de su hipnosis, sino la mano fría de su hermana menor que tocaba la suya.

La joven volteó a ver a María por encima de su hombro derecho, su hermana en cambio alzó su rostro y sus ojos se encontraron. La chiquilla le esbozó una sonrisa, la mayor se la devolvió con un poco de esfuerzo tratando aún de salir de su trance interno por completo, y con un suspiro se alejó de sus pensamientos.

—Es hora—logró decir Ana, usando esas palabras para exhalar su reciente suspiro.

—¿A dónde vamos? — preguntó María.

—Lejos— contestó.

—¿Por qué nos vamos?— volvió a cuestionar María.

—Porque nuestros padres no nos aman— contestó Ana conteniendo un sentimiento de desprecio.

—¿Por qué dices que no nos quieren?—.

Eran preguntas sencillas pero difíciles de responder para Ana, su hermanita menor quería respuestas a hechos difíciles de entender o de contestar, Ana comprendía que caería en otro juego de preguntas y respuestas con su hermana menor, no quería sentirse obligada a seguir con más respuestas incómodas así que sonrió gentilmente y miró a María.

—Porque sí, chiquita—contestó al fin Ana, le pellizcó la mejilla y la niña se rindió con esa caricia como un gato mimado regalándole así una risita. Entonces Ana levantó su mochila que descansaba en el suelo y se la equipó en la espada con un poco de esfuerzo, volvió a tomar la mano delgada de su hermana y comenzó a caminar con dirección al sur.

María al igual que Ana llevaba en la espalda una mochila, aunque con una carga mucho menor. Su pequeña mochila color azul pastel y sus tenis deportivos blancos que parecieran ser de una talla mayor a la ideal, le hacían lucir muy graciosa, aparentando ser una niña aún menor a los 8 años que había cumplido. María siempre había sido muy simpática, además de ser una pequeña muy inteligente y madura para su edad, conservaba el aspecto y personalidad de un infante que apenas cursara el preescolar. No era sorpresa que haya conservado una naturaleza muy tierna teniendo una hermana tan apacible y protectora como lo era Ana.

— ¿Cuándo regresaremos?—preguntó María.

  • Nunca lo haremos, hermosa—Contestó Ana convencida— ¿O acaso te interesa regresar?
  • Pues… —expresó María y bajó la mirada—Me gustaría volver a ver a mi mamá y…—dudó un poco—A papá.

—¡No lo menciones!–exclamó Ana entre dientes, conteniendo aún más su coraje—Sabes muy bien que nuestro padre no es bueno ni con nosotras ni con mamá.

—Sí…—contestó la pequeña, quien hizo una pausa. Detuvo su paso soltando la mano de Ana, y aun mirando al suelo se mordió su labio inferior— ¿Pero porqué dejamos a mamá?

Ana, quien había avanzado unos pasos se detuvo, tragó saliva y volteó hacia María buscando contacto visual, sin éxito también bajó la mirada e hizo una larga pausa.

—Esa fue su decisión— contestó al fin.

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